“Diez años es poco para hacer justicia por 40 años de crímenes”. Algunas frases pueden resumir el esfuerzo trabajado en la denominada Querella Argentina. Como hace la abogada Ana Messuti, que hace una década era parte de las primeras demandas en el único juicio abierto en el mundo contra los crímenes del franquismo.
Las víctimas precisaban un giro de timón. Doblegar la impunidad del régimen franquista. “Necesitábamos un Garzón argentino”. Y ahí, en el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Número 1 de Buenos Aires, estaba la jueza María Servini de Cubría, que abrió el proceso 4591/2010 por delitos de “genocidio” y crímenes contra la humanidad cometidos en España desde 1936 a 1977.
Una causa que sigue viva, “abierta y activa”, recuerda Messuti en esta entrevista con eldiario.es. Y esto constituye, en sí, “toda una proeza”. Porque la Justicia argentina apenas“ cuenta con colaboración del Estado español. O ”incluso peor“, atina, que en momentos ”había prohibido“ toda ayuda. El diagnóstico, tras un largo camino lleno de obstáculos y victorias como la exhumación de Timoteo Mendieta, mira al cambio de Gobierno en el país como giro de bisagra con una meta clara: ”En algún momento se vencerá la impunidad del franquismo“.
El 14 de abril de 2010 estaba en Buenos Aires en el inicio de la Querella Argentina. ¿Cómo recuerda aquel día?
La pregunta suena como si me encontrara casualmente allí, pero no. Ya desde hace un año por lo menos, nos reuníamos en Buenos Aires el equipo de abogados que nos ocuparíamos de esa querella. Fue durante mi estadía en Buenos Aires en ese período que decidimos presentar la querella. Teníamos la idea, el querellante –Darío Rivas–, la voluntad de presentarla, pero faltaba el detonante. Y este se presentó en la figura de Carlos Slepoy, el admirado luchador por los derechos humanos, que poco antes, en un diario argentino había dicho, refiriéndose a la reacción de la justicia española ante la iniciativa de Baltasar Garzón: “Necesitamos un Garzón argentino”. Es decir, compartíamos la misma idea: que la justicia argentina se ocupase de las víctimas del franquismo como la justicia española se había ocupado de las víctimas de los militares argentinos.
¿Y cómo fue aquella jornada?
El día de la querella fue un día muy esperado, fue el día que nos habíamos fijado para presentarla ante la Cámara Federal de la Capital, donde sería turnada al juzgado que se ocuparía de ella. Habíamos trabajado sin parar en elaborar esas 92 páginas, basándonos en los autos del juez Garzón de finales de 2008. Pocos días antes habían pasado a firmarla, y sumarse a Darío Rivas e Inés García Holgado, los dos primeros querellantes individuales, unos 10 representantes de asociaciones de derechos humanos argentinas y una española: la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), que había enviado su representante.
Tras una década de lucha contra la impunidad del franquismo desde Argentina. ¿Cuál es el diagnóstico del proceso?
Son difíciles los aniversarios, porque llaman también a una rendición de cuentas, a un balance. Y eso puede ser muy desalentador, o menos. Los que somos conscientes, en mi caso por el contacto que he tenido con los querellantes, de todo el tiempo pasado y silenciado, y comparamos, nos decimos: diez años es poco para hacer justicia por 40 años de crímenes, o más. Ya una causa que tuviese unos 340 querellantes más unos tantos denunciantes podría llevar, tan solo en la fase de instrucción, unos 10 años sin sorprender a nadie.
Una causa que además se ocupe de crímenes cometidos a miles de kilómetros de distancia, hace muchos años, en el caso de algunos crímenes más, en otros menos, ya que el arco temporal que abarca, de 1936 a 1977 es amplio. Que apenas en contados casos ha podido contar con la colaboración del país del lugar donde se cometieron los crímenes, incluso peor, que llegado determinado momento, no sólo no podía contar con esa colaboración sino que se había prohibido toda colaboración con esta causa, y a pesar de ello siguiera abierta y activa, y con proyectos importantes para su avance, resulta toda una proeza. Y el diagnóstico, dado el cambio de gobierno en el país que debe colaborar, debería ser positivo, es decir, que en algún momento se vencerá la impunidad del franquismo.
¿Qué hitos destaca en estos diez años?
Hay muchos momentos que pueden considerarse hitos, también ello depende del observador, del momento, de lo que cada uno pide a la causa. Hay hitos de carácter judicial, otros de carácter social y otros de carácter internacional.
Por ejemplo, de carácter judicial, en referencia a los casos de tortura y privación de la libertad producidos en el tardofranquismo, la jueza Servini pidió la detención preventiva internacional de unos 18 imputados con fines de extradición para poder tomarles declaración indagatoria. Las órdenes de detención aún están vigentes.
