Los incidentes de seguridad son un mecanismo que permite al personal sanitario reportar que hay una situación que pone en riesgo a los y las pacientes. Las matronas de uno de los grandes hospitales madrileños de referencia, el Clínico San Carlos, pulsaron este botón hace unas semanas cuando se dejaron de cumplir los servicios mínimos.
Había menos de cuatro profesionales por turno para atender cuatro paritorios, las urgencias y la unidad de alto riesgo. El toque de atención logró reestablecer el número habitual pero a costa de que las profesionales hicieran turnos extra para cubrir los huecos. “Si hay dos señoras pariendo, y una en la urgencia, los monitores con los que se controla a las demás no los puede ver nadie”, subraya una de las profesionales, que prefiere no dar su nombre ante una situación con el hospital que define como “tensa”. El verano las acerca más al colapso, aunque el equipo sobrevive cogido por pinzas todo el año.
La precariedad está cronificada en toda España, con ligeras diferencias entre las comunidades, lamenta la Federación de Asociaciones de Matronas de España (FAME). Es histórica y las profesionales sienten que llevan años clamando en el desierto sin que nada termine de cambiar. España tiene cinco matronas por cada 10.000 mujeres entre 14 y 65 años –el grupo etario atendido por estas profesionales– y, aunque la tasa ha subido desde las 3,4 que había en 2004, el país sigue estando a la cola de Europa.
Harían falta 5.093 especialistas para llegar a la mediana europea (9,1), según los datos del informe Desarrollo de la profesión de matrona en España: retos y recomendaciones, realizado a petición de la FAME en 2023. “El número de especialistas no permite garantizar que cada mujer, sin importar dónde se ubique en territorio nacional, sea atendida por una matrona cuando requiera de sus servicios, ya que no hay suficientes profesionales para cubrir la demanda”, subraya el documento. Asturias, Catalunya, Andalucía y la Comunitat Valenciana son las regiones con menos personal. En las tres últimas, la situación ha empeorado respecto a 2018.
Para ser matrona en la sanidad pública hay que pasar el examen de Enfermero Interno Residente –equivalente al MIR médico– y escoger la especialidad Obstétrico-Ginecológica. En la última convocatoria se han ofertado 451 vacantes, 18 menos que el año pasado. Una pérdida de fuelle que en la FAME no entienden, teniendo en cuenta que ya están en números rojos y las jubilaciones previstas de aquí a los próximos años pondrán las cosas más delicadas todavía. La Associació Catalana de Llevadores ha calculado que, con el ritmo actual de salidas y la oferta, el número de profesionales será un 27% más bajo en 2026.
La problemática viene de tan lejos como 1987. Entonces se cerraron las Escuelas de Matronas porque España, al adherirse a la Comunidad Económica Europea, tuvo que adaptar su formación. Hasta cinco años después, 1992, no se marcó la obligatoriedad de especializarse tras cursar enfermería, así que durante un tiempo no salió ninguna matrona nueva titulada al mercado.
Cubrir solo lo urgente
Con las plantillas en los huesos, se prioriza que haya matronas en los paritorios. O sea, cubrir con servicios mínimos lo urgente. Aún así, “los que gestionan parecen no entender que si una mujer no pide epidural no puedes dejarla pegando voces, o que un parto no es pulsar un botón, o que si al bebé le cuesta engancharse a la teta puedes estar acompañando 40 minutos”, se queja la matrona del Clínico, que admite que inicialmente se negaron a cubrir los huecos porque les pagaban menos que en otros hospitales de la comunidad. En su centro hay una especialista más dedicada a la asesoría de lactancia, pero se ha ido de vacaciones y han puesto a una residente a cubrirla. Al final, ella y sus compañeras han puesto en conocimiento de la situación al Defensor del Pueblo a través de un escrito enviado esta semana.
El hospital, a preguntas de elDiario.es, asegura que se han cubierto las necesidades de plantilla “con sustituciones de verano para mantener la actividad asistencial al 100%” y que el centro garantiza la asistencia a las mujeres que van a dar a luz, “incluido el fomento de la lactancia”. Ante “incidencias puntuales”, reconoce el portavoz, “los compañeros asumen esa necesidad puntualmente”.
