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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La luna, el dedo, la ciencia y el altavoz: el paso de Greta Thunberg por Madrid

Entre aquella adolescente que se sentaba sola frente al Parlamento sueco y la que se subió al escenario en Madrid delante de medio millón de personas ha pasado un año y medio. Pero su pancarta, “huelga escolar por el clima”, era la misma. También su mensaje: a pesar del cúmulo de evidencias científicas, los Gobiernos no están actuando como deberían. En este año y medio, el escrutinio mediático sobre ella se ha intensificado y, con él, los ataques que recibe. A menudo, el foco ha estado más en sus formas o en su figura que en la cuestión que denuncia. Se ha mirado más el dedo que la luna. Pero en su paso por la COP25 Greta Thunberg ha hecho un requiebro, no ya para salirse de la foto, sino para evitar que el mundo se quedara solo con la foto.

Lo dijo ella misma este miércoles, cuando se subió al estrado entre aplausos para hablar ante los políticos y los observadores internacionales congregados en la Cumbre del Clima. Nada más comenzar, advirtió de que no iba a hacer lo que se esperaba. “Desde hace un año y medio he dado muchos discursos y he aprendido que cuando hablas en público, conviene empezar con algo personal o emocional para captar la atención. Cosas como 'nuestra casa está en llamas' o 'cómo os atrevéis”, aseguró.

Esas “cosas” no eran una mención inocente. Se estaba refiriendo a sus propios discursos pronunciados durante todo este tiempo en Davos, el Parlamento Europeo o Nueva York. Thunberg buscaba la complicidad de quienes la han seguido desde el principio para, a continuación, asestar el golpe: “Hoy no voy a hacerlo, porque, si no, son solo esas frases las que suscitan la atención y se olvidan los hechos”.

A continuación, enumeró varios de esos hechos, apoyándose en ese consenso científico en el que siempre se ha basado, también durante todas sus intervenciones en Madrid, para pedir a los gobiernos que tomen medidas urgentes. Parafraseando al panel de expertos de la ONU, se centró principalmente en los llamados 'presupuestos de carbono', la cantidad máxima de dióxido de carbono que puede liberarse para no calentar la Tierra en unos niveles peligrosos e irreversibles. “Durante un año he hablado constantemente sobre cómo se merman estos presupuestos una y otra vez, pero como se sigue ignorando, tendré que repetirlo”.

“Greta se ha dado cuenta de que el foco estaba más en ella como persona y activista que en la cuestión que trata. Y ha intentado desviarlo. Todo el mundo está fijándose en ella, en cómo viaja, en quiénes son sus padres, en cómo es su discurso más que en el contenido”, opina Carmela del Moral, portavoz de Save The Children. “La presión a la que ha estado sometida, incluso por líderes políticos que la triplican en edad, probablemente haya tenido consecuencias en su forma de hablar”, agrega. Del Moral recalca que la “presión mediática” antes y durante su paso por España ha sido desmesurada “y probablemente ella no la quiere atraer, porque lo que de verdad quiere es lograr cambios en las políticas medioambientales”.

El mismo día que Thunberg dio su discurso en el acto de 'alto nivel' de la ONU, el politólogo Rubén Martínez escribió un tuit elogiando la “lección política” que estaba dando al desviar su atención a la ciencia: “Crea atención, y cada vez que la miran dice: mirad lo que dicen los expertos/as y reaccionad. Yo no soy importante, los datos sí”. Lo desarrolla más: “Greta dedica tiempo y vocación a un conflicto de dimensiones titánicas pero a su vez desde la humildad de dirigir la atención sobre datos empíricos y sobre gente autorizada. No porque les avale una institución académica, sino porque son científicos/as y movimientos ecologistas anteriores que han dedicado la vida entera a analizar un problema”.

“En el activismo a menudo se tiende a crear nuevas voces autorizadas. Profesionales de la opinión política. Ellos son los contenedores de la información. A veces eso puede crear una paradoja absurda, donde se compite para ver quién produce los datos más sofisticados y el lenguaje más especializado”, sigue explicando Martínez. Pero, continúa, “lo que hace Thunberg es decir que la información ya está ahí. La acusación es para esos Estados y políticos que no actúan, pese a que conocen esos datos. Greta Thunberg avergüenza a las instituciones. El símbolo no puede ser más contundente”.

Fridays For Future es el movimiento que inspiraron sus sentadas de los viernes. Se convirtió en un fenómeno global y en España comenzó en febrero. Ellos y los que han venido de otros países fueron quienes la recibieron en Madrid y quienes la han arropado en varios de sus actos, como el discurso que dio en la COP25. Paula Mancebo, portavoz en España, resume el cambio de los discursos de Greta en pocas palabras: “De emotivos e incriminatorios, a científicos”. Su estrategia le parece “muy acertada”: “Habrá quien piense: 'Mira, como es asperger ya no le apetece hablar más'. Y no es eso. Pienso que ella se ha dado cuenta de que sus otros discursos eran increíbles y tenían fuerza. Pero, como ella misma dijo en el plenario, también se habrá dado cuenta de que, si de palabras así no llega lo importante, vamos a darles datos concretos”.

