Existe un aparcamiento en la cima de un puerto de montaña a 1.800 metros de altura donde caben 500 coches y que a las ocho de la mañana ya está completo. Los atascos para acceder son propios de la hora punta de una gran ciudad. A solo siete kilómetros, se abre otro parking de 250 plazas que corre la misma suerte. Lo peculiar es que ambos sirven a un entorno natural de máxima protección: el Parque Nacional de Guadarrama.
El libre acceso a la zona –una de las puertas al parque nacional– en vehículo privado está permitido incluso en jornadas de alta afluencia. El límite es la capacidad de los aparcamientos, así que el primero que llega deja el coche.
Con el inicio de la época de nieve y el ansia por pisarla en un entorno como la Sierra de Guadarrama, llegar allí se ha convertido en una carrera, madrugadora, por hallar hueco.
Aun así, un poco más abajo, la Guardia Civil debe cortar cada fin de semana dos carreteras que suben a las montañas del parque, pero solo lo hace cuando los parkings se han llenado. Para entonces, la procesión de vehículos que viene sobre todo desde la ciudad de Madrid con la esperanza de aparcar ya está en marcha.
La cantidad de coches en la carretera está obligando a escoltar a los autobuses que todavía tienen acceso para que puedan circular entre la multitud de vehículos privados que pensaron que tendrían sitio camino arriba.
Montaña atestada al amanecer
“La M-601 ya está cortada en el kilómetro 12 por la Guardia Civil para subir a los puertos de Navacerrada y Cotos debido a que los aparcamientos están completos a las 8:39”, informaba el pasado sábado la Agencia de Seguridad y Emergencias de la Comunidad de Madrid. ¿Sorpresa? No, ya que añadía: “Las previsiones se han cumplido y han sido muchos los que han madrugado”.
Es insostenible. Lo expongo en cada reunión y he propuesto crear un grupo de trabajo específico para la movilidad, pero ni caso
Ese mismo día, los que no optaron por el coche formaban una fila que desbordó la estación de autobuses del oeste de la capital, se prolongó hasta salir a la calle y, tras esperar muy largo rato, muchos no pudieron subirse a un transporte colectivo camino a Guadarrama.
La cuestión es que la nieve convierte al parque en un espacio asediado. Nada más producirse las nevadas, se dispara el ímpetu por subir a la montaña. Y el acceso por Navacerrada y Cotos –servidos por carretera y con las estaciones de esquí al lado– es el punto neurálgico. La zona de masificación.
“Es insostenible”, explica Nines Nieto, la representante de Ecologistas en Acción en el patronato del parque nacional. “Lo expongo en cada reunión y he propuesto crear un grupo de trabajo específico para la movilidad, pero ni caso”, recuerda. “Además los coches paran en los arcenes, suponiendo otro problema. La libertad de que cada cual hace lo que quiere”, remata.
Nieto sostiene que habría que cerrar algunos aparcamientos y acceder solo en transporte público además de “ayudar a los municipios dotándoles de lanzaderas”. Pero “hasta que no pase algún incidente grave no van a tomar medidas”, se queja.
“Es una vergüenza ver esto así”, reflexiona Rafael Sánchez propietario de la Venta Marcelino, situada en el puerto de Navacerrada. “El parque nacional no tiene infraestructuras para absorber a toda la gente que viene”, cuenta. “La nieve acentúa la situación, pero desde que se declaró el parque ha habido un crecimiento exponencial”.
Lo cierto es que el de la Sierra de Guadarrama, que cumple solo diez años en 2023, es el segundo parque nacional más visitado de la red solo por detrás de El Teide. Más de 2,4 millones de personas de media al año desde 2014.
“Pienso que la única solución es cortar el tráfico privado. Navacerrada apenas es ruta de paso, la mayoría del tráfico es para quedarse allí”, opina el ambientalista y antiguo miembro del patronato del parque, Julio Vías. “Y utilizar el transporte público, pero con un estudio de la capacidad del espacio para acoger visitantes”, indica.
Vías afirma que “no solo es por un tema medioambiental; la masificación en puntos concretos es un riesgo en caso de que haya un cambio brusco del tiempo o incluso un incendio”.
Rafael Sánchez insiste en que “es una contradicción que un parque nacional esté sometido a toda esa presión de tráfico y contaminación”. El sábado pasado, precisamente, “tardé tres horas en ir desde Cercedilla a la venta”. Un trayecto de 19 km. El hostelero admite que “es un problema complejo”, pero aboga por que haya “un control exhaustivo de los accesos”. Y detalla: “En fines de semana no se debería poder subir en coche privado, solo en transporte público, pero con un aforo limitado”.
Cuántos pueden entrar
¿Limitar el número de visitantes? “Es muy complicado porque pueden entrar por cualquier parte”, matiza Nines Nieto. De hecho, el acceso al parque por otro monte, La Morcuera, también se convierte en una hilera de coches en los arcenes. “Pero si se restringe la llegada en coche privado se limita un montón”, remacha.
Los parques nacionales deben “asegurar el servicio de uso público a la sociedad”, como indica el Plan director de la red. Se trata de fomentar “el conocimiento y disfrute”, pero siempre “supeditado a la conservación de sus valores”.
Lo del número máximo debería ser consustancial a gestionar un parque nacional. Debería existir un estudio de capacidad aunque sea difícil porque hay negocios, pueblos...
En la Comunidad de Madrid –cogestora del parque de la Sierra de Guadarrama junto a Castilla y León– entienden que “no puedes restringir la entrada a un parque público. Puedes recomendar que no vayan en coche, que se hace, pero un parque no tiene puertas”.
“Lo del número máximo debería ser consustancial a gestionar un parque nacional. Debería existir un estudio de capacidad aunque sea difícil porque en Guadarrama hay negocios, pueblos...”, expone Julio Vías.
Desde luego que la masificación amenaza al espacio protegido. “Actualmente la gran cantidad de visitas genera una fuerte presión, sobre todo en algunas zonas concretas”, admite el documento sobre acogida de visitantes en la red de parques nacionales.
Y detalla que esto genera “impactos sobre los recursos naturales, sobre la población local, insatisfacción de los visitantes y problemas de seguridad”. Sin embargo, “no existen en la actualidad estudios de capacidad de carga en el parque nacional”, reconoce el informe actualizado en 2021.
En todo caso, hay ejemplos de restricciones: en Picos de Europa, “los días de máxima afluencia en Semana Santa, verano y puentes festivos nacionales” solo puede entrarse en transporte público, indica el Ministerio de Transición Ecológica.
En Ordesa –cuya puerta de entrada es fácilmente controlable– solo puede haber 1.800 visitantes al mismo tiempo. En la Caldera de Taburiente hay un cupo de coches para aparcar en la zona más visitada de La Cumbrecita y no puede aparcarse al final de la carretera que lleva a Los Brecitos. Y son solo tres ejemplos.