El memorial de La Almudena esconde un 'pendrive' con los nombres que el Ayuntamiento de Madrid arrancó del monumento

Elena Cabrera

8 de octubre de 2020 22:29 h

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El memorial, originalmente dedicado a las víctimas del franquismo en Madrid, sigue políticamente abandonado y vallado en el cementerio de La Almudena. El gobierno municipal de Martínez Almeida modificó la significación con la que fue planeado arrancando las placas con los nombres de los asesinados que ya se habían colocado. Pero los familiares del colectivo Memoria y Libertad, impulsores de este reconocimiento, no se dan por vencidos.

Tomás Montero, nieto de uno de los asesinados y el historiador Fernando Hernández Holgado, han creado un libro que el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez López ha denominado, en una presentación por videoconferencia este jueves, “monumento de papel”. Uno que no puede ser modificado a capricho de un gobierno.

En la presentación virtual de Morir en Madrid. Las ejecuciones masivas del franquismo en la capital (1939-1944), el artista que concibió la obra escultórica que acompaña el memorial del cementerio ha revelado un detalle que hasta ahora había permanecido en secreto: en el hueco interior y sellado de uno de los árboles se introdujo un pendrive con el listado de los nombres y más de 50 cartas escritas por los descendientes a sus familiares asesinados. Forma parte del “ruido secreto que tiene la pieza”, ha dicho Fernando Sánchez Castillo.

Estos objetos fueron introducidos en un acto privado y no oficial en Arganda del Rey (Madrid) hace dos años, al que asistieron algunos familiares, Sánchez Castillo, el ex teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid, Mauricio Valiente y Txema Urkijo, exresponsable de Memoria de la desaparecida Oficina de Derechos Humanos y Memoria del Ayuntamiento, los dos grandes valedores políticos del proyecto conmemorativo. La arquitecta del memorial, Julia Chamorro, diseñó un tubo especial para minimizar el impacto de las condiciones y del paso del tiempo sobre los objetos.

Debido al conflicto que ha supuesto para los implicados en la ejecución del Memorial su resignificación, estos decidieron mantenerlo en secreto hasta ahora, a pesar de que la obra no ha sido inaugurada y el Ayuntamiento no ha informado de cuándo piensa hacerlo. Ante la eliminación de los nombres, Tomás Montero considera este pequeño acto, que pasa desapercibido para cualquier visitante, como una pequeña “consolación” y “reparación”: “al final, los nombres de los nuestros están dentro de los robles”. A pesar de todo. “Pese al esfuerzo del Ayuntamiento —dijo Sánchez Castillo en la presentación— por eliminar los recuerdos de los desastres provocados por la guerra, creo que [la inserción de los objetos en el espacio hueco] cumple su función de llamar la atención sobre la falta de memoria democrática”.  

“La ausencia de los nombres habla por sí misma, así como la no introducción de los versos de Miguel Hernández”, ha explicado el artista Sánchez Castillo durante la presentación. “Es más elocuente el silencio, que habla sobre la lucha que tenemos que realizar día a día”. Los dos muros que se habían ideado para albergar los 2.936 nombres, ahora sostienen una única frase, redactada desde el Ayuntamiento, que es la clave de la resignificación: “El pueblo de Madrid a todos los madrileños que, entre 1936 y 1944, sufrieron la violencia por razones políticas, ideológicas o por sus creencias religiosas. Paz, piedad y perdón”. Estas palabras señalan, por un lado, la inclusión de las víctimas de la Guerra Civil, con independencia de si peleaban por el bando sublevado o el que defendía la legalidad republicana y, por otro, el borrado de los nombres, lo cual no deja de ser llamativo tratándose de una intervención en una necrópolis, cuya función es dar un recuerdo a los fallecidos por mediación de nombres esculpidos en lápidas.

El secretario de Estado de Memoria Democrática ha ido más allá y ha calificado de “apartheid funerario” las consecuencias de la memorialización de unos muertos y unos hechos sí, y otros no. La retirada de las placas con los nombres “no solo fue una humillación para las víctimas sino que pone en evidencia la falta de generosidad de la derecha española para reconocer la injusticia de las consecuencias del golpe de Estado [de 1936] contra la legalidad democrática”.

Memoria y Libertad barajó la idea de llevarse el memorial “al exilio”, como el Guernica, pero entienden que “el emplazamiento en el que debe estar es en la necrópolis”, dice Tomás Montero, y esperan que, en algún momento, sea restaurado en su forma original.

Mientras tanto, la lectura del libro publicado el pasado mes de septiembre, contribuye a que las ejecuciones de la dictadura en Madrid no se diluyan ni se desdibujen, que no queden impunes ni asimiladas a los actos de la guerra. Las 51 cartas encapsuladas hacia el futuro, preservadas del viento y la lluvia política de la historia del futuro, pueden ser leídas en la web de Memoria y Libertad.

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