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Una residencia para que gays y lesbianas no vuelvan al armario en la vejez

Beso de dos mujeres en un acto de la Fundación 26 de Diciembre./ Chelo García

Laura Olías

“Para la sociedad, los mayores LGTB no existen”. Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26 de Diciembre, expone una situación de invisibilidad total de los homosexuales, bisexuales y transexuales de elevada edad. “Y, cuando lo hacen público, siguen siendo las 'mariconas' y 'marimachos' de hace años”, critica. La fundación dirige dos proyectos pioneros: un centro socioeducativo y una residencia en Madrid, los primeros con una atención especializada en mayores LGTB.

Las iniciativas de la Fundación 26 de Diciembre surgen por una necesidad relativamente nueva en España, aún ajena a la mayoría, cuenta Armenteros. “Muchos gays y lesbianas que se liberaron con la democracia están llegando a la vejez y se encuentran de nuevo con una sociedad que los aparta, no los acoge”, expone. Sonia Fernández, secretaria de la fundación, habla en primera persona de los problemas de los transexuales. “Los ancianos de hoy son una generación que se educó en otros valores. Muy reprimida y que, en general, les cuesta aceptar al colectivo LGTB, especialmente a los trans”.

Los homosexuales fueron considerados “peligrosos” por el Código Penal español hasta el 26 de Diciembre de 1978, fecha de modificación de la Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social, que recogía penas de internamiento en centros de “reeducación” y la prohibición de residir y visitar ciertos lugares a aquellos que realizasen “actos de homosexualidad”.

Ocultar la orientación sexual era una medida de seguridad. “No hace tanto, metían en la cárcel a los homosexuales”, dice Fernández. Boti García Rodríguez, presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), cree que los proyectos son “estupendos”. “Si pensamos en referentes públicos del colectivo LGTB, suelen venir a la memoria ejemplos de jóvenes. Hay una tendencia, como en la sociedad en general, a apartar a los ancianos y centrarse solo en la juventud, en una determinada idea de belleza”, critica García, por lo que alaba la función de visibilización de la iniciativa.

La clandestinidad iba más allá de la falta de libertad de estas personas. En el caso de los transexuales, Sonia cuenta cómo muchos se hormonaron sin seguir un protocolo médico, por su cuenta. “Ahora, si van a una residencia normal, el tratamiento que requieren no está en su historia clínica y, si se lo cortan, las consecuencias pueden ser graves”, explica.

Unas necesidades específicas

“El aseo personal, por ejemplo, puede ser otro aspecto que incomode tanto a trabajadores como a residentes trans. Si conservas los genitales de un sexo con el que no te identificas y lo tienes que compartir con los asistentes, es mejor que sepas que va a haber compresión y normalidad por la otra parte”, argumenta Sonia.

Secretaria y presidente dejan claro que los centros no serán excluyentes con nadie. “No vamos a preguntar con quién te acuestas para admitir a los interesados. Podrá venir quien quiera, lo único que sabrán que es un centro especializado en mayores LGTB”, apunta Armenteros. Le han preguntado en muchas ocasiones si no considera que los centros pueden ser excluyentes o contribuir a la discriminación de algún modo. “Hay residencias para militares, monjas, extrabajadores de ciertas empresas y no veo que nadie cuestione si discrimina al resto de la población”, indica.

“Si se presupone que todo el mundo es heterosexual, los ancianos más”, recogía Beatriz Gimeno en el estudio Vejez y Orientación Sexual (2002) de la FELGTB. Esa 'heteronormalidad' provoca que los excluídos en las residencias actuales sean los mayores LGTB. “No hay hijos ni nietos de los que hablar. Si hay que compartir cuarto con un compañero, muchas veces los mayores esconden su orientación sexual para que no les rechacen”, relata Armenteros, que conoce varios casos de activistas durante la juventud que han vuelto al armario en la vejez.

En su opinión, las lesbianas sufren una doble discriminación, por ser mujeres y homosexuales: “Están muy cerradas en lo íntimo y no tienen espacios para vivir su orientación sexual con normalidad”.

Las parejas del mismo sexo que no se han casado también tienen dificultades para beneficiarse de las ventajas del resto de matrimonios, como compartir cuarto, cuenta Fernández. Además, “los que no se esconden y van con su bandera vuelven a ser los 'maricones' y las 'marimachos' de hace años”, critica Armenteros.

Una concepción alternativa de las residencias

José María y Nicolay comen lentejas en la sede social de la Fundación 26 de Diciembre, en la Calle Amparo del madrileño barrio de Lavapiés. En algo más de dos meses, el local en obras albergará el centro socioeducativo. Casados gracias a la ley que legalizó el matriminio homosexual en 2005, durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, están encantados de participar en el proyecto. José María, gaditano, estará en la cocina y Nicolay, nacido en San Petersburgo y licenciado en Filología Francesa, impartirá clases de conversación en francés.

A pesar de que la sede de Lavapiés de momento solo cuenta con un esqueleto de paredes y techo, Armenteros y Fernández enumeran una larga lista de estancias que estarán habilitadas para clases de pintura, consultas de fisioterapia, cineforum, un aula para la Universidad de Mayores y gimnasio, entre otras actividades.

“El centro y la residencia no serán lugares para aparcar a los viejos”, explica Armenteros. El presidente y el resto de los congregados en la sede social presentan el proyecto entre risas. “Queremos que los mayores se consideren personas útiles, que se lo pasen bien si les acompaña la salud y que, si no es así, simplemente se sientan como en su casa, abrazados y a gusto”, espera Federico. El de la residencia es un proyecto a medio plazo: aunque ya tienen el sitio (un antiguo hotel en la localidad madrileña de Miraflores de la Sierra) aún están en la etapa de recolección de fondos gracias a las cuotas de socios, donaciones y un crédito de una banca ética. Con el presupuesto completo, si tood va bien, comenzarán las obras a principios de 2015.

La experiencia de los mayores será un apoyo para los jóvenes de la Asociación Respeta, que pretende ayudar a chavales con problemas debido a su orientación sexual. “Nuestra prioridad es la educación. Trabajamos en la zona sur de Madrid y hay muchos chicos que han dejado los estudios e intentamos que reflexionen sobre qué es lo mejor para ellos. Algunos han sufrido bullying en la escuela y los testimonios de los mayores de la Fundación 26 de Diciembre pueden devolverles la autoestima”, cuenta Adolfo Martínez, coordinador de la asociación.

El presidente y la secretaria de la Fundación 26 de Diciembre están especialmente orgullosos con este proyecto intergeneracional. Los jóvenes compartirán el gimnasio y ayudarán a los mayores a manejarse con los ordenadores. “Es muy enriquecedor hablar con ellos y que nos ayudemos en lo que podamos. Las personas que acuden están encantadas, se sienten una parte valiosa de la sociedad”, añade Armenteros.

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