Sin acaparar la atención de los termómetros inusualmente altos en tierra firme, el mar Mediterráneo que rodea España lleva todo lo que ha transcurrido de 2024 soportando una ola de calor marina en pleno invierno. Y, en realidad, el pico ya se detectó a mediados de diciembre de 2023 por lo que se encadenan casi 60 días consecutivos con la temperatura del agua entre 1ºC y 1,6ºC por encima de lo normal.
Este lunes el termómetro promedio en el Mediterráneo occidental, las aguas que bañan España, estaba en 15,5ºC, según los datos del Sistema de Observación de las Islas Baleares (SOCIB), cuando la media de referencia (1982-2015) está en 14,1ºC. “Es casi todo el Mediterráneo el que está en ola de calor”, explica la oceanógrafa física del SOCIB, Mélanie Juza. De hecho, la parte más oriental mantiene registros de pico térmico desde julio de 2023.
La temperatura de la columna de agua de mar “es un testigo muy fiable del cambio climático”, explica el meteorólogo de la Aemet, Cayetano Torres. Al fin y al cabo, absorbe el 90% del calor extra que atrapa la capa de gases de efecto invernadero. Como el aire está muy cálido, aunque el agua tiene mucha inercia térmica, es decir, cuesta mucho más calentarla y que se enfríe, esas temperaturas récord en la atmósfera terminan por trasladarse al mar.
La Agencia Estatal de Meteorología calificó diciembre pasado como cálido en la península y muy cálido en Baleares. En enero de este año, el termómetro se ha disparado aún más y fue extremadamente cálido. El más caluroso en España desde que hay registros.
Así que, con una atmósfera tan recalentada, el mar Mediterráneo se está tragando ese exceso de calor. “En 2023 hemos visto temperaturas con una anomalía de 3ºC y hasta 5,5ºC respecto a lo normal”, recuerda Cayetano Torres. “Eso es una barbaridad y un indicador de que el agua ha acumulado mucha radiación”.
Con el cambio climático, las olas de calor marinas que nos parecen tan extremas ahora serán más comunes
De esta manera, el año pasado se registraron 212 jornadas de ola de calor en la subcuenca del Mediterráneo occidental, según los datos del SOCIB, que ahora se están prolongando ya que todos los días de 2024 en estas aguas se están cumpliendo los criterios para calificarlos como ola térmica: estar por encima del 90% de las temperaturas más altas medidas en ese momento específico del año.
A 12 de febrero de 2022, prácticamente todo el Mediterráneo tiene una temperatura de la superficie marina categorizada como “extremadamente cálida”.
“En el futuro se espera que las olas de calor marinas sean mucho más frecuentes y aún más si no hay una reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero”, cuenta Mélanie Juza. “Con el cambio climático, las olas de calor marinas que nos parecen tan extremas ahora serán más comunes”.
Océanos en récord
Si se mira a los océanos en general –excluyendo los polos–, la temperatura global del agua marina está ahora mismo en máximos desde que hay registros (1940), según el Climate Change Institute de la Universidad de Maine (EEUU). Tanto como para que, a comienzos de febrero, se marcaran los 21,1ºC que es igual al máximo medido a finales de agosto de 2023.
Con esta coyuntura, en el mundo, el número de olas de calor marino se han duplicado desde 1981 y el número de días que suman estos fenómenos a nivel planetario han crecido un 50%, según el sistema de observación por satélite Copernicus.
Es la consecuencia de que los océanos se queden con la mayoría del calor retenido por los gases que expulsan, sobre todo, las actividades humanas. Los mares del planeta están absorbiendo más calor (que es energía) que nunca. Y año a año va batiendo el récord del año anterior
En 2023, el calor contenido en los primeros 2.000 metros de los océanos sumó 286 zetajulios. Un 5% más que en 2022, que era la anterior plusmarca. Los últimos cinco años han sido los de mayor calor absorbido. Y cada curso supera al anterior, de manera que el incremento entre 2019 y 2023 llega al 25%.
Y esa energía puede cargar fenómenos meteorológicos extremos. “Lo más importante es si luego se da o no un contraste entre la temperatura del mar y la del aire”, detalla Cayetano Torres. Cuando eso ocurre, la humedad que se está evaporando es exprimida por el aire frío y se producen las precipitaciones.
El agua más caliente se queda menos CO2
“La evaporación de agua más caliente aumenta la salinidad del océano en regiones donde hay un marcado exceso de evaporación sobre precipitación”, explica Mélanie Juza. Es decir, que el mar se vuelve más salado con los daños que esto genera en la biodiversidad marina. Y las pérdidas de biodiversidad “repercuten en los bienes y servicios esenciales que ofrece el océano y afectan a sectores clave, por ejemplo, la pesca y el turismo”, remata la investigadora.
Cuanto más se calienta el agua del mar, menos CO2 admite y más se libera a la atmósfera
Una consecuencia “normalmente olvidada” de que el agua del mar se recaliente es que “retiene menos CO2”, recuerda el meteorólogo Torres. “Cuanto más se calienta el agua, menos CO2 admite y más se libera a la atmósfera”, explica. Y así se está generando una retroalimentación fatídica desde el punto de vista climático.
El ciclo es el siguiente: la concentración de CO2 en la atmósfera genera el efecto invernadero que retiene la radiación solar y, por lo tanto, el calor. Ese calor sube la temperatura no solo del aire, sino también del mar. A medida que el agua se vuelve más cálida, se queda con menos CO2, que volará por la atmósfera engordando la capa invernadero. Una capa que es ya un 50% más densa que antes de que se empezaran a quemar combustibles fósiles.