Este carpintero de 42 años lleva más de una década luchando por recuperar la Memoria Histórica en una provincia pequeña y especialmente amnésica como es Soria. En 2005 fundó con varios amigos la asociación Recuerdo y Dignidad de la que es presidente. Una humilde organización que cuenta con poco más de 100 socios, cero subvenciones y no dispone ni siquiera de una sede social propia.
Él y el resto de voluntarios suplen esta falta de medios con mucho esfuerzo y dedicación. Gracias a ello han logrado en estos años exhumar ocho fosas comunes, entre ellas algunas emblemáticas como la de los maestros sorianos y la del que fuera vicepresidente de la Diputación de Soria Abundio Andaluz. En su haber consta también la apertura de varios procesos judiciales por desapariciones forzosas y la celebración de multitud de actos informativos, educativos y reivindicativos para recordar a las víctimas del franquismo.
Esta lucha desigual contra la desmemoria y, demasiadas veces, contra las instituciones, han hecho que Recuerdo y Dignidad de Soria obtenga este año el Premio Nacional Derechos Humanos. Iván Aparicio García, su presidente, lo ha recogido este jueves en Madrid junto al resto de galardonados: la sección Memoria Pública del diario Público y la Colectiva Jalok U de Guatemala. Iván ha dedicado el premio, entre otras muchas personas, a Manoli, su madre, la persona que le inculcó los valores y la sensibilidad que le llevaron a ocuparse de este tema; la persona que le hizo creer que David podía vencer a Goliat.
¿Qué supone este premio para Recuerdo y Dignidad, una asociación pequeña de una provincia pequeña como es Soria?
Creo que toda la lucha memorialista puede asemejarse a la lucha de David contra Goliat. El reconocimiento a una asociación modesta del interior del Estado demuestra que se pueden hacer cosas muy grandes en memoria histórica. Además confirma nuestra perspectiva de la memoria histórica como un asunto de derechos humanos, tal y como lo han señalado organizaciones de la talla de Amnistía Internacional, Rights International Spain o Human Rights Watch.
En estos años os habéis enfrentado a numerosas dificultades. Placas que son arrancadas de los monumentos que recuerdan a víctimas del franquismo, sentencias judiciales adversas, falta de apoyo institucional… ¿Es la lucha por la Memoria en nuestro país una carrera de obstáculos?
Desde luego. Nos enfrentamos a un Estado que se ha construido sobre la base del olvido y que tiene demasiados pilares que enraízan directamente en el franquismo. La memoria histórica remueve las bases de una democracia que tiene muchas carencias por no afrontar su pasado. Además choca directamente contra los acuerdos políticos tomados en la transición. La memoria histórica y los derechos humanos suelen ser incómodos para el poder y muchas veces se desatiende a las víctimas y no se aplica la justicia a quiénes las siguen maltratando.
Y dentro de todas esas dificultades con las que os encontráis en vuestro trabajo ¿cuál es la peor? La que peor sabor os deja.
A mí personalmente una de las que más me molestan es la hipocresía. Si escuchamos los discursos de todos los agentes sociales parece que todo el mundo tiene en cuenta la memoria histórica y a las víctimas del franquismo. Pero no es así. La clase política, por ejemplo, no escucha a las asociaciones. Es increíble que con la trayectoria que lleva la lucha memorialista todavía no dispongamos de herramientas eficaces para hacer nuestro trabajo… que, por cierto, es un trabajo que debería hacer el Estado.
¿Es España un país sin Memoria?
Sí. Se puede decir que amnésico. Y se puede ver en el día a día con la herencia recibida de corrupción, impunidad de la extrema derecha, manipulación de la Justicia... La memoria histórica no es solo un asunto de justicia del pasado. Tiene mucho que ver con el presente y el futuro.
¿Notas diferencias en la actitud de las administraciones en función del partido que las gobierna?
