Así hemos llegado hasta aquí: radiografía del 'cóctel explosivo' de las fiestas navideñas

Más que 'salvar la Navidad', había que empezar diciembre anticipándonos a la tercera ola. Fue la advertencia que hicieron muchos epidemiólogos y expertos en Salud Pública mientras Gobierno y comunidades intentaban consensuar un marco común para atajar el difícil equilibrio entre la contención del coronavirus, una sociedad cada vez más exhausta y una economía tocada. Aunque fueron unas fiestas atípicas, España las afrontó con una relajación generalizada de las restricciones, algo que el Centro Europeo de Control de Enfermedades había pronosticado que dispararía los casos en enero. Un mes después, el virus avanza con una incidencia acumulada (IA) que casi alcanza los 900 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días, más del triple que la registrada el mismo día de Nochebuena. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Para explicar lo que ocurrió hay que remontarse a principios de diciembre, cuando los contagios ya habían comenzado a escalar. Aunque la curva de la segunda ola logró atenuarse y en noviembre la tendencia era a la baja, no llegó a aplanarse del todo y volvió a repuntar. La tercera ola “se solapó” con la anterior, de forma que el aumento de positivos se produjo desde un suelo que nunca llegó a bajar de una incidencia de 180 casos. España se colocó a las puertas de las fiestas en este escenario, y a pesar de que la transmisión creciente impulsó un cambio en el plan de Sanidad y restricciones de última hora en algunas comunidades, las Navidades implicaron la flexibilizaron de los confinamientos perimetrales, las reuniones y los toques de queda.

Fue la “explosión definitiva”, en palabras de Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología, que produjo un “efecto multiplicador” de los contagios. La suma de la relajación de las limitaciones, una transmisión latente ya elevada y un aumento de la movilidad y las interacciones sociales típicas de las fechas fue el cóctel que ha acabado por triplicar los casos: si el 24 de diciembre, las comunidades notificaron cerca de 10.000 positivos, este lunes han sido casi 37.000. La tendencia se ha calcado en los hospitales, que, aunque no han visto aún lo peor de la tercera ola, han pasado de los 530 ingresos al día –en base a la media semanal– de Nochebuena a los 1.800 de este lunes. En las UCI, muchas ya al límite, el dato ha trepado de los 54 pacientes a los 147.

“Empezamos a tener una curva ascendente a principios de diciembre, pero hablamos de que la gran mayoría de la población estaba reunida en Navidad con otras personas, lo que incrementa el riesgo. Las fiestas funcionaron como un explosivo y quizás la velocidad que hemos visto tiene que ver con todas las reuniones que se hicieron de forma masiva”, añade Gullón. Si observamos los datos, el aumento del ritmo al que hace referencia el especialista es claro a partir del 4 de enero, unos diez días después del inicio de las fiestas. Hasta entonces, los casos subían, pero más lentamente. Sin embargo, ese día Sanidad notificó una incidencia de 272 positivos por 100.000 habitantes, que no dejó de crecer de forma desbocada. Diez días más tarde, el 14 de enero, la incidencia acumulada se había doblado.

Fernando Simón ha explicado en rueda de prensa este lunes que el “pico” de la tercera ola se pudo dar el fin de semana del 16 de enero, y que la incidencia está ahora creciendo de forma “progresivamente más lenta”, pero aún el impacto de los contagios disparados no ha llegado a los hospitales ni a las cifras de fallecidos. Con todo, ambos indicadores superan con creces los máximos de la segunda ola –y en algunas comunidades incluso de la primera– y están ya en “riesgo extremo” para el conjunto del país: casi una de cada cinco camas convencionales (el 24%) se usan a día de hoy para un paciente de coronavirus, algo que se hace con el 40% de plazas de UCI. El 24 de diciembre, el primer parámetro no alcanzaba el 10%, mientras que los hospitales tenían un porcentaje de ocupación de críticos que no superaba el 20%.

En número total de enfermos que han precisado hospitalización, la evolución creciente es clara: durante las fiestas, las personas ingresadas pasaron de las 11.000 a las 14.000 del 7 de enero, mientras que hoy se han doblado y ya superan las 30.000. En las UCI de todo el país hay casi 4.000 pacientes –el día 24, 1.900–, lo que ha obligado a los hospitales de muchas comunidades a posponer operaciones no urgentes y ampliar camas en unidades de críticos que normalmente se usan para otro tipo de pacientes e intervenciones. En lo que respecta a los fallecidos, no han dejado de incrementarse fuertemente desde la primera semana de enero, y se sitúan en más de 300 diarios, pero no han llegado a descender de los 100 cada día desde mediados de septiembre.

Un 29% menos de pruebas, pero el doble de positividad

Fernando García, epidemiólogo y portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Pública (Amasap) apunta a la dificultad de establecer una causa-efecto única, pero remarca tres posibles motivos de la aceleración detectada desde principios de enero: por un lado, que “refleje un aumento de las interacciones ocurrido a finales de diciembre” debido a las fiestas navideñas y que después “se habría mantenido con contagios familiares o sociales”; también alude a la “posible intervención” de la variante británica del SARS-CoV-2, que Sanidad ha vaticinado que será la dominante en nuestro país en semanas, y por último, señala los sistemas de diagnóstico y notificación, que “pudieron ser incompletos durante las vacaciones navideñas, de modo que no se recogieran todos los casos y sí se acumularan unos días después”.

En este sentido, y a pesar del incremento de las infecciones, las pruebas realizadas por las comunidades, ya sean PCR o test rápido de antígenos, no subieron durante las Navidades a un ritmo capaz de afrontar el alza de la transmisión, sino que frenaron en seco. Ya había ocurrido durante el Puente de la Constitución, pero la caída se mantuvo más días en esta ocasión y los diagnósticos descendieron durante el periodo un 29% en comparación con las que se hacían en la segunda ola. Como resultado, la positividad, el indicador que mide si el esfuerzo diagnóstico es suficiente para la transmisión del virus, se disparó y pasó del 8% de la semana del 18 de diciembre al 14% de la última semana del mes. Desde el 5 de enero, se ha situado en el 17%, cifra que ha bajado ligeramente este lunes, según el último dato de Sanidad.

Un mes después de las celebraciones navideñas, los datos han dado la razón a los expertos que pronosticaban que la tercera ola se intensificaría con fuerza. García apunta a que las medidas “fueron poco severas”, incluso “en aquellas comunidades que más las restringieron”, como la Comunitat Valenciana, que llegó a impedir los desplazamientos incluso a familiares. “En España, en ningún momento se bajó de 150 casos por 100.000 habitantes durante el mes de diciembre. Es decir, que habría que haber aplicado todas las recomendaciones acordadas en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud” para los territorios en “nivel de alerta máximo”, pero “no se hizo, deberíamos haber sido mucho más estrictos con las fiestas, sin duda”, recalca el epidemiólogo.

Pedro Gullón, por su parte, reconoce “moverse en un mar de dudas” y descarta que tuvieran efecto las limitaciones de última hora que se hicieron a las puertas de la Navidad, cuando “ya estaban planificadas”. “Si en las semanas anteriores la comunicación hubiera sido más recta, sin bandazos, hubiera ayudado. Habría que haberlo planificado con más tiempo, pensando alternativas y con una organización diferente, pero una semana antes era más inevitable porque la mayoría de la gente ya tenía pensado qué hacer”. Lo que sí hubiera marcado la diferencia y “hubiera sido más factible”, añade el experto, es “llegar a las fiestas con una incidencia más baja” y alejada de los 200 casos por cada 100.000 habitantes con la que se aterrizó.