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Llegó a casa de madrugada con las medias rotas, desorientada y aturdida. Apenas unos flashes de lo que había ocurrido y fuertes dolores vaginales le alertaron a la mañana siguiente de que, según ha denunciado, le habían drogado en un bar de Madrid para después abusar sexualmente de ella. No fue sino hasta varias semanas después cuando una pegatina con el rótulo 'Ultrataque' le permitió seguir la pista de quienes, esa noche, habrían anulado su capacidad de reacción, según las sospechas, por sumisión química. Los denunciados son dos tenientes de la Guardia Civil. Uno de ellos destinado en Inca (Baleares) y el otro, en Ferrol (A Coruña), ambos en activo, y un tercer joven.
El Juzgado de Instrucción número 8 de Madrid indaga desde entonces, a instancias de la Fiscalía, el cúmulo de circunstancias que rodean a un caso cuyas pesquisas no han trascendido más allá de dependencias judiciales y policiales y a las que se dio impulso tras la denuncia interpuesta por la víctima, una joven mallorquina que había ido a pasar el fin de semana a Madrid y que regresó a la isla sin saber qué había sucedido realmente aquella noche.
El sumario, al que ha tenido acceso eldiario.es, pone el foco de atención en la noche del 11 al 12 de marzo de 2018. La denunciante, de 27 años, se encontraba en un bar de La Latina junto a su mejor amigo, en cuya vivienda se alojaba durante su estancia en Madrid. Cuando ambos se disponían a abandonar el local, aparecieron en escena los tres jóvenes denunciados y le ofrecieron a la chica tomar algo.
La joven decidió quedarse con ellos mientras su amigo optaba por marcharse a casa. Recuerda que los investigados afirmaban ser de León, hacían bromas sobre las gafas que llevaba uno de ellos y cómo tan sólo uno de ellos se presentó –bajo el falso nombre de Jorge–. Tras ello, se trasladaron a otro bar en el que ella pidió una caña. Son los recuerdos más vívidos que la chica conserva de aquella noche.
Según relata la denunciante, en un instante en el que entabló conversación con otro joven ajeno a ellos perdió de vista la cerveza. Desde ese momento todo se tornó confuso. Imágenes difusas y desordenadas de una discoteca vacía, del interior de un taxi, rodeada en la cama por varios hombres sin camiseta arrancándole las medias.
Tal como puso de manifiesto ante la Policía Nacional y, posteriormente, ante el juez instructor, la víctima cree que le introdujeron en la bebida algún tipo de sustancia química –intuye que burundanga, un tipo de droga que desaparece de la sangre escasas horas después de su ingesta, anula la voluntad y aplaca los recuerdos– para aprovecharse de su ausencia de facultades. De hecho, fue a la mañana siguiente cuando la chica tomó conciencia de la situación al despertar en la vivienda de su amigo con fuertes dolores vaginales.
Asustada, se dirigió a una farmacia para adquirir la píldora del día después ante la posibilidad de haber mantenido relaciones sexuales sin su consentimiento. Horas más tarde tomó un avión de regreso a Palma de Mallorca.
La versión de su amigo es otra de las claves sobre las que pivota la causa. Interrogado por los hechos, manifestó ante los investigadores que, a lo largo de aquella noche y preocupado por ella, le llamó en varias ocasiones. La joven le respondió con mensajes de texto apenas legibles. Sobre las tres de la madrugada, recuerda, su amiga llegó a su casa mareada, desorientada y con las medias rotas.
La joven decidió denunciar los hechos ante la Policía Nacional, en Palma. Lo hizo cinco días después de aquella noche ya que, afirma, el miedo la mantenía paralizada. De hecho, sobre el estado en que se hallaba, los agentes anotan en su atestado un apunte que consideran “relevante”: la denunciante presentaba “un trauma y/o consecuente bloqueo en el recuerdo de ciertos momentos de aquella noche”, por lo que se hacía necesario investigar los hechos y a los posibles “agresores”.
La víctima logró identificarles varias semanas después ya que, la noche en que les conoció, los investigados le habían entregado una pegatina que la víctima guardó en su cartera. El rótulo que aparecía en ella, 'Ultrataque' –referente a un grupo de Whatsapp de ligue del que los tres amigos formaban parte–, le llevó a indagar en redes sociales, donde finalmente logró reconocerles. De inmediato, la víctima puso los hechos en conocimiento de la Policía Nacional.
Llamativamente, las circunstancias en las que la joven mallorquina se vio envuelta no terminaron ahí. Apenas unos días después de identificar en Internet a los presuntos autores de los hechos y mientras la Policía recababa información, volvió a toparse con ellos. Había pasado mes y medio de aquella noche. El 28 de abril los tres denunciados habían irrumpido en la discoteca palmesana a la que, precisamente, la chica había acudido ese mismo día. Según fuentes del caso, dos de ellos habían decidido pasar unos días en Mallorca, donde vive el guardia civil destinado en Inca.
Tras contactar, alarmada, con la Policía, una patrulla se desplazó de inmediato hasta la discoteca para identificarles y los condujo a comisaría, donde acabaron imputados por un delito de abusos sexuales.
Frente a la versión de la joven, los dos guardias civiles, Javier V. (de 26 años) y Guillermo. P. (25), y el otro amigo que iba con ellos, Óscar P. (26), niegan de plano haber drogado a la denunciante y afirman que las relaciones que mantuvieron con ella fueron consentidas en todo momento. Aseguran, incluso, que éstas tuvieron lugar después de jugar a 'verdad o atrevimiento', una de cuyas condiciones conllevaba que la chica debía elegir a uno de los tres y acompañarle a la habitación, donde debían permanecer durante un minuto hablando “del tiempo en Mallorca”. Según alegan, acabaron manteniendo sexo oral con el beneplácito de la joven. Los tres coinciden en señalar que sólo uno de ellos, Óscar F. (el único de los amigos que no es guardia civil), la penetró.
Recuerdan, además, que, dado que la joven quería irse a casa, decidieron acompañarla en un taxi. En su declaración ante el juez, los investigados llegaron a manifestar que, para acreditar sus alegatos, disponían de una imagen de la matrícula del vehículo, que fotografiaron nada más apearse del coche.
Se da la circunstancia de que, minutos antes de declarar en Palma tras su imputación por abusos sexuales, los dos guardias civiles transmitieron a uno de los agentes que querían “entrevistarse con él”. Manifestaron, además, que creían “saber el motivo” por el que la Policía acababa de identificarles. Desde que las investigaciones se pusieron en marcha, la Guardia Civil ha remitido diversos oficios al Juzgado para conocer el estado de las pesquisas en el marco de la información reservada que el Instituto Armado procedió a abrir para asegurarse de los indicios que pesan sobre ambos agentes antes de decidir incoar un expediente disciplinario contra ellos.
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