“Aquí estamos y no nos ocultamos”. Era el titular que ocupaba la esquina inferior derecha del periódico madrileño Hoja del Lunes en su portada del 26 de junio de 1978. El encabezado de la noticia rezaba “los gays, en la calle” y relataba como, por razón del “Orgullo Gay”, se habían manifestado el día antes miles de personas en la capital bajo gritos de “sexualidad libre”. La marcha se convertiría en la primera manifestación LGTBI celebrada en Madrid, nueve años después de los disturbios en el pub neoyorkino de Stonewall que inauguraron el Orgullo como es conocido hoy.
Un año antes se había celebrado la primera marcha de España en Barcelona y ya en 1978 las convocatorias se sucedieron en diferentes ciudades como Valencia, Sevilla o Bilbao. Fue la época de los Frentes de Liberación Homosexual, de inspiración marxista, que fueron fundándose en los diferentes territorios. En la constitución del frente de Castilla, que convoco la marcha de Madrid, estuvo inmerso Ramón Linaza, una de las personas que pidió la autorización al Gobierno civil para la manifestación.
“Estuvimos más o menos los seis meses previos preparando la convocatoria y unos 15 días antes hicimos difusión por Chueca”, recuerda Linaza a sus 61 años. La manifestación, tal y como se detalla en la noticia de El País que la cubrió, partió a las siete de la tarde de la calle O'Donell y recorrió Menéndez Pelayo hasta desembocar en la glorieta Mariano de Cavia. “Nos querían en un lugar apartado”, dice Linaza.
La derogación de la Ley de Peligrosidad Social, aprobada por el régimen franquista, era el objetivo más inmediato de la manifestación, una norma que consideraba peligrosos a “aquellos que realicen actos de homosexualidad” y preveía como castigo el internamiento en “un establecimiento de reeducación” o la prohibición de residir o visitar determinados lugares. Esta ley fue utilizada junto a los delitos “de escándalo público” para reprimir de manera sistemática a los homosexuales y trans, que eran encarcelados y perseguidos.
Al igual que ocurrió en Barcelona un año antes y en Stonewall en 1969, en la capital las mujeres trans también jugaron un papel destacado. Eso en una época en la que apenas se hablaba de hombres trans y la transexualidad femenina era considerada una exageración de la homosexualidad y se englobaba bajo el término “travesti”.
De hecho, algunos periódicos también utilizaban ese término para referirse al colectivo. El 8 de junio de 1978, poco antes de la celebración del Orgullo, el ABC titulaba “Los travestis piden que la Constitución reconozca sus derechos” para informar de la asamblea nacional de los frentes de liberación organizada en Sevilla. “El día 25 celebrarán 'el Día Internacional de la Liberación Homosexual”, anunciaba el periódico en referencia a las manifestaciones.
Vito Virtudes también asistió a aquel primer Orgullo de 1978 junto a una compañera. “Cuando estábamos llegando, ella me decía 'Vito, somos muchas'”, cuenta emocionada esta mujer feminista y lesbiana que confiesa sentir “mucho orgullo” de haber estado en un día “tan especial”. Virtudes recuerda lo que le impresionó el gran número de mujeres que había en la manifestación –“era tal la liberación de verse reconocidas y que no estaban solas...”, exclama– y hace hincapié en la invisibilidad con la que, asegura, “se vivía y se vive el lesbianismo”.
Tanto Linaza como Virtudes coinciden en afirmar que el ambiente tranquilo reinó durante la marcha, encabezada por una pancarta del Frente de Liberación Homosexual de Castilla. “Qué demasiao, todos los peligrosos nos hemos juntao”, “Somos personas, no payasos”, cita El País como algunos de los lemas que se cantaron. “La Policía se ve que estaba nerviosa y quería que nos fuéramos a casa cuanto antes. Presionaba a la cabecera para que fuéramos más deprisa y nos pusimos a cantar 'qué buenas son las fuerzas represivas, qué buenas son que nos llevan de excursión'”, cuenta Linaza.
Además, se recordó a los homosexuales presos –600, cifra el medio– y se guardó un minuto de silencio a mitad del recorrido por “La Francesa”, el nombre con el que se autodenominaba un homosexual que se había suicidado dos años antes en la cárcel de Carabanchel por la homofobia que sufría.
La alegría y la diversidad fueron la tónica dominante de una marcha que aglutinó a diferentes colectivos feministas, de madres solteras, de personas con discapacidad, de presos, sindicalistas... Echar la vista atrás es para Virtudes y Linaza un acto de memoria, de homenaje y de Orgullo, también por los que no están y a los que guardan un lugar privilegiado del recuerdo. Un ejercicio que desde aquel junio de 1978 sirve “para tomar impulso” frente a lo que todavía está por lograr.