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El 80% de los peces invasores que salva la nueva ley son especies trofeo o cebos para la pesca deportiva

Ejemplar de perca americana, black bass (Micropterus salmoides).

Raúl Rejón

Dos hombres viajan en una lancha por un pantano. Pescan lucios. Uno de ellos graba un vídeo que luego publica sobre cómo cobran un ejemplar: “¡Qué pepino!”, exclama, porque el pez pesa 11 kilos y mide 108 centímetros, según sus cálculos. A los pocos minutos, el ejemplar vuelve al agua.

Otros dos pescadores se adentran con su barca en los embalses que se forman con el río Júcar a la altura de Cortes de Pallás (Valencia). Van buscando black basses. Y los sacan. Grandes ejemplares de más de dos kilos. Son los protagonistas en un programa de la televisión pública que emite La 2 en 2017. Un episodio dedicado a los master-bass, la búsqueda y captura de los peces más grandes de esta especie. Tras sacarlos, vuelta al río.

La escena se repite una y otra vez. Los pescadores retratan sus lances. Exhiben las presas si tienen un buen tamaño, cuanto más grande mejor, y luego devuelven el trofeo al agua (al fin y al cabo, no tienen otro valor que el de la instantánea o el vídeo). Muchas de las especies implicadas son variedades exóticas invasoras, una de las mayores causas de pérdida de patrimonio natural en España y el mundo y cuya regulación fue modificada hace una semana por el Congreso para facilitar su presencia en la naturaleza con fines cinegéticos.

Así ocurre con los lucios y los basses de las escenas anteriores, pero también con las depredadoras luciopercas o los siluros. “Ya le decimos adiós al siluro”, se oye decir a una pescadora en otro vídeo público. Y el gigantesco pez vuelve mansamente al curso fluvial. Lo mismo pasa cuando ha sido una carpa o una perca: picada, lance, cobro, foto, y regreso al ecosistema. Pesca sin muerte, se denomina. Un acto que perpetúa el daño que estas invasoras perpetran al hábitat.

De las 18 variedades exóticas invasoras de peces fluviales incluidas en el Catálogo oficial del Ministerio para la Transición Ecológica, 15 son trofeos de pesca deportiva o cebos para capturarlas o alimentarlas. La ley proscribe la suelta de estas especies al medio natural. De hecho, las órdenes de caza y pesca autonómicas habían tenido que irse corrigiendo para adaptarse de manera que permitían la captura de estas especies invasoras, pero estaban haciendo obligatorio su sacrificio. Nada de echar el pez al agua.

La reciente modificación de la ley de patrimonio natural (aprobada con los votos del PP, Ciudadanos, PNV y PdCAT ) permite mantener todas estas especies donde se hubieran establecido antes de 2007 e, incluso, descatalogarlas: “No son dañinas donde están presentes desde antiguo”, argumentó la portavoz del PP, Teresa de Lara. Justificaron el cambio en mantener la actividad económica “y la tradición”, ligadas a la pesca deportiva de estos peces invasores. Actualmente, en la lista ministerial no aparecen otras dos especies que salvó el Gobierno del PP en 2013: la carpa y la trucha arco iris y que el Tribunal Supremo ordenó reincorporar al catálogo de especies exóticas invasoras. 

La nueva reglamentación incomoda al Gobierno, sorprendido porque se haya soslayado el criterio científico a la hora de redactar la norma. Entonces, ¿qué dice la ciencia sobre ellas? Las fichas técnicas que acompañan a cada especie para sustentar su calificación oficial como invasora repiten al describirlas su “gran impacto” sobre los ecosistemas fluviales españoles. Y comparten un encabezado común: “Muy valorada por la pesca deportiva”. O en su defecto, “utilizada como cebo” para la pesca. Una revisión de lo que dejaron por escrito los científicos muestra la relación: daño ecológico y anhelo deportivo por los trofeos que sustentan la actividad salvada por la nueva ley.

Extinguen otras especies

El gran protagonista de la pesca deportiva en España es el blackbass. La perca americana, que aglutina hasta tres modalidades diferentes de campeonato de España organizados por la Federación Española de Pesca. Un extracto de su ficha: “Gran impacto sobre el hábitat acuático debido a su efecto devastador en muchos casos sobre las poblaciones de peces autóctonas, llegando a producir extinciones locales de éstas”. Es “nociva para los ecosistemas acuáticos, que provoca graves perturbaciones en la composición del zooplancton, y por lo tanto sobre las condiciones ecológicas del hábitat”.

Oro pez de gran tradición y que da nombre a un open oficial de pesca  es el lucio. Introducido con fines deportivos en los grandes embalses de las cuencas tiene un doble efecto nocivo: “Produce un gran impacto sobre las especies autóctonas” al depredarlas y ha provocado la introducción de más exóticas para que le sirvan de alimento. “Se extiende por la mayor parte del territorio nacional”.  “Depredador de gran voracidad, llegando a extinguir las poblaciones en aguas remansadas, lo que a su vez lleva a los pescadores a introducir peces pasto exóticos, para paliar la situación e intentar incrementar el número de capturas de lucio”.

Sobre el enorme siluro, los técnicos afirman que se ha expandido por deseo de los pescadores (el primer ejemplar llegó en 1974 a Mequinenza en Aragón). Causa “un gran impacto sobre ecosistemas acuáticos por su voracidad”. También ha provocado la “suelta indiscriminada” de otras invasoras para que le sirvan de alimento.

Ese alimento es a base de “pez pasto”, el término que se aplica a las especies que se han liberado para que alimenten a los trofeos. Una de ellas, el alburno, se introdujo en el Ebro en 1992 y ya está en casi todas las cuencas menos en Galicia, Cantabria y Asturias. Ha sido incorporada a la invasoras dañinas porque se trata de “una especie muy competitiva con las especies autóctonas, por su alta fecundidad y gran voracidad”.

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