¿Y qué hacemos con los menores? Guía para empoderar a tus hijos frente al abuso sexual infantil

No son casos aislados ni solo le ocurre a los hijos o hijas de otras personas. El abuso sexual infantil, sobre el que recae un férreo manto de silencio que comienza a resquebrajarse poco a poco, es una realidad más habitual de lo que solemos pensar. Las cifras disponibles evidencian que en España se produce una denuncia de este tipo cada tres horas, pero esos son solo los casos que se denuncian. Ante este escenario, y siempre contando con las medidas que deben desarrollarse en colegios y otros espacios en los que suele haber menores y el trabajo con agresores, ¿qué pueden hacer las madres y los padres? ¿es posible prevenir el abuso sexual infantil? ¿cómo se hace?

Lo primero a tener en cuenta es que hay que ser conscientes de que es algo que puede ocurrir. Eso sin caer en la alarma y sobreprotección de los menores y sin asustarles. “El miedo normal está ahí y una vez que se tiene un hijo o hija se vive con él, pero la alarma genera parálisis. La prevención no tiene que ver con eso, sino con la fortaleza emocional que les generamos”, explica Pepa Horno, psicóloga especializada en la prevención de la violencia hacia la infancia. Dependiendo de la edad, padres y madres podrán afrontar el asunto mediante diferentes estrategias:

Crear un clima de confianza y cercanía

En primer lugar, es fundamental crear un ambiente en el que niños y niñas se sientan acompañados, seguros y queridos, de forma que tengan muy presente desde pequeños que pueden contar y hablar de aquello que les preocupa, les da miedo o les hace daño. Es importante remarcar que deben saber que no tienen que sentirse culpables por ello, que no pasa nada y que siempre les vas a creer. No hay que esperar a que ocurra algo para empezar a hablar del tema y, de hecho, para prevenir el abuso sexual y ofrecer una educación afectivo sexual, no es necesario hablar de sexo. Aunque parezca que el menor es demasiado pequeño, cuanto antes se aborden determinadas cuestiones mejor.

Hablar de las partes de su cuerpo

Con menos de tres años a los niños y niñas ya se les puede empezar a hablar con claridad de las partes de su cuerpo. Enséñale a conocerlas y llámalas por su nombre, de forma que no tengan miedo de nombrar sus genitales. De esta forma, sabrán referirse a ellos e identificarlos.

Enséñale a identificar sus emociones

Además de las partes del cuerpo, desde pequeños es importante que aprendan a reconocer algunas emociones básicas: la tristeza, la alegría, el miedo, el asco la sorpresa o el enfado. De esta manera, sabrán poner nombre a lo que están sintiendo en cada momento y, con ello, aprenderán a pedir ayuda si les repites que si alguien alguna vez les hace algo que les haga sentir asco o tristeza, te lo tienen que contar.

Junto a definiciones y explicaciones claras de en qué consiste cada una de las emociones, existen muchos cuentos que trabajan el tema. Para los más pequeños –a partir de dos o tres años– algunos son El monstruo de colores (Anna Llenas) o Las emociones de Nacho (Liesbet Slegers). A partir de más o menos siete años, una posibilidad puede ser El emocionómetro del inspector Drilo (Susana Isern).

No le obligues a dar besos

La escena es habitual. Vas con tu hija dando un paseo y, en un momento dado, os encontráis con una persona conocida. Os saludáis, os abrazáis y a la pequeña le pide un beso. La persona insiste, y tú también. Es algo cotidiano, pero las expertas coinciden en que detrás se esconde algo importante: si forzamos a los niños y niñas a dar besos y abrazar cuando y a quién no quieren, será complicado enseñarles qué significa el consentimiento. Es muy importante respetar sus propios límites.

Su cuerpo es suyo

Es una regla básica. Nadie puede tocar su cuerpo sin su permiso. Cuando son muy pequeños, es posible empezar a hacerles comprender, una vez que conocen las partes del cuerpo, que hay zonas íntimas que son privadas y que no está bien que alguien las mire o las toque ni les obliguen a hacerlo a ellos. Explícale que el médico, mamá y/o papá pueden tener que tocarlas en algún momento, pero dentro de unos límites que sí se permiten, como cuando está malo. Junto a ello, hay que comenzar a inculcarles que tampoco ellos pueden hacer eso con otras personas.

