Cuando Ian Gibson nació, los franquistas acababan de ganar la guerra. Era abril de 1939, en Dublín (Irlanda), y hacía tres años que Federico García Lorca había sido asesinado. El hispanista se topó con el Romancero gitano siendo casi un adolescente y ya nunca abandonó al poeta granadino. A punto de estrenarse en las salas de cine Donde acaba la memoria, el documental sobre su figura, Gibson recibe a la prensa en su casa de Lavapiés, el barrio madrileño al que confiesa su amor cada vez que puede. En 1957 hizo su primer viaje a España y, aunque pasaron 21 años hasta que se instaló definitivamente aquí, la realidad es que nunca se llegó a ir del todo.
Conquistado por esa primera visita, Gibson ha dedicado toda su vida a mirar y contar la historia contemporánea de España a través de su tres genios más reconocidos: Lorca, Buñuel y Dalí, de los que ha escrito hasta la saciedad. Ahora, Pablo Romero-Fresco reconstruye el retrato de este metódico “detective literario” que sigue convencido de saber dónde están los restos del poeta. El documental reproduce una grabación hasta ahora desconocida del enterrador de Lorca que sirvió de base a Gibson para publicar el lugar exacto de su enterramiento hace 50 años. En unas horas presentarán el documental en Granada, donde apenas puede caminar por la calle sin pararse con la gente. “Allí es como una estrella de rock”, dice Romero-Fresco.
¿Qué le llamó la atención tanto de España?
Es normal que nazca una fascinación con otro país cuando estás empezando, te interesan los idiomas y empiezas a aprender castellano. Siempre he sido ornitólogo, así que sabía algo de Doñana, pero además tuve la suerte de entrar en la universidad en un departamento de español con profesores fantásticos. Uno de ellos dio un curso de Rubén Darío y me abrió un mundo nuevo. España es muy compleja y muy rica, hay tema para siglos y estudiosos de todo el mundo. Luego está el clima, el vino, la vitalidad...Te podría decir mil cosas más.
En el documental afirma que probablemente no haya día de su vida en el que no haya pensado en los últimos momentos de Lorca. Lo suyo con el poeta es una obsesión.
Sí, sí, es una obsesión. Cuando leí el Romance de la luna luna, el primer poema del Romancero gitano, aún no conocía bien el idioma, pero intuí que había algo allí para mí para siempre. Fue una especie de experiencia mística, extraña. También creo que había una relación de Lorca con la literatura irlandesa que yo conocía. Él dijo de sí mismo que era un poeta telúrico, agarrado a la tierra. Pudo haber sido otro poeta, pero en mi caso buscaba algo que encontré allí, en Lorca.
En alguna ocasión ha relacionado al poeta con su hermano mayor...
Sí, este es uno de mis mejores libros (coge de la estantería Lorca y el mundo gay y lee la dedicatoria). Para Rafael e Isabel Borrás, en recuerdo de mi hermano Allan, que no pudo con sus dramones. Federico usaba esta palabra para hablar de cuando estaba deprimido, pero nadie sabía qué le pasaba porque tenía que ver con sus relaciones gays. Él no pudo vivir su vida abiertamente y en mi familia, protestante de Irlanda de entonces, fue terrible tener un hermano homosexual, como lo fue en el caso de Lorca para su familia. Su hermano Francisco llegó a publicar un libro en 1980 llamado Federico y su mundo en el que no se menciona el tema. Allan me contaba sus penas y sus dificultades y eso me ayudó, obviamente, a comprender a Lorca.
Las cartas que Lorca le escribió a Dalí se han perdido. ¿Qué encontraríamos en ellas?
Sería completar una documentación humana extraordinaria. Sabemos que el poeta quería demostrar a Dalí que era genial porque le adoraba y le fascinaba. Recompondríamos mucha información sobre aspectos de su relación. Había unas 40 o 50 cartas. Tampoco tenemos la voz del poeta, a pesar de que estaba cada noche en la radio. No puedo creer que su voz haya desaparecido, espero que algún día se pueda recuperar.
¿Veremos su exhumación?
Yo lo espero, creo que se verá. Si lo veré yo no lo puedo decir porque tengo los años que tengo, pero tienen que volver a buscarle. Yo haré todo lo posible por echar una mano, pero ayudaría que la familia hiciera una declaración y dijera que no se llevaron los restos a ningún otro lugar. Es algo que la gente piensa en Granada, aunque yo no lo creo. Creo que las veces que se han intentado encontrar sus restos, los trabajos de búsqueda que se hicieron fueron incompletos, no había estudios previos suficientes.
¿Qué supondría encontrarle?
Ayudaría a que hubiera una reconciliación de verdad, porque Lorca es el poeta y dramaturgo español más leído y amado de toda la historia, no hay nada comparable. Para mí él representa a todos los desaparecidos de la Guerra Civil y la dictadura, sería un alivio para este país. ¿Qué problema hay con encontrarle? Eso no impide que se busque a todos los demás y a los que fueron enterrados con él. Yo como biógrafo, como ser humano que ama profundamente su obra, quiero saber dónde está, quisiera poder ir allí y llorar, llevar flores o rezar.
Recientemente ha entrado en vigor la nueva Ley de Memoria Democrática. ¿Es suficiente?
Tengo que confesar que no me la he leído entera, lo tengo pendiente, pero creo que es un gran avance hacia la normalidad. Porque lo que estamos esperando en este sentido es que este país se normalice, que la oposición no se oponga a la búsqueda de los desaparecidos. Es muy difícil para la derecha de este país afrontar la criminalidad del régimen de Franco, pero lo fue, mató a decenas de miles de inocentes y todavía hay 115.000 cadáveres tirados en fosas como perros. ¿Cómo es posible a estas alturas? No he oído ni una palabra de crítica del régimen franquista al Rey emérito ni a su hijo. Vendría muy bien. Si las derechas no cambian, este país no tiene futuro, no tiene el futuro que podría tener.
Hace no mucho Alberto Núñez Feijóo se refirió a la Guerra Civil afirmando que “hace 80 años nuestros abuelos y bisabuelos se pelearon y no tiene sentido vivir de los réditos de lo que hicieron”. ¿Qué piensa de estas palabras?
Son indignas. Decir que aquello fue una pelea cuando lo que ocurrió fue una sublevación militar es una barbaridad. Dicen que lo que se quiere es reabrir heridas, pero no hay ganas de revancha ni de odio en este país, hay ganas de decencia humana y dignidad. Si yo tengo un abuelo en una fosa lo intentaría sacar, igual que si Pablo Casado lo tuviera, también lo haría, en vez de hablar de “la fosa del abuelo”. Eso no es cristianismo ni catolicismo, todo lo contrario, es blasfemia e hipocresía. Debería ser muy fácil a estas alturas dejar a los demás recuperar a sus muertos.
¿Qué otras cosas están pendientes?
Veremos qué pasa con el Valle de los Caídos, si el Gobierno logra conseguir lo que se está proponiendo. No sé si les va a dar tiempo. Si la izquierda no gana las próximas elecciones va a haber una vuelta atrás en memoria histórica, ya lo ha dicho Feijóo, como lo dijo Mariano Rajoy en su momento. Ese es mi temor.