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Madurez interrumpida: un estudio detalla cómo la pandemia provocó cambios en la personalidad de los jóvenes

Imagen de archivo de varios jóvenes en el césped de la madrileña Plaza de España.

Cristina Armunia Berges

7 de octubre de 2022 22:37 h

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¿Puede un colapso mundial como la pandemia cambiar la personalidad de las personas? Y en el caso de ser así, ¿a quiénes podría afectar en mayor medida? Hasta la fecha, los estudios relacionados habían constatado que los grandes rasgos de la personalidad eran, en general, impermeables una vez que se llegaba a la edad adulta. Ahora, un estudio publicado en la revista científica Plos One, liderado por la investigadora Angelina Sutin de la Universidad Estatal de Florida, sugiere lo contrario: que existe una relación entre la pandemia y un ligero cambio en cuatro de los cinco rasgos que definen la personalidad y que esos cambios se han detectado con mayor claridad en el subgrupo de los jóvenes adultos, esto es, de entre 18 y 30 años.

En el estudio, los investigadores han utilizado evaluaciones longitudinales de la personalidad de 7.109 individuos entre los 18 y los 109 años, y se han analizado más de 18.000 evaluaciones entre el periodo anterior a la pandemia y el año 2022.

La personalidad queda definida en cinco grandes rasgos: el neuroticismo, que es la tendencia a experimentar emociones negativas y vulnerabilidad ante el estrés; la extroversión, que es la predisposición a relacionarse con los demás y mostrar abiertamente los sentimientos; la amabilidad; la apertura y la conciencia. Estos rasgos son relativamente estables a lo largo del tiempo, pero al mismo tiempo responden a las presiones ambientales, entre las que se incluyen los eventos estresantes, que pueden ser o no de gran magnitud. La pandemia, apunta el estudio, ha ofrecido una oportunidad única para examinar si un suceso de tal calibre puede hacer que varíe la personalidad de la población y en qué sentido.



Las incógnitas

La pandemia trajo consigo muchas incógnitas, entre ellas, qué efectos tendría a nivel psicológico un aislamiento prolongado mezclado con el miedo a lo desconocido o a enfermar. Ya sabemos, por ejemplo, que la pandemia causó depresión y ansiedad a 129 millones de personas, según reveló un estudio publicado en The Lancet; o que la COVID-19 cronificó la precariedad de la atención psicológica. Un informe elaborado por el Observatorio del Medicamento detectó que, de un año para otro, el consumo de antidepresivos aumentó un 10% en España y que podría tratarse de otro de los efectos rebote de la COVID-19.

Este estudio, más que centrarse en asuntos como la depresión, la ansiedad, la soledad o los cambios en el apoyo social antes y después de la pandemia, busca hallar si la pandemia puede haber tenido un impacto en formas más generales de pensar, sentir o comportarse, es decir, cambios en la personalidad.

“Una persona podría sufrir cambios en los rasgos de su personalidad porque no son impermeables, son casi impermeables”, apunta Sergio García Soriano, psicólogo sanitario y experto en intervención social. “Tienen una consistencia interna a lo largo de los años. Pero una cosa es la vida diaria y otra, una experiencia traumática o una psicoterapia”. Uno puede cambiar tras un suceso grave, sostiene. Sin embargo, García no cree que la pandemia tenga la capacidad de incidir en la personalidad de todas las personas en su conjunto de una manera directa. “El estudio plantea cuestiones mínimas. No están todas las edades y, sobre todo, sucede en las edades más jóvenes y no en las adultas”.

Jóvenes malhumorados y poco concienciados

Para el caso de los denominados jóvenes adultos, el estudio señala que la pandemia puede haber frenado su proceso de madurez provocando un descenso en la extroversión, la apertura, la amabilidad y la conciencia. Los cambios detectados se corresponden con una décima parte de la desviación estándar, que equivale –en un rumbo normal de las cosas– a una década de cambio normativo de la personalidad.

“Hubo un cambio de personalidad limitado al principio de la pandemia, pero cambios sorprendentes a partir de 2021. Lo más destacable es que la personalidad de los adultos jóvenes fue la que más cambió, con marcados aumentos en el neuroticismo y descensos en la amabilidad y la concienciación. Es decir, los adultos más jóvenes se volvieron más malhumorados y más propensos al estrés, menos cooperativos y confiados, y menos comedidos y responsables”, describen los autores del estudio.

El frenazo en su madurez puede deberse, apunta García, a que de alguna manera se ha interrumpido la manera de socializar de estas personas, como puede ser ir a la universidad o al trabajo, algo que al mismo tiempo les otorgaba su propia identidad. “Haber interrumpido esto ha producido que no lo echen de menos de una manera tan clara y hayan continuado con ciertos grados de introversión o que no hayan reanudado esa socialización tan necesaria, que fue impedida durante una parte de su crecimiento por el coronavirus”.

Jóvenes adultos, cerebro en desarrollo

Pero para García, toda esa apatía no solo tiene que ver con la pandemia, también podría relacionarse con otros factores como puede ser el paro juvenil para el caso español o las grandes desigualdades en el caso de EEUU, donde para estudiar una carrera “muchos jóvenes tienen que hipotecar su vida durante diez años”.

El cerebro humano termina de desarrollarse en torno a los 20 o 25 años, y requiere de la interacción con el otro, que se vio mermada durante gran parte de 2020 y 2021

Eduard Vieta, director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM), también apunta a otra serie de factores en declaraciones al Science Media Centre. “El estudio tiene cierta validez, pero también limitaciones, especialmente al hacer atribuciones a la pandemia, ya que los cambios pueden ser debidos a otros factores”, señala. “Además, los resultados no pueden generalizarse a otros países con políticas distintas para combatir la pandemia, ya que las medidas han sido muy diversas según países o incluso estados dentro de EEUU”, añade.

Por su parte, la psicóloga Mercedes Bermejo, vocal del Colegio Oficial de Psicología de Madrid, ve muy probable que ciertos rasgos de la personalidad hayan cambiado con la pandemia, sobre todo entre los jóvenes, aunque cree que puede tratarse de una modificación más bien temporal.

“El cerebro humano termina de desarrollarse en torno a los 20 o 25 años y hay jóvenes que todavía no lo han terminado de desarrollar, sobre todo el área prefrontal, que tiene que ver con toda la parte de la autorregulación, la impulsividad y las funciones ejecutivas”, argumenta. El complacer a los otros, agradar y también el neuroticismo, enumera, “requieren una serie de características que se desarrollan en la interacción con el otro”, momentos de relación que se vieron mermados durante gran parte de 2020 y 2021.

No obstante, Bermejo cree que, desde un punto de vista longitudinal, “si continúan este estudio después de una adaptación post pandemia, encontrarán que vuelve a haber una readaptación por parte de estos sujetos al entorno y vuelven a adquirir estas habilidades sociales y características de la personalidad que se han visto alteradas”.

Al hilo de esto mismo, los autores del estudio concluyen que, si los cambios son duraderos en el tiempo, se podría decir que los acontecimientos estresantes que afectan a una población entera pueden llegar a modificar ligeramente la trayectoria de la personalidad, sobre todo, entre los más jóvenes.

“Si nuestra vida es rutinaria y sigue una trayectoria sin grandes altercados, la tendencia es que la personalidad que hemos ido adquiriendo se mantenga y se refuerce con el entorno”, zanja Bermejo.

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