América Latina muestra avances en la búsqueda de vías para combatir la violencia contra la infancia, pero queda mucho camino por recorrer dada la magnitud del problema y falta de recursos económicos, humanos y técnicos para afrontarlo, coincidieron activistas de la región y Unicef.
Un informe presentado hoy en Panamá, elaborado por una alianza de organizaciones y redes civiles de la región y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), muestra luces y sombras en el camino que, reconoce el documento, ha emprendido Latinoamérica para combatir la lacra de la violencia contra los niños y niñas.
El estudio incluye 19 países latinoamericanos y caribeños, y su presentación coincide con la consternación que ha causado el asesinato en las últimas semanas de al menos una docena de niños en Honduras, algunos en sus propias casas, en unos crímenes que las autoridades vinculan con las peligrosas pandillas o “maras”.
El problema no se limita a Honduras, donde han muerto de forma violenta 458 menores de 14 años entre 2010 y 2013 según el Comisionado de los Derechos Humanos del país, sino que se registra en otros países de la región como El Salvador, donde 6.300 menores han sido asesinados entre 2005 y 2013 según datos de Unicef.
“De un lado tenemos muy malas noticias, pero tenemos que reconocer que los gobiernos de la región latinoamericana están abiertos a identificar sus problemas, sus retos, y a cambiar la realidad”, dijo a Efe la representante especial del Secretario General de la ONU para la Violencia contra la Niñez, Marta Santos.
Resaltó que el problema de la violencia contra los niños se enmarca, especialmente en América Central, en la situación de criminalidad generalizada que la hace una de las zonas más violentas del mundo.
“El asesinato de infantes es absolutamente inadmisible” no solo en Honduras sino en toda la región y el mundo, afirmó Santos, que subrayó que la ONU puede “apoyar el desarrollo de las buenas prácticas” en los países para alcanzar el “cambio” que se traducirá en la erradicación de la violencia.
Y América Latina en general “es la región donde hemos identificado más cambios a nivel de legislación, de políticas públicas, de movilización social y de sensibilización para que todos puedan aliar esfuerzos en la prevención y la eliminación de la violencia contra la niñez”, añadió la alta funcionaria de la ONU.
Santos participó en la presentación del informe, que analiza la aplicación de tres recomendaciones incluidas en un estudio de la ONU presentado en 2006 con el objetivo de ayudar a los países a establecer la ruta para erradicar la violencia y hacer posible el derecho de los niños y niñas a estar protegidos.
El informe señala a Suramérica como la región que más ha avanzado en planes de protección de la niñez, y a América Central como la de mayores logros en materia legislativa.
Pero también alerta de que, en general, todos los países latinoamericanos carecen de recursos específicos para desarrollar planes y programas para luchar contra la violencia que afecta a los niños, así como de sistemas de información y reporte del fenómeno.
“Los países están tomando en serio las recomendaciones de las Naciones Unidas, se nota que están estudiando planes y políticas pero falta la asignación de muchos más recursos financieros y humanos para asegurar que esos planes se implementen”, dijo por su parte a Efe el secretario general del Movimiento Mundial por la Infancia de Latinoamérica y el Caribe (MMI-LAC), Paul Bode.
El MMI-LAC está integrada por 13 organizaciones y redes civiles de la región y Unicef, y elaboró entre septiembre y noviembre pasados el informe presentado hoy.
La otra debilidad detectada en la región es la carencia de sistemas de datos sobre la incidencia de la violencia contra la infancia, un problema no solo de la región sino mundial de acuerdo a los expertos.
La ausencia de datos que puedan reflejar de forma sistemática, consistente y periódica los avances o retrocesos en la incidencia de los hechos de violencia contra la infancia impide la comprensión del problema, aseguró Bode.
“Entender la situaciones de violencia, de abuso que tengan los niños y niñas y cuál es su incidencia es importante para buscar soluciones, pero también para ver la efectividad de las políticas que se están desarrollando”, alertó el activista.
Lo más grave, añadió por su parte Santos, es que esa situación “ayuda a mantener la invisibilidad de la violencia, y la aceptación social de la violencia como forma de disciplina y educación de la niñez”.