A la vista de los últimos datos, el verano no ha supuesto ninguna garantía para que los números de contagios y hospitalizaciones por coronavirus se mantuvieran bajos en nuestro país. Los nuevos casos han ido en alza constante desde mediados del mes de julio y este otoño se presenta crítico para controlar la epidemia. Sin embargo, a pesar de este incremento sostenido de casos de infecciones en España y otros muchos países, la mortalidad (aún) no se ha disparado.
Existen múltiples y variadas razones para ello. La principal causa tras este fenómeno es que estos últimos meses la capacidad de detección de casos de coronavirus es muchísimo mayor que en los meses del confinamiento (marzo-mayo), en los cuales apenas se veía el pico del iceberg de la epidemia. Ahora vemos multitud de casos asintomáticos y leves que antes se escapaban y eso da la aparente sensación de una epidemia más leve. Además, se han tomado más medidas para minimizar el riesgo de contagio entre ancianos y otras personas de riesgo. Otro factor que influye en esta tendencia es que las hospitalizaciones y las muertes siempre aparecen con semanas de retraso con respecto a los nuevos contagios y que los tratamientos médicos han mejorado en estos meses.
No obstante, múltiples investigadores y médicos plantean una hipótesis adicional que podría estar contribuyendo a que la epidemia actual muestre un lado más amable, con proporcionalmente menos hospitalizaciones y muertes: el uso generalizado de mascarillas en la población general.
El 8 de septiembre apareció publicado en la revista médica The New England Journal of Medicine (The NEJM) un artículo que analiza y plantea la siguiente hipótesis: ¿el uso de mascarillas podría, además de disminuir el riesgo de contagio, atenuar la gravedad de la infección y favorecer que un mayor porcentaje de las infecciones fuera asintomática o leve? Que la respuesta sea afirmativa o negativa depende de un factor clave que sigue siendo una incógnita: si la dosis de coronavirus que recibe una persona influye no solo en las probabilidades de infección, sino también en la gravedad de la enfermedad resultante. Si la dosis fuera importante en este asunto, utilizar mascarillas podría disminuir las dosis víricas a las que se exponen las personas y, en el caso de que se dieran infecciones, estas podrían ser más leves o incluso asintomáticas.
En estos momentos, ni sabemos cuál es la dosis o cantidad de coronavirus necesaria para contagiarse, ni tampoco sabemos si estar expuestos a un elevado número de coronavirus podría desencadenar una infección más grave. Hace meses, la postura que predominaba es que, una vez que se produce la infección, la dosis de coronavirus recibida no influía, en la mayoría de los casos, sobre la gravedad de la COVID-19 ni en su pronóstico. Al fin y al cabo, cualquier dosis recibida de coronavirus por parte de otras personas es ínfima en comparación con la cantidad de coronavirus (millones y millones de ellos) que se producen en el cuerpo humano de la persona infectada días después. Además, en condiciones normales, la población general no debería estar expuesta a dosis enormes de coronavirus como las que pueden encontrarse en las zonas de hospitales con pacientes gravemente afectados de COVID-19.
Estudios previos en los que se inoculaba a voluntarios con virus de la gripe A indicaban que aquellos que se exponían a mayores dosis no mostraban síntomas peores. No obstante, para infecciones por otros tipos de virus sí que se ha observado que administrar dosis pequeñas ayuda a que el sistema inmunitario lo combata más eficazmente y la infección sea mucho más leve. Este es el principio por el que se inoculaba de forma controlada la viruela (una técnica llamada variolización), antes de que llegase la vacuna.
Sin embargo, no sabemos si el mismo resultado puede producirse con el virus SARS-CoV-2 y no resulta tampoco sencillo saberlo. No resultaría ético realizar una investigación en la que se expusiera a propósito a humanos a diferentes dosis de coronavirus para averiguarlo. Ahora bien, existen otros tipos de estudios que sí que pueden aclararnos y ofrecernos indicios sobre esta cuestión: los experimentos con animales y los estudios epidemiológicos. Una investigación realizada con hámsteres observó que aquellos que estaban protegidos en sus jaulas con una pantalla formada por el material de las mascarillas quirúrgicas no solo se contagiaban menos de coronavirus que aquellos sin esta protección, sino que los casos asintomáticos y con síntomas más leves eran más frecuentes.
Con respecto a los estudios epidemiológicos, los autores del artículo de The NEJM señalan que hubo alrededor de un 20% de casos asintomáticos en la epidemia de coronavirus que surgió en el crucero Diamond Princess, lugar en el que no hubo un uso universal de mascarillas. Una cifra muy diferente del 81% de casos asintomáticos que se observó en un crucero argentino en el que los pasajeros contaban con mascarillas quirúrgicas y la tripulación con mascarillas N95. En cualquier caso, estas diferencias podrían deberse a características diferentes de los pasajeros entre ambos cruceros (edad, sexo, factores de riesgo...).
Por otro lado, en dos recientes epidemias en plantas de procesado de alimentos en Estados Unidos también se observó una elevada proporción de asintomáticos (95% de los infectados). En estas plantas todos los trabajadores tenían que llevar mascarillas cada día y los investigadores sostienen que el uso de las mascarillas podría haber contribuido a este resultado.
Aunque estos y otros indicios no son lo suficientemente robustos como para afirmar el papel protector de las mascarillas frente a infecciones graves, las autoridades sanitarias son conscientes de esta posibilidad a la hora de mantener bajo control la pandemia. Quizás sea otra razón que explique por qué, pese al incremento de casos, los países con uso generalizado de mascarillas no observan un incremento tan drástico de hospitalizaciones y muertes. Se trata de un importante factor que debería investigarse aún más, no solo por la actual crisis sanitaria, sino también por las futuras pandemias que aparecerán en el futuro.