“La hemos enterrado como una puta”, hizo memoria el sepulturero. Con un hombre arriba y otro abajo, muertos. Y penetrándola. Ella era Antonia Regalado. Tenía 22 años cuando fue violada y ejecutada por los golpistas. Un caso paradigmático de la violencia extrema del franquismo contra las mujeres que destapa la investigación publicada por la arqueóloga y antropóloga forense de la Universidad de Ámsterdam y de la Universidad de Extremadura Laura Muñoz-Encinar.
En un artículo publicado en la revista World Archaeology, titulado Descubriendo la represión de género: un análisis de la violencia sufrida por las mujeres durante la Guerra Civil y la dictadura de Franco en el suroeste de España, la investigadora documenta cómo “durante la Guerra Civil y la dictadura franquista las mujeres republicanas sufrieron un tipo de violencia específica basada en el género”.
El trabajo avanza en su proyecto postdoctoral para analizar “el tratamiento y uso de los cuerpos y las víctimas como parte de las estrategias de represión y exploro su significado simbólico”.
La España de la conspiración golpista nunca perdonó que las mujeres rompieran durante la II República las reglas de juego patriarcales. Los rebeldes ejercieron una represión especial de género que parte del terror caliente durante la Guerra Civil: secuestro, vejaciones, tortura y asesinato.
Y de ahí, el régimen dictatorial de Francisco Franco diseñó un modelo único de mujer a través de 40 años de dictadura que pasó del incipiente feminismo al 'sumisa y devota' nacionalcatólico. A través de “investigaciones arqueológicas y forenses de las fosas comunes”, el estudio aporta “nuevos datos sobre cómo fue esta represión”.
La mujer, ciudadana de segunda
“La estrategia represiva franquista desarrolló mecanismos complejos de castigo físico y psicológico”, explica Laura Muñoz-Encinar, que ya defendió en 2016 su tesis doctoral bajo el título De la exhumación de cuerpos al conocimiento histórico. Análisis de la represión irregular franquista a partir de la excavación de fosas comunes en Extremadura (1936-1948).
“El castigo femenino podía ser físico, a través de la ejecución, tortura y violación primero durante la guerra y luego en las cárceles de Franco”, añade. Las mujeres empleadas “como un arma de guerra”. Y los hombres “usando la violación de sus cuerpos para aterrorizar y castigar a los enemigos”. Porque en las guerras, continúa, “a lo largo de la historia las mujeres han sido víctimas de todo tipo de actos de violencia sexual”. La Guerra Civil española no fue una excepción.
“En el caso español la violencia de género no se dio solamente durante el período del golpe de Estado, sino que continuó durante la guerra y también con fuerza durante la dictadura, tanto en las cárceles franquistas como en la lucha contra la guerrilla armada”, explica Muñoz-Encinar.
Una “represión específica de género” que nació además de una idea reaccionaria: el “feminismo y las políticas de igualdad introducidas durante la Segunda República” promovían, a ojos del fascismo español, “la creciente corrupción de la mujer”. De ahí que acabaran “castigadas por actuar de forma impropia a su género hasta el punto de que 'roja' adquirió el significado de no-mujer”.
La violencia contra las mujeres arañaba sustento en el trabajo de “ideólogos franquistas” como el psiquiatra y militar Antonio Vallejo-Nájera. “Consideraban a las mujeres seres inferiores y volubles, que hacían uso de las revoluciones sociales para dar rienda suelta a sus latentes apetitos sexuales, convencidos de su crueldad, perversidad innata y criminalidad natural”, describe la investigadora.
Franco contra la mujer
“Para el franquismo las mujeres carecían de derechos civiles y políticos, construyendo el ideario de mujer en base a una estructura patriarcal católica”, resume Muñoz-Encinar. Unos principios “que fueron puestos en práctica a través de Auxilio Social y la Sección Femenina de Falange, bajo un discurso de humildad y sometimiento”.