Absolutamente. Además esto se debe en buena medida a que la única ley que rige este asunto, a nivel estatal, es la Ley de Memoria Histórica; y es una ley sin desarrollar y por tanto totalmente interpretable. Con la misma ley se quitan calles dedicadas a fascistas o se puede mantener por resolución judicial el apellido de Yagüe en el pueblo de San Leonardo en Soria, por ejemplo.
De todo lo que habéis conseguido en estos años, ¿de qué acción estás más orgulloso y por qué?
Estoy muy orgulloso de muchas cosas. Me gustó mucho la acción que hicimos pintando toda la calle peatonal de Soria con siluetas de los desaparecidos. Me acuerdo mucho también de la sonrisa de Filito Ballano cuándo recuperó los restos de su padre. Son muchos momentos… el instante en el que das con una fosa común o cuando consigues la apertura de una causa judicial. Estoy muy contento con nuestro trabajo, la verdad.
Supongo que uno de los aspectos más gratificantes, pero también más delicados, es la relación con los familiares de las víctimas ¿Cómo se enfrentan ellos a la búsqueda de los restos de un ser querido? ¿Hay determinación, miedo, dudas?
Hay de todo. Gente que contacta contigo y luego se distancia una temporada, gente que va a saco porque lo tiene muy claro. De todo. Nosotros tratamos de recibirles con cariño, explicándoles que son los dueños de la situación y que ellos tienen el poder de tomar las decisiones. Hay que tener en cuenta que acercarse a una asociación ya es un paso muy importante y que detrás de todo eso está la historia familiar, ver el sufrimiento de los padres y las abuelas… y algo que es muy importante para nosotros: el confiar en una gente que no conoces para cerrar un ciclo trascendental y que abarca varias generaciones.
¿Y cuál ha sido la mayor decepción en estos años?
No encontrar a Arsenio Martínez, Antonio Cabrero y sus compañeros de fosas. Cuando no encontramos a Arsenio se me cayó el alma al suelo . No podía irme del terreno. Y cuando los Cabrero no encontraron al abuelo también.
Al ser Soria una provincia muy rural, tenéis que trabajar mucho en pueblos pequeños. ¿Sigue en ellos habiendo miedo y esa especie de ley del silencio que se implantó durante toda la dictadura? ¿Es muy diferente al ambiente que encontráis en Soria capital?
Afecta a toda Soria pero especialmente a los pueblos. En Barcones, por ejemplo, hablábamos de crear el CSI Barcones porque nadie nos contaba nada. Luego gracias a la nueva alcaldesa, una chica joven, pudimos empezar a hablar con el pueblo y se abrió. Los comienzos son durísimos, pero la gente acaba abriéndose. Cada vez más. Además ven que no hay nada malo en esto; que no se va a abrir ningún odio y que sólo estamos ayudando a unas familias que buscan paz. Eso sí, somos también muy claros recordando y denunciando todo lo que ocurrió durante el franquismo.
¿Qué le dirías a quienes os acusan de reabrir heridas?
Es uno de los prejuicios que más se escucha respecto a la memoria histórica. Generalmente procede de sectores a los que no les interesa que se trate esto, aunque también lo dice gente sin intereses políticos. Cada vez se escucha menos porque se va difundiendo más nuestra labor. Pero desde luego yo considero que tiene un origen sociológico basado en 40 años de propaganda y 40 de silencio. Todos tenemos determinados prejuicios procedentes del franquismo que hay que ir eliminando.
¿Qué crees que necesita este país para acabar con esta situación de desmemoria histórica? ¿Una ley, educación?
Son muchos los pasos que hay que dar, pero ya se han dado antes en muchos otros países con un pasado como el nuestro. Todos los contempla el derecho internacional de los derechos humanos y pasan por leyes, educación, saber la verdad, establecer la justicia, reparar a las víctimas, abrir los archivos, tener una política de recuperación de bebés robados y un larguísimo etcétera. Es una decisión política.