Los incendios forestales son un riesgo para la salud incluso a cientos de kilómetros de donde se producen

David Noriega

9 de agosto de 2023 22:03 h

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Un incendio declarado el pasado domingo obligó a desalojar a una veintena de familias del barrio de Puerto Real, en Cádiz, cortó varias carreteras y incluso dejó sin luz a algunas zonas de la capital gaditana. Pero el radio de las consecuencias del fuego –ya controlado–, el humo y las partículas que genera la combustión de la masa forestal en la salud se expandirán a kilómetros de distancia. Hace apenas unas semanas, el satélite Copernicus captó desde el espacio cómo los efectos de los grandes incendios que arrasaron más de cinco millones de hectáreas en Canadá en junio se notaron en la costa europea. En Galicia apareció incluso “una banda nublada de aspecto difuso”. El pasado mes de agosto, los vecinos de Madrid comenzaron a percibir un preocupante olor a quemado bajo un cielo amarillento. Los servicios de emergencias atribuyeron entonces estos hechos a los fuegos que sufría Portugal, a 200 kilómetros de distancia. Esta semana, miles de hectáreas forestales están ardiendo en Portugal.

La evidencia científica sobre la dispersión de partículas finas (MP) que se produce en los incendios forestales es amplia, como lo es también su efecto nocivo sobre la salud de las personas. En 2021, la revista The Lancet Planetary Health publicó el primer estudio a nivel global que analizaba la relación entre las condiciones diarias de MP 2,5 de los incendios forestales y los datos de mortalidad de 749 ciudades de 43 países entre los años 2000 y 2016. El trabajo concluyó que cada año se produjeron más de 3.500 muertes en todo el mundo atribuibles a esta contaminación. En España, indicaba que habían fallecido 234 personas.

Unos años antes, un equipo del Grupo de Investigación en Cambio Climático Salud y Medio Ambiente Urbano de la Escuela Nacional de Sanidad, ya había analizado la influencia de las masas de aire con partículas procedentes de la combustión de biomasa en la mortalidad por causa específica en Madrid, entre 2004 y 2009. “Estudiamos los efectos a corto plazo. Entre uno y diez días después de que se produzca un incendio forestal aumenta la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y respiratorias, incluso en lugares que puedes estar alejados a cientos de kilómetros”, explica Julio Díaz, uno de los autores.

Entre uno y diez días después de que se produzca un incendio forestal aumenta la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y respiratorias, incluso en lugares que pueden estar alejados a cientos de kilómetros

En otro estudio, publicado en 2018, estos expertos ya advertían de que “es probable que los incendios forestales sean cada vez más frecuentes en el contexto del cambio climático”, lo que haría necesario análisis de las concentraciones medias diarias de MP10 (con un diámetro menos a 10 micrómetros) vinculadas a estos eventos. En ese mismo trabajo, que analizaba los medidores de las diferentes capitales de provincias entre 2004 y 2009, indicaban que las concentraciones medias de estas micropartículas perjudiciales para salud habían sido mayores donde se había producido combustión de biomasa y que, además, esta estaba asociada a una mayor mortalidad diaria donde los los incendios forestales habían sido más frecuentes.

La ONU ha avisado de que “mientras el planeta siga calentándose, aumentarán los incendios forestales y la contaminación que conllevan, lo que impactará en el bienestar de las personas”. El programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) monitoriza en tiempo real la calidad del aire a escala global. En este enlace, puede verse si los datos que arrojan los medidores están por debajo o exceden, y en cuánto, los niveles establecidos por la Organización Mundial para la Salud (OMS).

Durante los recientes fuegos de finales de la semana pasada e inicios de esta, en el triángulo Cádiz-Huelva-Sevilla, se han superado los parámetros de la OMS hasta entre tres y siete veces. En la costa catalana –relacionado con el último incendio en Girona– todos los indicadores superan estos límites. Este lunes, los bomberos de la Generalitat daban por controlado el fuego en al zona del pantano de Portbou, en Girona, que ha quemado 573 hectáreas.

Catalunya ha sido una de las regiones más castigadas por los fuegos provocados en la última década. Un estudio del departamento de Ingeniería Agroforestal de la Universidad de Lleida estudió las trayectorias de los penachos de humo y determinó que habían afectado al Mediterráneo y al norte de África. “Estos gases y aerosoles son transportados en la atmósfera desde su lugar de origen, conducidos por la dirección del viento y otras variables meteorológicas, produciendo impactos no solo sobre los ecosistemas, sino sobre la salud y seguridad de la población locas”, señala el trabajo.

“Riesgos de especial relevancia para la salud pública”

La OMS considera la contaminación del aire como una de las mayores amenazas medioambientales para la salud humana. “Los riesgos para la salud asociados a las partículas en suspensión de diámetro igual o inferior a 10 y 2,5 micras son de especial relevancia para la salud pública”, señalaba en un comunicado, porque “son capaces de penetrar profundamente en los pulmones” y, las más pequeñas, “incluso entrar en el torrente sanguíneo, lo que afecta principalmente al sistema cardiovascular y respiratorio, así como a otros órganos”.

La cuenca del Mediterráneo es uno de los puntos rojos de los incendios. Este mismo verano una oleada de fuego ha carbonizado decenas de miles de hectáreas en Grecia, Italia y Argelia. El proyecto Med-Particles, financiado por la Unión Europea, estudió hace ya una década el tamaño y la composición de las partículas, provenientes de la contaminación, del polvo del Sahara y de los incendios forestales, en los países del Mediterráneo, los más afectados de Europa, así como sus efectos sobre la salud a corto plazo. En aquel momento, los especialistas encontraron “evidencias de los altos efectos de las MP en la mortalidad y las hospitalizaciones de emergencia durante” esos días.

Y los incendios no se han reducido desde entonces. En España, el índice de condiciones meteorológicas para que se produzcan estos accidentes ha pasado de 24 en 1980 a 30 en 2020, como muestra el siguiente gráfico con datos de la Comisión Europea.

La OMS redujo en 2021 los umbrales máximos de dióxido de nitrógeno y micropartículas en el aire para la protección de la población, que tienen un impacto en la salud en cualquier cantidad. Por ejemplo, las las MP 2,5, este organismo ha definido cinco microgramos por metro cúbico de aire, frente a los 25 de la legislación actual. La Unión Europea todavía se encuentra revisando la directiva de Calidad del Aire que, una vez aprobada, deberán adaptar los países miembro.

Estas micropartículas se ocasionan por la acción de la mano humana, pero también por causas naturales, como la calima. “Nosotros pretendemos que se consideren los incendios forestales como una parte más de la ecuación regida por el cambio climático. Si tenemos una ola de calor, como esto días, que además está influenciada por la entrada de polvo del Sahara, que aumenta las partículas, y además tienes un incendio, vamos a ver un impacto en la salud que tiene que ver con muchas causas. Nuestra postura es que no podemos quedarnos de brazos cruzados porque el incremento de MP sea de origen natural, sino que tendremos que reducir las emisiones de origen antrópico, principalmente en las grandes ciudades, para no superar los niveles permitidos”, desarrolla Díaz.

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