Con lluvia o sin ella: Catalunya y Andalucía muestran las dos caras de la alerta por escasez grave de agua

Raúl Rejón

11 de febrero de 2023 22:26 h

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Nadie lo diría, pero grandes áreas de España padecen, ya entrados en febrero, escasez grave de agua. Al norte y sur de la península se mantienen situaciones de emergencia o alerta en toda la cuenca del Guadalquivir, las cuencas internas de Catalunya o buena parte de la del Guadiana.

Ha llovido, sí. Pero no por igual en toda la geografía ni lo suficiente para remontar las reservas allí donde el uso intensivo las tienen exhaustas.

De lo primero puede dar fe Catalunya. Mientras las lluvias en lo que va de este año hidrológico –que comenzó en octubre– suponen el 97,8% del promedio histórico para el conjunto del país, según la Aemet, en la zona de Pirineo Oriental se han quedado en un 30%. Esa zona corresponde, grosso modo, con la demarcación de las Cuencas Internas de Catalunya, según el Boletín Hidrológico del Ministerio de Transición Ecológica.

Allí, de los 18 territorios de explotación, 13 están en situación de alerta por escasez que abarcan 515 municipios. Y otros tres, 77 municipios, en prealerta. Solo dos están normales, según los informes de la Agencia Catalana del Agua (ACA).

Desde que en noviembre pasado abandonó la normalidad, esta zona ha caído en sequía extrema por escasez de precipitaciones. Así, sus reservas están al 28% de la capacidad cuando hace un año superaban el 55%.

La situación “es preocupante”, subrayan en la Generalitat catalana. “Si no se producen precipitaciones se podría entrar en el escenario de excepcionalidad entre finales de marzo y principios de abril”, avisan. Y eso implica “medidas mucho más restrictivas que las actuales”.

De hecho, en noviembre, el Gobierno catalán amplió las restricciones para rebajar el uso de agua agrícola, ganadero, industrial y lúdico. Afectan a 6,7 millones de personas. En ese momento, la reserva estaba en un 33%, cinco punto por encima de la actual.

A todo eso se le añade que la parte de la comunidad autónoma que cae en la demarcación del Ebro también pasa por un mal momento: la cuenca del Segre lleva nueve meses en emergencia, según la Confederación.

En el otro lado de la moneda se colocan los territorios en los que la sequía aflojó, pero sus mapas siguen cuajados del rojo de la emergencia por falta de agua para satisfacer sus fuertes demandas.

En realidad las precipitaciones acumuladas desde octubre de manera general en España han sido las esperables según la media histórica.

Lo que ocurre es que la lluvia se ha acumulado en pocas semanas y eso da sensación de abundancia. De hecho, el pico húmedo conllevó inundaciones en Extremadura, Andalucía o Castilla y León. Así que diciembre fue un mes “húmedo”, según los datos de la Aemet: llovió un 147% respecto al promedio. Enero, por su parte, ya ha sido solo un mes “normal” al suponer el agua que cayó en la península un 93% sobre el promedio histórico.

La paradoja extrema la representa el Guadalquivir. Los datos pluviométricos dicen que ha llovido. No en exceso, pero la precipitación ha llegado al 75% de lo esperable. Su último informe de sequía muestra toda la demarcación, que abarca 219.000 km2, en color verde: “Ausencia de sequía prolongada”.

Sin embargo, el mismo documento está teñido casi al completo de rojo, es decir, estado de emergencia por escasez. Y lo que no es rojo es anaranjado (alerta) con algunas manchas amarillas de prealerta.

La escasez es el desajuste entre el agua que hay y lo que se pretende consumir. La oferta no cubre todas las demandas.

Porque las reservas de la cuenca están más bajas que hace 12 meses, cuando las exigencias para afrontar esa escasez desde el sector agrario y los gobiernos autonómicos presionaban al Ejecutivo central.

Incluso con las lluvias, los embalses del Guadalquivir están al 25%. En febrero de 2022 era el 28%. El uso intensivo del agua en años normales ha exprimido las reservas y, al encadenarse meses secos, los embalses no recargaron. Siguieron muy vacíos. Cuando han llegado las precipitaciones, no pueden rellenarlos.

“Lamentablemente, a pesar de las lluvias de principios de diciembre, a día de hoy las previsiones para la próxima campaña [de riegos] no son nada halagüeñas”. Es la advertencia que hacía la presidencia de la comunidad de regantes del Valle Inferior del Guadalquivir a sus asociados en su primera circular anual, en enero de 2023.

Así que la cuenca mantiene activo su decreto de sequía, que en realidad hace referencia a la escasez, según confirma la Confederación. El Organismo aprobó esta medida en noviembre de 2021, cuando las reservas estaban al 26%.

Y una paradoja similar describe la cuenca del río Guadiana: sin sequía, lidian con escasez grave en una buena parte de la demarcación. Su último informe, actualizado a 1 de febrero, es elocuente: solo tienen falta de lluvia prolongada en dos zonas, pero las luces rojas de emergencia se han activado en muchas partes, sobre todo de la parte oriental de la demarcación.

La cuenca se divide en 21 territorios de los que 7 están en emergencia, incluida la muy extensa zona de La Mancha Occidental –además de otros dos en alerta y seis en prealerta–. En ese territorio es donde debería brotar el agua del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel que apenas sobrevive con agua externa inyectada ante la sobrexplotación de extracciones humanas que padece el acuífero del que depende.

Un poco más al este, en otra zona de alto consumo de agua para el regadío como es la cuenca del Segura, la situación ha empeorado en las últimas semanas. La zona principal, que incluye el Campo de Cartagena, está en prealerta por escasez aunque no tiene sequía prolongada. Los otros territorios presentan situación de emergencia o alerta por falta de agua para satisfacer su demanda. Allí no ha llovido. Un aviso.