Si bien el Gobierno negó las demás extradiciones, los casos de dos de los imputados de torturas se presentaron a la Audiencia Nacional, que también las denegó. Pero el “paso por la Audiencia”, el hecho de que estas dos personas, tuviesen que asistir, no a la entrega de premios por su desempeño profesional, sino a un acto judicial para decidir si serían extraditados para ser juzgados como autores de crímenes internacionales, ya era un avance.
Como lo fue la toma de declaración a víctimas.
Otro hito que puede considerarse de carácter judicial, son las declaraciones que muchas víctimas pudieron hacer por primera vez ante un juez penal. Muchas se produjeron en Buenos Aires, cuando viajaron para ese efecto unas 13 personas, entre ellas Ascensión Mendieta. Pero otras fueron tomadas por jueces españoles, en presencia de la jueza argentina, durante la visita que hizo en 2014. La visita en sí fue todo un acontecimiento, sobre todo porque estuvo en varios sitios emblemáticos, desde Guernica hasta la Audiencia Nacional.
Aún más importante fue el hecho de que, una vez partida a Buenos Aires la jueza, nuestros querellantes declararan ante un juez penal español, que los escuchaba, con mejor o menor disposición, pero en cumplimiento del Tratado de Cooperación que vinculaba a ambos países.
¿Y los logros sociales?
Entre los de carácter social podemos referirnos a la incorporación a la querella de una asociación como La Comuna y la posterior constitución de la Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina (CeAQUA), que le dieron un gran impulso en el ámbito regional, municipal e internacional. Y me parece importante no olvidar la enorme repercusión social que ha tenido en todo el mundo el documental El silencio de otros, que no sólo ganó el Goya sino muchos premios internacionales, y se proyectó en las Naciones Unidas, en Nueva York. Y también, con anterioridad, el documental La causa contra Franco de Lucía Palacios y Dietmar Post.
Y en el ámbito internacional, las visitas de querellantes a organismos de derechos humanos de Ginebra (ONU) y Bruselas (Parlamento europeo), las recomendaciones hechas por dos Relatores especiales sobre derechos humanos de las Naciones Unidas al Gobierno de España de que no pusiera trabas a la causa argentina. Para nombrar lo esencial.
Un hito muy especial, porque reviste carácter social, judicial e internacional a la vez, es la exhumación del padre de Ascensión Mendieta.
¿Colabora España, el Estado y sus instituciones, incluidas las judiciales, con la Querella Argentina?
No se puede dar una negativa total a esta pregunta. Las primeras comisiones rogatorias que solicitaban las tomas de declaraciones fueron admitidas y se les dio curso, bien aceptando la presencia de la jueza argentina en juzgados españoles, bien cuando la jueza ya había partido, la toma directa de declaraciones testimoniales en varios juzgados españoles. Fue a partir de octubre de 2016, con la instrucción de obligado cumplimiento que emitió la Fiscal General del Estado ordenando no colaborar con la jueza argentina porque no actuaba “en interés de la justicia”, que se interrumpió abruptamente esta colaboración.
Esto lo he vivido personalmente, porque a pesar de tener cita en el Juzgado de Oviedo para que declarara Gerardo Iglesias, me negaron el acceso al juez y toda explicación que era más que debida por respeto al declarante, que había tenido que superar problemas de salud para desplazarse.
¿Para qué está sirviendo en cuanto a reparación a las víctimas, sirve el solo hecho de presentar una querella, de dar ese paso?
Ello depende de cada una de las víctimas. Algunas se conforman con haberse presentado, sí. Pero es muy injusto decir “se conforman”. Son ellas precisamente quienes nos dan una muestra de conciencia jurídica, de que es importante recurrir al derecho cuando hay asesinatos, asesinos y asesinados. Que ninguna reparación es suficiente porque si bien se puede hasta cierto punto reparar lo sufrido, no se puede deshacer el hecho de haber hecho sufrir de esa manera, y la única forma que tenemos es que se pronuncie la justicia y califique a lo irrevocable como crimen, que diga con todas sus letras: ese hecho, que no se puede deshacer, ha sido un crimen.
Y precisamente porque no se puede deshacer es un crimen. Por otra parte, el hecho de presentar la querella no es individual, es un hecho de carácter social, porque no se trata de crímenes aislados los contemplados en la querella sino de crímenes contra la humanidad, que pertenecen a un mismo contexto. La querella individual que se incorpora a la causa se añade a la querella madre, aquella presentada hace 10 años, y a partir de entonces todo lo que se logre con cada una, es un logro para todas, y todo lo que se logre con la querella en general, será un logro de cada una de ellas.
