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Por qué el norte de España arde en invierno

Una combinación letal se ha unido este diciembre en la cornisa cantábrica. Falta de lluvias, temperaturas inusualmente altas y viento han propiciado la extensión de las llamas en cientos de incendios forestales fuera de la temporada alta de siniestros asociada al verano. Pero no todo son factores externos a la acción humana: los profesionales del fuego explican que “la falta de gestión forestal” y el uso indebido de las llamas como práctica rural son lo que determinan que el resultado haya sido varios cientos de hectáreas de monte quemado en la fachada norte de España. En Asturias, en Cantabria, en el País Vasco y Galicia, una oleada de fuegos fuera de época ha abrasado los bosques.

El balance de destrucción ha desvelado “el problema del abandono de las políticas y gestión forestales”, según cuenta Íñigo Hernández, bombero forestal, a eldiario.es. Los datos están ahí: en el Principado de Asturias se han declarado desde el pasado fin de semana más de 100 focos. En Cantabria más de 40. En San Sebastián, han ardido unas 200 hectáreas del monte Igeldo. En Galicia 150 hectáreas en Carballeda de Valdeorras. En Navarra también ha habido llamas. Todo en pleno diciembre cuando ya muy poca gente piensa en incendios forestales.

“El problema no es que se declare un incendio sino la propagación”, explica Hernández. Se refiere a que “la dejadez hace que cualquier foco se convierta en una seria amenaza. Los incendios son cada vez más difíciles de controlar”. Y analiza sobre este pico incendiario en el norte peninsular que “esta vez no puede decirse que sea por especulación urbanística. Pero si la gente no está en el monte, si hay un abandono...nos encontramos con este tipo de incendios y ya está”, zanja.

La especulación no es el motivo

Porque, según apuntan los indicios, detrás de muchos de los fuegos de este diciembre no hay una especulación del terreno sino un mal uso de los recursos. Concretamente, la quemas para liberar terreno para el pasto del ganado. “La mayoría de los incendios en Asturias son por este motivo, por el uso incontrolado del fuego en el medio rural”, cuenta Diana Colomina de WWF-Adena. Colomina apunta que “el abandono de este entorno muy transformado pro la acción humana provoca que haya una continuidad del combustible en el monte –tanto vertical como horizontal– lo que convierte las quemas en mucho más peligrosas”. El fiscal de Medio Ambiente, Antonio Vercher, ha declarado que hay “muchos elementos que permiten pensar que puedan ser intencionados”.

Usar el fuego en labores ganaderas y agrícolas está detrás de la mayoría de incendios en España. Tanto en los calificados legalmente como negligencias como los denominados “intencionados”. Para la Fiscalía de Medio Ambiente, una negligencia se produce cuando el responsable “no tiene intención de que haya un incendio”. Fueron el 85% del total de casos en 2014 (un año especialmente bueno). Más de dos tercios de todas las negligencias vienen de las “quemas” supuestamente controladas. El resto de focos se trataron de “incendios forestales intencionados”. Y en ese grupo “las prácticas tradicionales inadecuadas” ocupan el primer puesto. Para los fiscales esas prácticas son, sobre todo, “quemas de vegetación para pastos” como las que son habituales en Asturias.

Carlos Martín es miembro de las Brigadas Forestales del Ministerio de Medio Ambiente (BRIF) que ha trabajado en varias campañas invernales en Cantabria. Para este bombero, “el problema viene porque las subvenciones de la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea están destinadas a prados que sirvan de pastos. Y para que esos prados sean pastables tienen que quemarse, no pueden tener matorrales”. Así que, según él, “es un mismo círculo vicioso: para que haya subvención tiene que haber pastos. Para que haya pastos tiene que haber fuego”. Además, Martín explica que, por ejemplo, en Cantabria “lo que se quema son tojos que se convierte en combustible incluso 24 horas después de haber llovido”. Por lo que, “el problema precisa un enfoque totalmente distinto para la política ganadera”.

Otoño cálido y seco

Diana Colomina va más allá: “Todos los años se producen quemas en esta época en la cornisa cantábrica”. Colomina apunta a que las nuevas condiciones climáticas actúan como combustible añadido para la extensión de las llamas. “El calor y la sequía son síntomas del cambio climático”, dice.

El trimestre del otoño 2015 ha sido “cálido y seco”, según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). Pero ¿Cuánto? En términos generales, la estación no ha resultado mucho más caliente, solo 0,5 ºC sobre la media. El calor se ha concentrado en el mes de noviembre, justo las semanas previas a los incendios. Septiembre fue “frío” y octubre “normal”, según el análisis de la AEMET. Sin embargo, el mes pasado “en áreas del centro peninsular, así como de Pirineos, Cordillera Cantábrica y norte de Galicia llegó incluso a ser extremadamente cálido, con anomalías térmicas en estas áreas superiores a +2ºC”.

A eso se le ha unido la falta de lluvias. Si los meses de septiembre y octubre resultaron “casi normales” con unas precipitaciones que quedaron un poco por debajo de la media histórica, noviembre terminó por ser realmente seco “con una precipitación que se situó casi un 40% por debajo de la media”. En ese sentido, la asociación Greenpeace  reitera que “el cambio climático no es una causa de incendio, sin embargo sí que explica los cambios que se están produciendo empeorando las condiciones de inicio y de propagación”. 

Diana Colomina insiste en que se hace preciso “un trabajo con la población local para ayudar a un cambio en la concepción del uso del fuego”. En su estudio de tipos de incendiarios, la Fiscalía de Medio Ambiente caracteriza a los que prenden estos fuegos como “irresponsables”. Luego pueden ser “colaborador” o “no colaborador” si avisan a las autoridades. Suelen ser los incendios forestales más propios de la primavera o el invierno “cuando el riesgo es menor” y asociado a zonas de aprovechamientos económicos. Diciembre de 2015.