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Inteligencia artificial contra las mordeduras de serpiente: cómo atajar más de 100.000 muertes al año

En las zonas más pobres del planeta ser mordido por una serpiente venenosa forma parte de la realidad cotidiana y cada segundo que pasa hasta el tratamiento con el antídoto es una cuestión de vida o muerte. “A la hora que transcurre entre la mordedura y el tratamiento la llamamos la hora dorada”, explica Gabriel Alcoba, médico experto en mordeduras de serpiente de Médicos Sin Fronteras (MSF) que lleva años trabajando en países como Sudán del Sur, Camerún o Nepal. 

En su larga experiencia, este médico ha visto todo tipo de casos y sabe que es vital la información sobre la serpiente, ya sea una descripción de los testigos, una fotografía o el cuerpo muerto del animal, aunque las autoridades recomiendan no intentar matarlas. “Recuerdo el caso de un niño de 7 años que metió la mano en una madriguera y le mordió una cobra”, relata a elDiario.es. “El padre reaccionó y la serpiente también le mordió. Solo pudimos salvar al niño”.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el veneno de las serpientes mata cada año a entre 81.000 y 138.000 personas en el mundo y deja a otras 400.000 discapacitadas de por vida. Una buena parte de los 2,7 millones de personas que reciben mordeduras de serpientes venenosas cada año suelen estar inmersos, al mismo tiempo, en una migración forzosa por conflictos o desastres naturales, por lo que aumentan las posibilidades de atravesar zonas inundadas y recibir un ataque. 

Algunos pacientes llegan después de 24 horas muy graves, con gangrenas que terminan en amputaciones

Como no tienen acceso a asistencia médica, el primer recurso de las víctimas suele ser un curandero, lo que multiplica las probabilidades de un desenlace fatal. “Nos llegan con torniquetes e incisiones, a veces les han restregado orina o heces de vaca, cosas que pueden ser muy tóxicas”, explica Alcoba. “Algunos pacientes llegan después de 24 horas muy graves, con gangrenas que terminan en amputaciones”. Saber si es una serpiente venenosa o una imitadora también es importante para aplicar bien los escasos recursos y para evitar el riesgo de choque anafiláctico, ya que los antídotos —que se elaboran con suero de caballo— pueden desatar una reacción alérgica. 

La IA contra la mamba negra

Esta cruda realidad ha llevado a Alcoba y Rafael Ruiz de Castañeda, de la Universidad de Ginebra, a desarrollar un programa basado en inteligencia artificial (IA) que ayude a los equipos locales a tomar decisiones rápidas. El sistema, presentado en la revista PLOS Neglected Tropical Diseases, ya está en marcha en un proyecto piloto de MSF en Sudán del Sur. Su base es un programa de aprendizaje automático que ha sido entrenado con más de 380.000 imágenes de serpientes de todo el mundo y que sirve para identificar la especie y su tipo de veneno. 

“Aunque en algunos lugares hay muy poca información, estamos consiguiendo mejorar los resultados y el algoritmo alcanza tasas de acierto del 90%”, explica Ruiz de Castañeda a elDiario.es. “Al final, lo que nos permite es saber qué está pasando ahí fuera, porque tenemos un gran vacío de información; sabemos que hay gente muriendo, pero no sabemos qué les ha picado”.  

Tenemos un gran vacío de información; sabemos que hay gente muriendo, pero no sabemos qué les ha picado

Los investigadores son conscientes de que existe una realidad muy compleja y diferentes niveles de información y de acceso al tratamiento dependiendo de cada país y región. Si los pacientes llegan a tiempo a un centro sanitario, los médicos pueden tratar de averiguar de qué serpientes se trata por los síntomas: inflamación y hemorragias pueden apuntar a las víboras, mientras que si hay una parálisis muscular podría tratarse de una mamba o una cobra. Todo esto condiciona el tratamiento, que en el caso de la mamba negra puede ser de entre 6 y 9 dosis, pero si hay un error se puede desperdiciar mucho antiveneno, que es un tratamiento muy escaso y costoso. 

Un problema creciente

“Cuando estaba trabajando en Sudán del Sur, en 2014, recibíamos del orden de tres pacientes al día, y diez años después la situación ha ido empeorando”, explica el doctor Alcoba. Solo entre enero y julio de este año, MSF ha tratado en este país a más de 300 pacientes de mordeduras de serpiente en centros sanitarios. Los médicos han elegido esta región porque tiene uno de los números más bajos de estudios sobre serpientes, pero experimenta una de las tasas más altas de ingresos por mordeduras. 

“Algunas serpientes son muy parecidas, se camuflan como tóxicas y es muy complicado identificarlas, hay un nivel de error bastante alto”, subraya. Otro caso que le dejó impactado fue el de un niño de 4 años que atendió en 2016 y al que le había mordido una serpiente en la mejilla derecha, justo debajo del ojo. “No sabíamos qué serpiente le había mordido, solo veíamos que se hinchaba y es peligroso porque la inflamación puede afectar a las vías respiratorias”, recuerda. “El padre había visto una serpiente en la casa, pequeña y negra, no sabíamos si era una cobra o si era una Atractaspis, en cuyo caso no hay antiveneno”. Es en este tipo de casos donde la herramienta puede ser vital, insiste.

“Se pueden dar muchas situaciones, nosotros queremos usar la herramienta para realizar un mapeo y saber dónde están las serpientes más peligrosas para reaccionar enseguida”, afirma el doctor Alcoba. “Ahora comprendemos cuáles son las especies que están afectando a qué poblaciones en qué lugar del mundo”, añade Ruiz de Castañeda. “Y ahora también sabemos cuáles son los tratamientos que hace falta poner en ese lugar del planeta, porque el problema es que los ministerios de Salud compran productos, pero no saben muy bien cómo distribuirlos, porque no saben lo que hay ahí afuera”.

La nueva herramienta no servirá solo para reaccionar ante los casos que llegan, sino para prepararse. “Saber que hay serpientes venenosas en una zona, gracias a la colaboración de los usuarios, nos permitirá anticipar la llegada de posibles víctimas”, concluye Ruiz de Castañeda. “Identificar su presencia con la IA y alertar a ese médico de la zona para que se prepare para recibir casos. Es solo un granito de arena más, una contribución más a lo que nosotros llamamos el diagnóstico zoológico, que en ciertos lugares del mundo puede marcar la diferencia”.