Entre esos discursos “con fuerza” está el que pronunció el pasado septiembre ante los líderes mundiales en la Cumbre de Acción del Clima de la ONU en Nueva York. “¿Cómo se atreven? ¡Han robado mis sueños y mi niñez!”, dijo con rabia y muy emocionada. El vídeo de su intervención dio la vuelta al mundo.

Es difícil medir la magnitud real de la repercusión en Internet que tuvieron las palabras de la activista. Una de las pistas la puede dar el número de personas que buscan 'Greta' en Google. A nivel mundial, el mayor pico de interés coincide con la celebración de la cumbre de Nueva York. El segundo es mucho menor y se produce entre el 1 y el 14 de diciembre, durante los momentos finales de su viaje en catamarán y su paso por la COP. En España, la tendencia se invierte: el mayor pico se produce en diciembre, seguido de septiembre.

Una forma de hacer frente a las críticas

Tras hablar en Nueva York, Thunberg tuvo una lluvia de elogios, pero también de ataques en las redes sociales. La llamaron niña rica, sobreactuada, producto prefabricado, marioneta. Recibió burlas y amenazas. Donald Trump dijo que “parecía una niña muy feliz”. “Los 'haters' están más activos que nunca: me persiguen, critican mi aspecto, mi ropa, mi comportamiento y mis diferencias. Se les ocurren todas las mentiras imaginables y teorías de la conspiración”, respondió ella en Twitter.

Para Martínez, la estrategia que ha mantenido en Madrid puede ser adecuada para esquivar las críticas. “Los movimientos reaccionarios, de derecha o de izquierda, se centran en el ataque ad hominem y en buscar la anécdota que por sí sola lo derriba todo. Que si el barco va con energía contaminante. Que si ya les vale a los padres de Greta. Esa es una fragilidad”, apunta Martínez, porque “si cuestionas a la persona puedes poner en crisis todo lo demás, incluidos los datos y las voces autorizadas. Pero creo que el símbolo y su estrategia es tan contundente que todo eso no es más que un entrañable ruido de fondo”.

“Lo que me sorprende es que Greta nunca puede ganar”, reflexiona por su parte Del Moral. “Haga lo que haga es criticada por los de siempre: cuando habla de emociones, porque habla de emociones y eso es negativo. Cuando habla de datos, porque da datos y es impersonal. Seguimos más centrados en las formas que en el fondo de su mensaje”, insiste la representante de la ONG por los derechos de la infancia.

Un paso al lado para ceder el protagonismo

Pero Greta Thunberg no solo ha dado un giro en su discurso para que se hable menos de ella y más de la crisis climática. Una de sus huellas en la cumbre ha sido su intento constante por utilizar toda la expectación que genera para desplazar la atención hacia otros jóvenes presentes en Madrid, principalmente del Sur global. Que se hable menos de ella y más de los demás. “Solo soy una pieza pequeña de un movimiento mucho mayor”, ha repetido. Uno de sus días en Ifema, junto a la activista alemana Luisa Neubauer, se dirigió a los periodistas presentes diciéndoles que sus historias –las de dos jóvenes europeas, blancas, de posición económica privilegiada– se han contado una y otra vez, pero no es la que de verdad necesita ser contada.

Durante la conferencia de prensa que ofreció en la Casa Encendida, Thunberg no dejó de pedir a los periodistas que preguntasen a sus demás compañeros de FFF Uganda y España. “¿Y qué pensáis vosotros?”, decía para devolver las cuestiones al resto de activistas. “Greta sabe que su perspectiva es la de un país, Suecia. Todos podemos tener una idea general de lo que pasa fuera, pero ella sabe cómo funciona Suecia y yo cómo funciona España. Vanesa, de Uganda, contó su propia realidad: ahí los niños tienen miedo de manifestarse porque está más castigado. Para saber todo eso, hay que escuchar a los demás”, defiende Mancebo.

La adolescente sueca ha cedido el protagonismo para que el mensaje se multiplique: ya no es Thunberg. Son muchas Thunberg. Como Hilda Nakabuye, que acaparó una de las grandes ovaciones el pasado miércoles en la COP. O Krisha, de Filipinas. “Además de utilizar su voz, ha cedido un espacio a otras personas que por su condición de origen y raza no suelen tener un escaparate así. Es un gran ejemplo y una tarea muy loable, y esto refuerza al movimiento en su conjunto y a la adolescencia en general”, opina Del Moral.

