Por qué Madrid es la prueba de que los cribados masivos mal planteados son inútiles y agotan recursos

Belén Remacha

10 de septiembre de 2020 23:41 h

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Las colas eternas de profesores y profesoras para hacerse un test de anticuerpos en la Comunidad de Madrid antes de comenzar las clases arrojaron el miércoles los primeros resultados, que presentó el consejero de Educación de Isabel Díaz Ayuso, Enrique Ossorio. En total, de 95.000 personas que pasaron por esas pruebas, 3.000 habían dado positivo en anticuerpos IgM, es decir, en los primeros que produce el organismo al infectarse de COVID-19, y negativo en IgG, los que produce con la enfermedad ya superada. A ellos se les mandó a hacerse una PCR que analizara si todavía eran contagiosos, y, de 1.500 de esas 3.000 personas, solo 18 dieron positivo para la infección en estos momentos. Los 95.000 test habían sido encargados a la empresa Ribera Salud, y el consejero no precisó el coste del contrato.

¿Qué significa un número tan bajo y a qué se debe? El primer motivo es pura estadística, aunque dentro “de una realidad compleja”, explican desde la plataforma especializada Picanúmeros. El cálculo se basa en un teorema matemático, el Teorema de Bayes. Hay que tener en cuenta, por un lado, la sensibilidad de las pruebas: si es alta, del 85%, indica que de un número determinado de personas con COVID-19 detecta al 85% y se deja pasar al 15%. Por otro, la especificidad: si es del 98%, dan negativo el 98% de las personas sanas, y hay un 2% de falsos positivos.

Es decir, suponiendo, dada la incidencia, que va a haber muchas más personas sin anticuerpos que con anticuerpos, “es mucho más probable que una persona que haya dado positivo no tenga COVID que que lo tenga”, que se generen más falsos positivos que positivos reales, y se escape más de un positivo entre falsos negativos. La realidad es más compleja que las matemáticas, eso sí, porque además tiene sesgos: “La población de docentes no es una muestra aleatoria, ni tampoco representativa, de los madrileños y madrileñas”, razón también por la que los datos de incidencia no encajan exactamente con la que hay en Madrid por cada 100.000 habitantes.

Daniel López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Publica, dice sobre estos planes que no consigue “entender quién los diseñó y quién asesoró epidemiológicamente a la Comunidad de Madrid. No tienen fundamento”.

No solo se han hecho estos análisis para Madrid, por lo que muchos epidemiólogos y matemáticos llevan tiempo avisándolo. El profesor Philip Nolan, rector de la Universidad Nacional de Irlanda, publicaba a principios de verano una fórmula parecida para demostrar que las PCR en aeropuertos iban a ser inútiles: teniendo en cuenta la sensibilidad y especificidad de estas pruebas –aun siendo igualmente alta, 85% y 98%–, en un aeropuerto al que llegaran 50.000 viajeros y 50 de ellos tuviesen COVID-19, se detectarían 30 casos, se perderían 20, y se generarían 1000 falsos positivos.

No es la primera vez que pasa esto en la Comunidad de Madrid. En Torrejón de Ardoz hubo en julio, después de una llamada masiva a los vecinos, también un 98% de falsos positivos y un contrato con Ribera Salud, en esa ocasión de 3,5 millones de euros.

López Acuña da dos motivos por los que epidemiológicamente no tiene sentido seguir con esta estrategia. Uno, que los test de anticuerpos sirven principalmente para saber si el organismo tiene memoria inmunológica de haber pasado la COVID-19, “lo que han hecho es una especie de encuesta de seroprevalencia como la que hizo el Instituto de Salud Carlos III, pero con profesores de Madrid”. Por otro, de nuevo, los falsos negativos: “Si tú solo recoges como grupo de riesgo a los que dieron positivo en IgM, se te están escapando muchos falsos negativos. Puedes tener también un montón de infectados asintomáticos que dieron negativo al test de anticuerpos porque aún no los habían desarrollado”. Esos primeros días de infección son además en muchas ocasiones cuando más contagiosa es la persona.

También opina así la Organización Mundial de la Salud (OMS). En un documento de abril especificaban que las pruebas serológicas sobre todo detectaban COVID “en la fase de recuperación, cuando muchas de las oportunidades de intervención clínica o interrupción de la transmisión de la enfermedad han pasado ya”. Advertían sobre los falsos negativos y decían que estos test sobre todo eran útiles “para apoyar el desarrollo de vacunas y para aumentar nuestra comprensión del alcance” de la transmisión entre la población, pero no para el diagnóstico clínico de quién está ahora o no infectado. 

El Ministerio de Sanidad, este miércoles en Consejo Interterritorial, acordó con las comunidades establecer unos criterios comunes para la realización de cribados masivos. Pero la única instrucción fue que “se realicen bajo los criterios de los servicios de Salud Pública de las CCAA” y se comparta luego la información en esa reunión semanal de consejeros con el ministro Salvador Illa. En la estrategia de diagnóstico de Madrid se indica que “si las autoridades sanitarias lo consideran, se podrán realizar estudios de cribado mediante pruebas serológicas en poblaciones vulnerables o de mayor exposición, como personal sanitario o socio-sanitario o usuarios de residencias de mayores u otros centros sociosanitarios”.

Para López Acuña, “la única ventaja del cribado con test serológico es que es un dispositivo fácil: solo necesitas pinchar a la gente en el dedo y los test”. ¿Cómo se podrían plantear entonces los cribados? En todo caso, sostiene, se podrían haber hecho pruebas masivas de PCR, aunque también sacan falsos negativos, y solo harían una “foto fija” de quién estaba sano y en condiciones de comenzar el curso el mismo día de la prueba, ya que la infección podría comenzar al día siguiente. Pero sí sacaría en un primer cribado quién está disponible para empezar o no en las aulas: “Con PCR incluso tendría todo más sentido, pero es más costoso, requiere de tiempo para procesar las muestras y ahora mismo Madrid está teniendo problemas de capacidad para realizarlas”. Y, yéndose a otro tipo de estrategias, el profesor apunta a cribados masivos pero en “zonas calientes”, acompañado de rastreo, con más posibilidades de encontrar positivos: “Como en poblaciones pequeñas como se ha hecho en Alfaro, donde de 50 positivos y rastreando se acabaron encontrando 300. Se podría aplicar a barrios de Madrid con alta incidencia”.