¿Y ve cercano el inicio de algún proceso judicial, de sentar en el banquillo a algún acusado?
Para ello debemos esperar que se tome declaración indagatoria a algún imputado.
Carlos Slepoy decía que cada paso es una pequeña grieta en el muro de la impunidad del franquismo. ¿Cuánto de resquebrajada está esa muralla?
Tenía toda la razón: cada paso es un avance. Digo esto porque mi visión no es de una muralla sino de un camino o de una travesía. O todos caminamos juntos, o navegamos en el mismo barco, pero cada pequeña cosa que hagamos bien, sin duda ayudará a derrumbar la muralla, llegar a la meta, o desembarcar en buen puerto.
Como Slepoy, otros actores principales como Darío Rivas, primer querellante, han desaparecido estos años. ¿Qué recuerdo tiene de Darío?
Darío era un caballero español. Una persona cuya victimización había durado su vida entera, porque así vivió la pérdida de su padre, sumada a la de su país, su pueblo, su familia cercana. Pero la figura de Darío también tuvo otro significado para la querella. Darío ya había exhumado los restos de su padre, ya le había hecho un homenaje institucional en Castro de Rei, donde su padre había sido alcalde, no tenía intención de presentar querella contra los asesinos, que ya no estaban vivos, y, sin embargo, comprendió que debía presentarse. Porque no había que reclamar algo personal, particular, para ser querellante, había que tener la voluntad de luchar contra la impunidad de los crímenes, había que hacer decir a la justicia lo que debe decir, para ser justicia y no injusticia disfrazada de justicia.
La última perdida ha sido Chato Galante…
Es una inmensa pérdida, desde todos los puntos de vista.
Chato fue víctima de Billy el Niño. ¿Cómo un presunto torturador franquista no acabe respondiendo ante un tribunal y sigue libre y disfrutando medallas policiales pensionadas?
Se pueden dar respuestas desde el punto de vista jurídico. Uno podría hablar mucho de las posturas dogmáticas de un derecho que atiende sólo los argumentos que lo cierran a la normativa internacional, de un derecho que no mira la realidad de los hechos, que no ve algo tan grave como crímenes contra la humanidad, y sólo es capaz de ver delitos aislados, para beneficiarlos de la prescripción y la amnistía. Pero hay algo mucho más grave, que esas posturas respondan a una voluntad política de impunidad.
¿Alguna posible novedad futura con respecto al proceso abierto contra Billy el Niño?
No tenemos noticias concretas.
Otro de los nombres propios entre los acusados es el exministro Martín Villa. Lleva la jueza María Servini varios años intentando tomar declaración indagatoria. ¿Ocurrirá?
Predecir el futuro no es mi fuerte: no podemos hablar aún de acusados, se trata de imputados, porque aún no se ha podido tomar ninguna declaración indagatoria. Y para ser precisos, no es solo la jueza que intenta tomar esa declaración, sino el mismo Martin Villa que ha manifestado en varias ocasiones su intención de declarar.
Sin duda uno de los nombres propios de estos años es Timoteo Mendieta. ¿Qué ha significado para la Querella Argentina?
Timoteo Mendieta, el padre de Ascensión, ha significado un primer logro tanto jurídico como social, e incluso internacional. Desde el primer aspecto porque no hubiera sido posible sin el auxilio judicial internacional prestado por los jueces de Guadalajara, principalmente el juez decano. Y eso para la situación de falta de cooperación que denunciamos, es una excepción muy importante.
Desde el aspecto social, la solidaridad, eficiencia y abnegación de la ARMH y sus socios y profesionales ha sido ejemplar, impresionante. Y también la importancia de este caso reside en que no sólo se exhumaron los restos de Timoteo sino de otras 39 personas. Como era la voluntad de Ascensión: “quiero que los saquen a todos”. Y dije que también había sido un logro internacional, porque el nombre de Timoteo y de Ascensión se universalizaron, como la justicia que habían logrado.
Y para usted, ¿qué ha significado ese proceso, ayudar a Ascensión Mendieta a resolver esa herida que parecía irreparable?
Los años dedicados a este caso, por los que no descuidé otros, fueron difíciles, porque los vivía siempre con el temor de que Ascensión se nos fuera sin que hubiésemos podido entregarle a su padre. Hasta que en uno de sus cumpleaños, ya pasados los 90, me dijo al oído: “Hija, no te sientas comprometida. Has hecho lo que has podido”. Más tranquila, sí, pero me seguí sintiendo comprometida, y cuando después de la segunda exhumación y consiguiente análisis de ADN le anunciamos la buena nueva, sentí que había valido la pena todo lo hecho, por lo que significaba para la causa, por supuesto, pero también para que Ascensión nos iluminara con su sonrisa maravillosa.