“A ver, levantad la mano quienes veáis vuestro futuro fuera de España”
Veintidós adolescentes de quince y dieciséis años se reparten, sentados de dos en dos, el aula del instituto donde estudian en el I.E.S. Luis Buñuel, en Móstoles, a escasos metros de la plaza de toros desde la que, en 2005, Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre despegaron montados en un helicóptero. Una charla con ellos, sin ánimo científico, sugiere que el cambio de valores y esquemas políticos puede estar calando.
“¿Cómo veis vuestro futuro?”, se les pregunta. “Fuera de España”, dicen cinco voces más o menos a la vez. El resto se va sumando a un debate que, en segundos, es ruido. “Así no nos escuchamos. A ver, levantad la mano quienes veáis vuestro futuro fuera de España”: veinte manos se alzan rápidas, y enérgicas, muchas de ellas con más fuerza de la que mostrarán en ningún otro momento durante los siguientes tres cuartos de hora. Buceando en esta mayoría, Estados Unidos se destaca notablemente como el país de preferencia.
A la puerta del instituto, un cartel invita a los alumnos a vestir prendas de color verde los viernes. ¿Lo hacéis? Entrecruzan sus miradas en silencio. El debate se orienta entonces hacia la lucha de la “marea verde”, la lucha por la educación pública y contra los recortes. Los alumnos mencionan sin mucho interés las condiciones laborales del profesorado, la reducción en el material escolar o el aumento del ratio de alumnos por aula. Sólo el susurro “a mí me gusta más otro verde” devuelve el pulso a la clase, que vuelve a relajarse cuando se les pregunta quién ha ido a una manifestación de esa “marea verde”: solo dos levantan la mano, pero no hablan. El silencio invade la clase.
Más allá de las redes sociales, caen con cuentagotas los nombres de las webs donde buscan informarse: El País, El Mundo, Terra y Wikipedia. Además, solo tres aseguran meterse en estas webs a diario.
Las ganas cambian cuando ellos mismos sacan la palabra que prende la mecha: “políticos”. Se escucha calificarles de “corruptos” y de“ egoístas”, así como de “tener pocos estudios” o de “recortar sin distinción”... También emerge la monarquía, a la que ven con distancia e “inservible”. “Incapaces”, resume una chica para hablar de los dirigentes en general; todos la apoyan.
Pero también hay autocrítica: “Criticamos a los políticos, pero también nosotros actuamos sin pensar en el futuro. Solo pensamos a corto plazo”. A la hora de plantear soluciones, un chico aboga con rotundidad por “eliminar el gobierno”. “Anarquía”, sentencia después. En general el discurso es de regeneración completa de los actores políticos, pero indican que no únicamente en España: “No sólo en nuestro país: Portugal, Grecia, Italia... el problema es la política de recortes de Alemania”. Sobre el fin de la crisis, por lo general, la sitúan entre 2018 y 2020.
¿Y cómo salir de esta? Las vías para alcanzar esa ansiada salida no están en las que podríamos calificar de “tradicionales”. Es decir, varios aseguran que “las manifestaciones no tienen apenas relevancia”, “y menos con mayoría absoluta”; se intuye por algunos comentarios que sus anhelos de cambio tienen una herramienta clara: los móviles (es la generación del smartphone, no del ordenador). Sobre los movimientos sociales -preguntados concretamente por las actuaciones de la PAH-, una chica cree que “sirven, pero para casos concretos: se para un desahucio con la lucha, pero enseguida hay otro y no se puede con todos”. Por concretar, se les pregunta que cuántos creen que la actual crisis acabará en conflicto social: catorce piensan que sí, ocho que no. No hacen comentarios, solo levantan o no la mano para mostrar su apuesta futura.
Tras esto surge una curiosidad: “¿A cuántos de vosotros os gustaría ser políticos?”. Cinco dicen que sí rápidamente. Sus razones, orientadas al bien común: desde “me interesan los temas sociales, me gustaría ayudar” a “para despedir a la mitad”, aunque en general se inclinan por el “para cambiar las cosas”. Se cuela también un discurso nacionalista, con matices autárquicos, “España debe decidir ella, no estar a las órdenes de otros gobiernos”, lo que nos lleva a hablar de Europa. “Estar en la Unión Europea es bueno” opina uno, y la mayoría le respaldan. “Se puede viajar sin pasaporte”, concreta su compañero de al lado. Pero otros no creen tan conveniente el pertenecer a la Unión Europea. Principalmente, como ya se ha dicho, y ellos insisten, “porque no puedes elegir la política, tienes que hacer recortes todo el rato”. Otro muchacho habla del euro “es una moneda muy débil”.
¿Cómo se ven con treinta años? Casi todos hablan de viajar (“para ir a Bulgaria, que tengo familia” o, simplemente, “para ir un país donde pueda trabajar de informático, como quiero”). La importancia de hablar idiomas, especialmente el inglés, también es reconocida por todos. Hay una joven que insiste en este tema y, tras escucharse una voz que dice “venga, dilo, que lo estás deseando”, asegura sonriente: “Yo también estoy estudiando alemán. Es muy importante”. “Y el chino”, se oye en un tono medio en broma medio en serio.
No hace tanto, a su edad, muchos jóvenes eran seducidos por los salarios de la obra y abandonaban el instituto. Ahora todos afirman con rotundidad que no cometerían “ese error”. “Mis padres me han hablado de ello”, aseguran varios, a los que se suman los que comentan haber leído “cosas sobre la burbuja y la gente que dejaba de estudiar”.