Aún existe mucho desconocimiento sobre los cigarrillos electrónicos a pesar del boom que han experimentado en los últimos años. Cada cierto tiempo se publican investigaciones sobre su seguridad o falta de ella, pero no hay todavía un consenso internacional al respecto. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha desarrollado un método para analizar los compuestos que se absorben al fumarlos. El resultado: “en la comparativa los electrónicos resultan menos dañinos para el organismo”, explica Joan Grimalt, uno de los autores de la investigación.
Las conclusiones del estudio revelan “que los electrónicos suministran nicotina a los fumadores pero no otros contaminantes que se transfieren con el tabaco, como el benceno, que es cancerígeno”. Aún así, los investigadores insisten en que “lo ideal es no fumar”. Los otros dos compuestos del cigarrillo electrónico (propilenglicol y glicerina) permanecen en el sistema respiratorio del vapeador pero, aclara Grimalt, “estos son compuestos inocuos que ingerimos en muchos alimentos”.
Otros estudios, sin embargo, afirman que aún queda mucho por investigar para llegar a una conclusión. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) sostiene que aunque estos compuestos presentes en el cigarrillo electrónico son inocuos cuando son utilizados por vía oral, “cuando son utilizados por vía inhalada su inocuidad no ha sido claramente demostrada”. Además, “metales como níquel, cromo y plomo han sido encontrados en el vapor de los electrónicos”. Estas sustancias, apunta SEPAR, “han sido clasificadas por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer como cancerígenas”.
Efectos sobre los fumadores pasivos
La técnica empleada por Grimalt y Esther Marco, que desarrollan su trabajo en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, permite conocer los compuestos que permanecen en el organismo a partir del análisis de aire exhalado por los voluntarios que participaron en el estudio.
En el caso del tabaco, en las muestras de exhalación se retiene nicotina, pero también otros compuestos como benceno, tolueno o etilbenceno, un componente natural del petróleo usado en la industria y en productos de consumo como pinturas o barnices. Además, según la investigación, el humo del tabaco introduce en el medio ambiente estos compuestos en concentraciones altas. El trabajo ha analizado, además, el humo de uno y otro tipo de cigarrillos para conocer el impacto que puede tener en los fumadores pasivos.
“Se ha descrito que el tabaco puede provocar que el fumador pasivo desarrolle enfermedades como el cáncer de pulmón, una observación coherente con la presencia de benceno”, apunta Grimalt. Y es que, de acuerdo con el CSIC, los compuestos dañinos del tabaco se quedan en suspensión en el ambiente, algo que no ocurre en el caso de los cigarrillos electrónicos. Con este estudio, que ha sido publicado en la revista Journal of Chromatography A, el CSIC pretende “abrir nuevas vías de investigación”.
En febrero de 2014 el Parlamento Europeo dio su visto bueno a la directiva del tabaco, que regula los cigarrillos electrónicos como productos medicinales siempre que se comercialicen como poseedores de propiedades curativas o preventivas, situación en la que deberán cumplir algunos requisitos, como justificar su acción como ayuda para dejar de fumar o como una alternativa al tabaco. Entonces, SEPAR ya apostó por una regulación “más rigurosa” y solicitó estudios porque “los componentes y efectos del cigarrillo electrónico sobre la salud no están suficientemente investigados”.