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“¿No tiene usted inclinaciones con las que no se siente cómoda?”. “¿No tendrá inclinaciones exhibicionistas no asumidas?”. Fueron algunas de las preguntas que uno de los abogados de la defensa formuló durante su interrogatorio hace unos días a Gisèle Pelicot, la mujer francesa violada por decenas de hombres en complicidad con su marido, Dominique Pelicot, que le suministraba sin su consentimiento medicamentos que la dejaban al borde del coma. Gisèle decidió celebrar el juicio a puerta abierta y dar la cara, contradiciendo las indicaciones habituales de los tribunales para proteger a las víctimas, precisamente porque quería hacer frente a estigmas y vergüenzas. Sin embargo, preguntas y comentarios han sobrepasado su paciencia y han servido, eso sí, para mostrar hasta dónde puede llegar la revictimización hacia quienes sufren violencia sexual.
Pero, ¿qué es la revictimización? Olga Barroso, psicóloga especializada en violencias machistas, explica que cuando una víctima que ha sufrido violencia y, por tanto, un proceso traumático, tiene que contar lo vivido, vuelve a experimentar el mismo sufrimiento. Si, al contarlo, la persona que lo recibe muestra empatía y cercanía con el relato, hacerlo “va a ser sanador”. Si, por el contrario, su experiencia es recibida con frialdad, crítica o dureza, “va a ser retraumatizante y revictimizante”.
“Más aún si la otra persona busca unir de alguna manera tu comportamiento con lo que te ha sucedido”, especifica. Barroso asegura que no se trata de que juezas, jueces o abogados sean “amorosos” sino de que muestren una “expresión empática” y cuidadosa, y de que los procesos estén guiados por una perspectiva más psicológica y del trauma.
En el caso de Gisèle Pelicot, la falta de empatía llegó temprano. El juez habló de “actos sexuales” al inicio del juicio –una expresión contra la que la mujer se revolvió–, una abogada de la defensa se dirigió a ella a gritos mientras le hacía preguntas insistentes sobre su consentimiento, y otro le preguntó por sus “inclinaciones” o sus hábitos con el alcohol. “Me siento humillada desde que he entrado en esta sala, se me trata de alcohólica, cómplice... hace falta tener mucha paciencia para escuchar lo que escucho”, ha declarado Gisèle estos días. La portada de la revista satírica Charlie Hebdo también aludía a la víctima de manera caricaturesca y ridiculizadora.
La abogada Laia Serra afirma que la revictimización no solo tiene que ver con las preguntas que se hacen en un juicio, sino también con la dilación del procedimiento, con la información que se da o no a la víctima para que sepa cómo va a discurrir el juicio y cómo puede prepararse psicológicamente, con la protección de su identidad o imagen, o con el trato que reciben por parte del funcionariado... “Tenemos ejemplos en los que la privacidad de ellas acaba destruida”, apostilla.
Algunos de esos casos son ampliamente conocidos, desde la superviviente de 'la manada' hasta la víctima del futbolista Dani Alves. La primera tuvo que aguantar que se revelara su identidad en Internet, que se divulgaran fotos de la causa, que una de las defensas encargara a un detective que la siguiera durante un tiempo o que en el juicio se cuestionara, incluso, su forma de sentarse. En el caso de la segunda, la familia del futbolista también sacó a la luz su identidad y ella, al comenzar el proceso, llegó a renunciar a cualquier posible indemnización para que nadie dudara de su palabra.
Preguntas procedentes y sin tono agresivo
No obstante, Serra cree que las cosas en España han cambiado a raíz del caso de 'la manada', la movilización feminista y la ley del 'solo sí es sí'. “La introducción del concepto de 'violencia institucional' también ha ayudado a que las instituciones entiendan que el balón estaba en su tejado. Sí que esas cosas que vemos en el caso de Pèlicot siguen pasando aquí pero mi percepción es que ahora dependen más del mal hacer de abogados y abogadas que intervienen en el proceso que de la judicatura o de la fiscalía”, opina. La abogada ha presenciado agresividad y broncas en las salas de vistas o escuchado cómo un abogado defensor preguntaba a una mujer si “había disfrutado” durante los hechos, y subraya que los tribunales deberían intervenir más en esos casos y adoptar un enfoque “más victimológico”.
Paz Lloria, catedrática de Derecho Penal en la Universitat de València, señala que las defensas pueden utilizar “todos los elementos a su alcance” para defender lo mejor posible a sus clientes, “pero desde luego intentando ser al máximo respetuosos con todas las partes”. “Se puede preguntar por la voluntariedad de un acto pero en un tono respetuoso, y las preguntas sobre ciertas circunstancias solo tienen cabida si tienen que ver con el procedimiento”, apunta Lloria, que afirma que, sin embargo, en este tipo de casos se siguen dando en ocasiones comentarios o preguntas inapropiadas. La catedrática subraya la necesidad de incluir la perspectiva de género en el trabajo de todos los operadores durante los procesos.
Laia Serra constata que el derecho a la defensa permite entrar a fondo en los interrogatorios para evaluar los hechos y la credibilidad de las víctimas, pero que hay preguntas y tonos “improcedentes”: “Nosotras demostramos que podemos hacer juicios de violencia sexual sin faltar a la consideración de los acusados, que les interrogamos y sometemos a la contradicción, y si podemos hacer juicios profundos, rigurosos, estructurados, completos sin destruir a la persona, quiere decir que del otro lado también se puede hacer”. Desde las acusaciones, prosigue, también pueden aprovecharse, por ejemplo, de prejuicios racistas “y no lo hacemos porque no es ético”.
Todos estos señalamientos hacen que la actitud de Gisèle Pèlicot sea más bien una excepción a la regla de lo que la mayoría de víctimas está en condiciones de afrontar. La experta en violencias Olga Barroso destaca la necesidad de garantizar un acompañamiento psicológico “con perspectiva de género” para que las mujeres puedan llegar a los juicios con menos dolor y más preparadas, y los puedan superar de manera que no les supongan un sufrimiento aún mayor. “Y que haya una perspectiva más psicológica y del trauma en los procesos. Si ellas saben que contarlo las va a retrotraer a un infierno muy profundo, no lo van a hacer”, concluye.