Hay una regla sencilla y directa que se puede usar en estos casos y es decirles que no deben permitir que otros niños o adultos toquen las partes de su cuerpo que van cubiertas por su ropa interior y que tampoco ellos deben hacerlo. Así, podrá empezar a discernir entre lo que es apropiado y lo que no.

Este es el contenido principal de La regla de Kiko, una guía elaborada por la Comisión Europea para ayudar a padres, madres y educadores a prevenir el abuso sexual. Está destinada a niños y niñas de entre tres y siete años e incluye muchos de los consejos aquí descritos. La guía cuenta con un libro en PDF que se puede descargar aquí. En el libro, la mano siempre pide permiso a Kiko antes de tocarle. Kiko le da su permiso. Cuando la mano quiere tocarle dentro de su ropa interior, Kiko dice “No, eso sí que no”.

Buenos y malos secretos

El silencio es una de las tácticas imprescindibles de los agresores, que se convierten en figuras de confianza del menor, al que someten a un férreo pacto de silencio. “No digas nada”, “es un juego entre nosotros”, “es un secreto”... son algunas de las técnicas que emplean. Por ello, es importante enseñar a los niños y niñas la diferencia entre los secretos buenos y malos y crear un clima de confianza. Los buenos secretos se guardan, los malos secretos se dicen. Los primeros tienen que ver con cosas agradables, que nos hacen sentir bien y son divertidas y bonitas, por ejemplo, un regalo de cumpleaños para una amiga de clase. Los secretos malos son aquellos que molestan, incomodan, hacen sentir tristes o asustados. Hay que enseñarles que nunca deben guardar estos malos secretos y deben contarlos.

Enséñale a decir que no

Es necesario enseñar a los menores que tienen derecho a decir que “no” y que deben hacerlo de forma contundente e inmediata cuando alguien toque esas zonas o les hace algo que no les gusta o les hace sentir mal. Es algo a lo que enseña La regla de Kiko. También hay para ello cuentos que pueden ayudar, por ejemplo ¡Estela, grita muy fuerte! (Isabel Olid y Martina Vanda), dirigido a niños y niñas a partir de seis años y que forma parte de una campaña de prevención de la Red de Ayuda a Niños Abusados (RANA). En él, hay una referencia sutil al abuso sexual que ejerce el tío Anselmo contra Estela hasta que ella se opone. En Tu cuerpo es tu tesoro (Margarita García Marqués), a partir de tres años, la osita Aspasi enseña a un niño y una niña a decir que “no” cuando les tocan en las zonas prohibidas. 

A medida que van creciendo, es necesario ahondar y recalcar que su cuerpo es suyo y que tienen derecho a decir que no cuando alguien les pida o les haga algo que no les gusta. A partir de los 12 años, la conversación podrá ser más explícita y la educación afectivo sexual será fundamental. En esa edad comenzarán a preguntar y empieza la etapa del uso de móviles e Internet, algo a tener en cuenta para que tengan límites y normas de seguridad claras.

Enséñales a pedir ayuda

Es importante fomentar que el niño o niña cuente con una red afectiva y protectora. Frente al aislamiento, el menor debe saber que cuenta con gente en la que pueden confiar y a la que poder acudir si algo le preocupa o le hace sentir mal, entre ellos también amigos o amigas de su edad. La regla de Kiko recomienda al menos haya dos personas dentro de esa red de seguridad y que, dentro del círculo familiar inmediato que vive con el niño o niña, solo haya un miembro de esta red, mientras el otro estaría fuera de ésta. 

Los adultos deben evitar crear tabúes sobre la sexualidad para propiciar un ambiente abierto y de confianza en el que se pueda hablar. Tal y como establece La regla de Kiko, los menores pueden percibir que algo no está bien, pero puede que no sepan a quién contárselo o cómo explicarlo. Por ello, los adultos “deben estar atentos y ser receptivos a sus sentimientos y comportamientos. La prevención es responsabilidad de las personas adultas y es fundamental evitar que los niños y niñas asuman toda la carga.

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Información elaborada gracias a las aportaciones de Pepa Horno, psicóloga especializada en prevención de la violencia contra la infancia; Noemí Pereda, lincenciada en Psicología, especializada en abusos sexuales a la infancia y profesora de Victimología en la Universidad de Barcelona y Violeta Assiego, jurista especializada en infancia y Derechos Humanos.