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Martínez Camino: el obispo azote de Zapatero que preside misas por Franco en Cuelgamuros

Jesús Bastante

en religiondigital.com —
19 de julio de 2022 22:30 h

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“Es tremendamente inteligente. Tanto, que resulta despiadado. Y peligroso. Por eso nadie te hablará mal de él en público”. Un obispo español resume la imagen que buena parte del episcopado tiene del obispo auxiliar de Madrid Juan Antonio Martínez Camino.

Martínez Camino fue el primer obispo jesuita de nuestro país. Se convirtió en azote del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y brazo ejecutor del cardenal Rouco Varela entre 2003 y 2013 cuando dirigía la Conferencia Episcopal. Esta semana ha vuelto al primer plano de la polémica al presidir una misa en el Valle de los Caídos, convocada por grupos de ultraderecha, la víspera del “Alzamiento” (con ese nombre se convocó) de Franco que provocó la sangrienta Guerra Civil y cuarenta años de dictadura.

Y es que Martínez Camino –cuyo nombramiento como secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal fue prácticamente impuesto por Rouco Varela a Juan Pablo II y que hoy el Papa Francisco no sabe a dónde enviar– es uno de los obispos más conservadores de nuestro país y uno de los pocos (junto a otros obispos polémicos, como Juan Antonio Reig o Jesús Sanz) que, en público, admite su amistad y apoyo al prior del Valle de los Caídos, Santiago Cantera.

El jesuita, de 69 años, lleva 14 como obispo auxiliar de Madrid y parece que no se moverá de ahí, aunque, en el pasado, su carrera pareciera fulgurante. Así, entre 1993 y 2001 dirigió el Secretariado de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, la sucursal de la antigua Inquisición romana en la Iglesia española. Desde allí, ejerció de martillo de herejes contra los teólogos progresistas.

Manifestaciones, misas y campañas

En 2003, su principal valedor, el cardenal Rouco Varela, lo llamó para la Secretaría General de la Conferencia Episcopal, en un período especialmente polémico en las relaciones Iglesia-Gobierno. Tanto es así que, durante la primera legislatura del Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, los socialistas consideraban a la Iglesia católica “el principal partido de la oposición”.

Y no fue para menos: liderados por el tándem Rouco-Camino, los obispos salieron, hasta en dos ocasiones (algo inédito en democracia), a manifestarse contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía y, especialmente, contra el matrimonio igualitario. Aquella semana, una veintena de prelados se colocaron tras la pancarta. Siete días después, en una manifestación bajo el lema ‘Pobreza Cero’, sólo se vio a uno de ellos: el hoy presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella. Dos estilos muy distintos.

Durante esos años, además, se popularizaron las llamadas misas de Colón, que supusieron auténticas concentraciones contra el Ejecutivo, por la defensa de la unidad de España, y la enseñanza religiosa y que Martínez Camino coordinó desde su despacho en la sede de la Conferencia Episcopal, con el inestimable apoyo de grupos ultraconservadores como los kikos, Comunión y Liberación, los Legionarios de Cristo y HazteOir.

En ese periodo, Camino bloqueó los informes que apuntaban a que la organización ultra pertenecía a la sociedad secreta El Yunque y fue de los pocos que, cuando se les prohibió participar en actividades diocesanas, siguió acudiendo a sus reuniones. Camino, junto a Reig Plá, han recibido los premios de HazteOir.

Vetado como obispo castrense

Con Martínez Camino en la cúpula episcopal española, además, se impulsó la mayor beatificación masiva de mártires de la Guerra Civil de la historia, en noviembre de 2007 cuando casi medio millar de sacerdotes, religiosos y laicos asesinados durante la II República y la Guerra Civil fueron elevados a los altares católicos en oposición a la política de memoria del Gobierno de Zapatero. De su mano, además, surgieron polémicas campañas contra el aborto o la eutanasia, como aquella que apuntaba a que España protegía más la vida del lince que la de los fetos humanos, decía.

En 2008, Benedicto XVI, que tres años después viajaba a Madrid para clausurar la Jornada Mundial de la Juventud y consagrar a Rouco Varela como vicepapa español, nombraba a Camino obispo auxiliar de Madrid, rompiendo una norma no escrita que impedía a los jesuitas españoles ser obispos.

En 2013, después de dos quinquenios (no era posible, por estatutos, revalidar), Camino se apartaba de la Secretaría General de la Conferencia Episcopal. Muchos aseguraban, entonces, que sería elevado a alguna diócesis relevante. Incluso, llegó a estar propuesto como arzobispo castrense, pero la Casa Real vetó el nombramiento.

Finalmente, las tornas del poder cambiaron, y tanto Rouco como Camino cayeron en desgracia en Roma, aunque no perdieron su capacidad de influencia. De hecho, todavía hoy, es presidente de la Subcomisión Episcopal de Universidades y Cultura, y representante de la Iglesia española ante los episcopados europeos. Ahora, tras un tiempo alejado de los focos, Martínez Camino regresa a los titulares, en esta ocasión con motivo de una misa en conmemoración del 18 de julio, convocada por la ultraderecha, y presidiendo el altar de Cuelgamuros.

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