Mancebo cree que aún es pronto para valorar lo que el paso de la sueca por la COP25 y por la manifestación de la contracumbre ha hecho por su movimiento, “la gente ha notado la diferencia, pero ahora a ver cómo la integran”. “Ella misma lo ha defendido: no se puede centrar todo en ella. Que solo le quieran hacer una foto a ella, sin incorporar a todo el movimiento. ¿Por qué no escuchas a todos los demás niños también?”, se pregunta.

“Yo no puedo verla de forma negativa”, sostiene Estefanía González, portavoz de Sociedad Civil para la Acción Climática (SCAC) de Chile. “Por Greta, hoy a mí me preguntan por todas esas mujeres que antes lo habían dicho y no se las había escuchado. A partir de ella hoy hablamos de Macarena Valdés, asesinada en el sur de Chile, o de Berta Cáceres. La figura de Greta incomoda porque hace que nos preguntemos cosas, entre ellas por los liderazgos indígenas. No olvidemos que es una mujer, blanca, muy joven y europea pero que cuestiona sus privilegios y desde ahí llama a la responsabilidad”, agrega.

A pesar de su intento por desviar la atención, la activista ha sido sometida a un intenso seguimiento mediático durante su llegada a España y su sola presencia ha llegado a eclipsar en muchos momentos la celebración de la cumbre. “Cuando una causa tiene un líder, se personifica y se mide cada paso, es normal. Pero con ella se ha llegado a un punto de casi 'paparazzismo', por ejemplo en la manifestación. Hay que pensar en cómo la tratamos. Que tenga que ir de incógnito es demasiado. Es normal que cause fascinación, pero debe plantearse desde el respeto y la ética, no solo periodística, también política y social”, opina Del Moral.

Su visión entronca con la de quienes manifiestan su cautela por el coste personal que puede acarrearle el fenómeno generado alrededor de su figura. “Una presión pública excesiva la hace el blanco perfecto para los ataques. Se están vertiendo mensajes de odio tremendos sobre una niña que tiene un discurso para salvar el planeta en el que vivimos todos”, critica la portavoz de Save The Children. “Greta es un ejemplo claro de liderazgo infantil, de que los adolescentes tienen no solo derecho, sino capacidad para participar. Pero al mismo tiempo no deja de ser una niña que tiene el derecho a que los adultos la protejamos. Atacarla y poner el foco de forma tan exagerada sobre su figura no es una forma de protegerla”, zanja.

El asperger como debilidad y como fortaleza

“Hubo un momento en el que no hablaba con nadie, a menos que estuviera obligada a hacerlo”. Así comenzó Greta su discurso más 'oficial' en la COP25. Se refería, sin mencionarlo, al trastorno que padece y que ha marcado su vida a partir de los 11 años. El hecho de que Greta Thunberg tenga síndrome de Asperger –un trastorno incluido entre los del espectro autista– forma parte del halo de curiosidad y fascinación que rodea su figura. Y también el blanco de muchos de los ataques que se le hacen.

En el libro Nuestra casa está ardiendo (Ed. Lumen), que escribió junto a su familia, se relata con detalle la época en la que, tras ver un documental en la escuela sobre contaminación, la niña mayor de los Thunberg se hunde en el silencio e incluso se niega a comer. Malena Ernman, su madre –una artista famosa en Suecia–, hace un relato bastante descarnado de la situación, y de cómo, de a poco, va reconduciéndose cuando Greta encuentra un camino en el activismo climático.

El libro deja claro que la joven es consciente de la atención pública que recibe, y de que su singular historia es parte de ese atractivo. Pero su obsesión, en todo caso, es la crisis climática, y los ojos del mundo en todo caso son la oportunidad de llamar la atención sobre ese tema. Así se lo deja claro a su padre cuando, en una parte del libro, él le espeta: “Alguien dice que la lectura se hace un poco pesada hacia la escena 41, piensa que es más divertido cuando salís Beata y tú. ¿Se puede añadir algo?”. Ella responde con sequedad: “No. Ya vendrán después un montón de cosas personales y eso. El agotamiento de mamá y temas así que a todo el mundo le encanta leer sobre los famosos. Este es un libro del clima y tiene que ser aburrido. Que se fastidien”.

En la práctica, el discurso ante el plenario tenía este mismo espíritu: sé que lo que interesa es la parte emocional, mi historia personal. Pero ya que tengo este micrófono y estas cámaras de televisión delante, voy a contarles lo que no quieren oír: las evidencias científicas sobre una emergencia planetaria. Porque lo otro funciona, pero no sirve, porque un año y medio después, tengo que volver a repetirles lo mismo. “Cada fracción de un grado cuenta. Este es mi mensaje: en eso tenemos que centrarnos. Tienen que centrarse”.