La represión de Franco contra la mujer nació así de varios vientres: “como consecuencia de su actividad política durante la República o porque eran esposas, madres, hermanas de republicanos”. Y por el hecho de ser mujer. Los golpistas armaron un “sistema represivo” como “procedimiento específico aplicado sobre las mujeres republicanas”.
Esta “selección de las víctimas”, y la pedagogía del terror aplicada desde “el tratamiento de los cuerpos vivos y muertos”, no termina con el fin de la Guerra Civil. “Muchas mujeres confiaron en las palabras de Franco y volvieron a sus pueblos”. Error. “Fueron detenidas de forma inmediata, como la maestra Matilde Morillo, al descender del tren con sus hijas. Fue torturada, violada y ejecutada. Su cuerpo permanece aún desaparecido”, cuenta.
“Uno de los casos más significativo es el de Antonia Regalado Carballar, ejecutada cuando tenía 22 años en Fregenal de la Sierra”, relata Muñoz-Encinar. Según las fuentes orales, de un familiar, el enterrador “puso a un hombre debajo de ella, luego puso [el cuerpo de] mi tía encima y [el cuerpo de] otro hombre penetrándola encima; uno abajo y otro arriba (…) va a quedar satisfecha (…) se lo contó disfrutando, a carcajadas limpias (…) la hicieron correr por el cementerio y abusaron de ella. Luego la mataron. El sepulturero enterró su cuerpo en esta posición y dijo: 'La hemos enterrado como una puta'”.
El cuerpo de Antonia no apareció nunca. “Pero sí el de otra mujer más mayor que había sido enterrada del mismo modo”. No era un “procedimiento puntual” y sí “una práctica habitual de vejación” que iba más allá de la muerte. “Dentro de mi investigación son muy significativos los casos de varias mujeres represaliadas embarazadas”, añade. Como “una mujer ejecutada en avanzado estado de gestación, en su pelvis hallamos los restos de un feto de entre 7 y 9 meses”.
Mujeres en fosas comunes
“El porcentaje de mujeres asesinadas es inferior al número de varones”, matiza Muñoz-Encinar. Porque, “lejos de un intento de ser aniquiladas”, ellas vivieron la “crueldad extrema” de los golpistas como un plan centrado “en la ejemplaridad”. La “violencia específica ejercida sobre el cuerpo de las mujeres estuvo basada en el fin purificador del franquismo y la política de deshumanizar a las mujeres antifascistas”, resume.
Y “en las fosas comunes encontramos las evidencias de esas mujeres que fueron torturadas y ejecutadas”, sostiene. Abrir las tumbas ilegales permite leer las graves violaciones de los Derechos Humanos cometidas por el franquismo y que España continúa sin resolver. La información que aporta “el estudio de los restos óseos” es clave: para conocer “el perfil biológico de la víctima” o sobre la “violencia” recibida “y el modo de ejecución”.
También destapan detalles los objetos asociados a los cuerpos: “zapatos de tacón, botones, pendientes, horquillas de pelo, anillos, ligas para la sujeción de las medias, restos de un vestido…”, enumera. Elementos que hablan “del perfil cultural de las víctimas” y abren pesquisas sobre el “contexto represivo”. Las exhumaciones han sido una herramienta clave para aportar “nuevos datos sobre los centenares de mujeres represaliadas de las que no existe registro documental y de las que, a veces, solamente conocemos su apodo”, defiende la investigadora.
Su trabajo está centrado en Extremadura, pero los resultados son extrapolables al resto del país. “Durante la ocupación militar numerosas mujeres fueron violadas y ejecutadas, no en pocas ocasiones embarazadas”, explica. Y hay veces en que “la vejación de las víctimas no finaliza con la muerte”. Ahí está el episodio vivido en el municipio pacense de Fregenal de la Sierra, donde “varias mujeres fueron enterradas desnudas entre dos varones”, un proceder que muestra “un alto componente simbólico”.
La tierra también desvela cómo las mujeres eran “generalmente las últimas en ser introducidas en los depósitos y con patrones de enterramiento diferentes a los varones”. Ellas eran “víctimas de múltiples tipos de represión sexuada con un componente altamente simbólico como medida para desacreditar a la Segunda República”.