Hay vecinos de Alcorcón (Madrid) que estos días se niegan a acudir a su cita con el especialista en el hospital de la ciudad. Temen contagiarse de ébola porque fue a ese mismo centro al que acudió la auxiliar de enfermería enferma. En el metro de Madrid ya hay personas que se agarran a las barras con la tela de sus chaquetas por medio. Cinco días después de que se diagnosticara el primer contagio por ébola en España, la enfermedad es trending topic en Twitter y en la calle. El miedo al contagio subyace en la mayor parte de los mensajes.
El Gobierno ha tomado finalmente este viernes las riendas de la gestión de la crisis y ha anunciado la creación de un “comité especial” y un “comité científico” para abordarla. Más allá de coordinar y planificar, por primera vez, desde que el ébola llegó a España, estos comités establecerán “protocolos de política informativa para la máxima transparencia a la sociedad española y a los profesionales de la comunicación”, según ha explicado la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, tras el Consejo de Ministros.
Horas después, la ministra de Sanidad, Ana Mato, respondió a la pregunta sobre el estado de las personas ingresadas con una sorprendente evasiva: “Lo que sabemos es a través de los medios de comunicación, no tenemos más información que esa”. Contradecía con sus palabras la declaración institucional del Consejo Interterritorial, que hace un llamamiento a los medios de comunicación para “evitar situaciones que pudiesen generar una alarma injustificada en un asunto que merece el máximo rigor”.
El nuevo comité promete, a partir de ahora, comparecencias al menos una vez al día. Un cambio radical si tenemos en cuenta que desde la rueda de prensa de 21 minutos en la que la ministra anunció el primer caso de ébola fuera de África –y poco más– no hubo otra declaración oficial. Sí otras de dudosa legitimidad, como las del médico de La Paz que declaró en la puerta del hospital que Teresa Romero le había 'confesado' el supuesto error fatal que causó el contagio.
¿Cómo evitar la alarma social?
Más allá de la formación, protocolos e información que las autoridades sanitarias transmiten y coordinan con los profesionales sanitarios; más allá del acierto o el desatino en las decisiones tomadas, la comunicación y transparencia con la ciudadanía es clave en una crisis como la actual. “Es justo que la población conozca la información que recogen los servicios de salud pública y que tiene que ver con riesgos para su salud. No es información sólo de los profesionales ni de los servicios sanitarios. En teoría, las personas que disponen de información pueden afrontar los problemas mejor”, destaca Andreu Segura, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS).
No obstante, ni toda la información vale ni tampoco se puede transmitir de cualquier manera. “No se trata de rebotar sólo a la población la información de que se dispone, sino de hacerlo de forma comprensible, pero esto es más complejo. Eso implica también despojarla de tu manera de ver las cosas, de tus intereses”, añade.
Y es en este proceso donde juegan un papel clave los medios de comunicación. Como intermediarios entre las instituciones y la población, profesionales de salud pública y de la comunicación coinciden en que es necesaria una comunicación fluida entre ambos actores. La Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS) recuerda a las administraciones sanitarias que deberían “ofrecer toda la información disponible con total transparencia y veracidad”. En esta línea insta a las administraciones públicas a proporcionar “portavoces expertos y adecuados que mantengan un contacto periódico con los medios de comunicación durante la crisis”.
La realidad contradice la lógica de buenas prácticas. “Debería de haber una rueda de prensa diaria a una hora determinada. Se deberían determinar dos o tres interlocutores, ofrecer información oficial de forma puntual”, explica la presidenta de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), Elsa González.
“Una crisis tiene que tener unos interlocutores variados y esos interlocutores tiene que estar en todo momento a disposición de los periodistas”, reivindica. Nada de esto ha sucedido hasta el momento. Por poner un ejemplo, este periódico solicitó al Ministerio de Sanidad el pasado martes hablar con algún experto. Siguiendo las indicaciones del Gabinete de Comunicación, se envió la solicitud por correo electrónico. Hasta el momento, no se ha obtenido respuesta.
El miedo es peligroso
“Cuando el miedo se socializa y se exagera, provoca reacciones irracionales y en lugar de actuar como un mecanismo de defensa nos hace empeorar las cosas”, explica Segura. Por ello, es fundamental para la gestión de la salud pública evitar la alarma social. Sus consecuencias pueden resultar nefastas para la población. Imaginemos que todo el mundo que tenga fiebre por encima de los 38 grados va al médico. Se pueden colapsar los servicios de salud. Además, otras dolencias pasarán desapercibidas porque todos los protocolos se focalizan en localizar posibles infecciones de ébola, explica Segura.
El experto en salud pública añade otra consecuencia: se quiebra la cohesión social. “Se busca al culpable fuera y se generalizan las situaciones de xenofobia”, advierte. En este sentido, declaraciones como las del presidente del Centro Canario Nacionalista (CCN), Ignacio González, esta semana, proponiendo cerrar las fronteras con los países en los que se hayan detectado personas infectadas por ébola, no ayudan demasiado a contener estos posibles brotes de racismo.
González insiste en que la Administración, como fuente primaria, como conocedora de primera mano de la situación, debe facilitar la labor de los periodistas. La falta de acceso a las fuentes primarias –expertos y gestores- que conocen la situación está alimentando todo tipo de bulos y noticias falsas. “Están invitando a que el medio de comunicación busque sus propias alternativas y en algún caso no son las correctas. No se está preguntando a las personas adecuadas”, prosigue González.
La ANIS insiste en que hay que evitar los rumores y mensajes contradictorios, porque generan desinformación y alarma social. Precisamente la falta de información oficial facilitó que algún medio diera por muerta a Teresa Romero el jueves por la tarde, contribuyendo al malestar e inquietud social. “Lo están haciendo tan mal que nos estamos poniendo a su altura”, reconoce la presidenta de la FAPE.