Gemma Bastida
Málaga, 20 dic (EFE).- Casi 50 años lleva el profesor y periodista José Antonio Sierra batallando para impulsar la enseñanza del catalán, el gallego y el euskera en las escuelas oficiales de idiomas de toda España, un objetivo que aún no ha visto cumplido, lamenta, por los “prejuicios” existentes y la falta de voluntad política.
Sierra, que reside en Málaga, tiene 86 años y lleva jubilado desde 2003, aunque mantiene con igual empeño su particular cruzada para fomentar el estudio de las lenguas cooficiales de España más allá de las comunidades en las que se hablan.
“El catalán, el gallego y el euskera son lenguas tan españolas como el castellano” y por eso deberían poder estudiarse en todas las escuelas oficiales e institutos de idiomas de las universidades, “siempre que haya un mínimo número de alumnos matriculados”, sostiene en una entrevista con EFE.
Nacido en Villanueva de Gómez (Ávila) en 1936, José Antonio Sierra es licenciado en Filosofía y Letras y Magisterio y tiene estudios de Periodismo y Psicología Social. La mayor parte de su trayectoria profesional la ha desarrollado fuera de España, principalmente como profesor en Francia, Reino Unido e Irlanda, país donde ha vivido 34 años.
Su atracción por las lenguas empezó de muy joven, primero cuando de niño oía hablar en la radio en otros idiomas, lo que le despertaba cierta intriga, y años más tarde cuando pasó un verano en un camping de Torredembarra (Tarragona) y entró en contacto con el catalán, lengua que ha estudiado, como el gallego, aunque no ha tenido la oportunidad de hablar.
En 1962 le concedieron una plaza de auxiliar de conversación en un instituto de Lyon (Francia) y allí tuvo el “privilegio” de trabajar bajo la dirección del poeta occitano Bernard Lesfargues, traductor al francés de autores tanto en lengua española como catalana, quien le despertó el verdadero interés “por conocer la riqueza lingüística de España”.
Ya en los años setenta, y tras trabajar un tiempo en Reino Unido, Sierra se asentó en Irlanda, donde en 1974 fundó el Instituto Cultural Español de Dublín, el antecesor del actual Instituto Cervantes, e introdujo en la oferta académica la enseñanza del catalán, el euskera y el gallego.
“Fue la primera institución de España en el mundo en introducir la enseñanza de estas lenguas”, asegura José Antonio Sierra, que reconoce que la iniciativa “levantó ampollas en ciertos sectores”, ya que la consideraban “un peligro” para España.
“Pidieron mi cabeza, pero el embajador de España en Irlanda defendió mi actitud y continué en el cargo”, recuerda el profesor jubilado, que pese a las reticencias gubernamentales se mantuvo 22 años al frente de la institución.
En este instituto se llegaron a dar clases de catalán, pero no de euskera ni gallego, ya que nunca se alcanzó un mínimo de alumnos inscritos para formar una clase, apunta Sierra, que trabajó también en Irlanda como corresponsal para varios medios de comunicación.
Tras su jubilación, en 2003, regresó a España y se instaló en Málaga, donde sigue residiendo actualmente y desde donde continúa defendiendo la importancia de la enseñanza de las lenguas minoritarias a través de la asociación 'Diversidad y Convivencia', que él mismo fundó en 2004.
Sierra ha escrito centenares de cartas a políticos, ministros, directores generales, consejeros y otros cargos de las diferentes administraciones pidiendo que las escuelas oficiales españolas, estén en Murcia, Madrid o La Rioja, ofrezcan la posibilidad de estudiar las lenguas cooficiales. Pero su reivindicación aún está lejos de ser una realidad.
Cree que ello se debe a que “existe un desconocimiento generalizado de la riqueza lingüística de España, unos prejuicios terribles y a que las lenguas están politizadas”. Y especialmente, añade, a la falta de voluntad de los políticos.
Sierra insiste en que su intención no es obligar a nadie a impartir estas lenguas, sino dar la oportunidad a cualquier español de poder estudiarlas independientemente de la comunidad en la que viva.
Pese a que sus demandas han sido hasta ahora desoídas, José Antonio Sierra promete seguir batallando desde Andalucía para revertir lo que él considera una anomalía en España, convencido de que las lenguas “son la riqueza de un país”.