Con todo, en los hospitales son conscientes de que escenarios peores se viven en otros servicios, como en Atención Primaria. “Solo se cubren el 5% de las ausencias por vacaciones en los centros de salud. Eso implica que, si hay una matrona solo, se dejan de hacer los cribados ginecológicos, las consultas sobre anticoncepción, las clases de educación maternal (preparación al parto) o los grupos de lactancia”, aterriza Montserrat Angulo, vocal matrona del Consejo General de Enfermería.
Un “daño mucho más silencioso”, define David González, matrona en Ferrol (Galicia) y parte del equipo directivo de la Asociación Gallega de Matronas. “Hacemos un trabajo sensible y asumimos sobrecarga porque no hacerlo afecta a las personas que tratamos. Si me llaman y me dicen que hay una mujer con mastitis, no puedo no verla”, sostiene.
Las competencias de las matronas en España son mucho más amplias de lo que mucha gente cree: no solo atienden partos, sino todo lo que concierne a la salud sexual y reproductiva de las mujeres. “Socialmente no se sabe adónde puede llegar una matrona. Las mujeres pueden venir a nuestra consulta a resolver dudas o problemas durante el climaterio o sobre anticoncepción. Ese desconocimiento lo vemos con nuestros compañeros del centro de salud, así que imagínate lo que sabrá el consejero o consejera de Sanidad. Probablemente poco o nada”, afirma Cristina González, presidenta de la Asociación Madrileña de Matronas. Asumen, dicen, más áreas que sus compañeras europeas, “lo que hace la comparación aún más sangrante”. La FAME no solo pide un aumento del personal, sino un acceso diferente a la profesión: que sea directo en lugar de una especialización derivada de Enfermería.
Más intervencionismo
A menos personal, peor atención, coinciden todas las especialistas. Algo que en este caso se traduce en acelerar los procesos de parto, por ejemplo, de forma farmacológica porque no hay tiempo cuando el objetivo “es que se desvíe lo mínimo posible, si no nada, del proceso fisiológico”, reconoce Cristina Franco, que está al frente de la FAME.
“No es lo mismo que podamos estar pendientes de una sola mujer, el one to one que pedimos, a estar a cargo de varias. Eso implica más intervencionismo, más analgesia. Y, al final, se suele incrementar el número de partos instrumentales y de cesáreas”, continúa Franco. Un 22,4% de los partos en 2022 acabó en cesárea, según el último informe anual del Sistema Nacional de Salud. En la privada, el porcentaje es mayor: uno de cada tres.
Otra asunción común, advierten las matronas, es pensar que se necesitan menos profesionales porque nacen menos niños. “Nuestro trabajo no se mide por el número de partos y no ha disminuido. Tenemos más cribados ginecológicos y más controles en los embarazos. Las pacientes demandan más tiempo, y es normal. Hay más mujeres que lactan que hace 15 años y nosotras somos sus referentes”, reclama Montse Agudo. “La atención se ha complejizado. Pongo dos ejemplos: las mujeres tienen más edad y con el tiempo se ha aumentado la tasa de obesidad. Esto es susceptible de complicar los embarazos, los partos y los postpartos”, añade Franco.
Llegó un momento en que las matronas del Clínico se plantearon cerrar la admisión: no aceptar a más mujeres que se ponían de parto, de manera que tendrían que ser derivadas a otros hospitales. Aquello, afortunadamente, no sucedió, dice el equipo pasada la crisis. Después de dos guardias sin cubrir, las tres profesionales volvieron a ser cuatro. Ahora, temen que cualquier baja inesperada las vuelva a poner sobre las cuerdas. “El otro día paseando por la calle iba pensando en qué pasaría en el hospital si me torcía un pie y me lesionaba. El problemón para mis compañeras y para las pacientes. Imagínate”.
Gráficos de Victòria Oliveres.