Las formas de acoso machista más frecuentes y menos intensas, los micromachismos, resultan tan perjudiciales para el bienestar de las mujeres en el trabajo como otras formas aparentemente más graves de maltrato laboral. Esta es la conclusión de un estudio que ha sido publicado este jueves en la revista Psychology of Women Quarterly. Según los autores del informe de la Universidad de Melbourne (Australia) estas actitudes “no deben ser considerados formas menores de sexismo” y, por tanto, deben ser “erradicadas”.
La prevalencia de ambientes de trabajo hostiles hacia las mujeres es algo bien documentado en la literatura científica. Estudios anteriores ya habían mostrado que las mujeres son las principales víctimas de acoso en el trabajo, de discriminación por motivos de género y de acoso sexual. Sin embargo, existe una tendencia a considerar más graves aquellos eventos en los que el daño se produce en un corto espacio de tiempo, que los que pueden producir daños a largo plazo. Por este motivo, una gran proporción de la población cree que los eventos de alta intensidad, como el acoso sexual, son inaceptables, mientras que otros, como el uso continuado de lenguaje machista, se consideran menos problemáticos.
Sin embargo, los resultados de este nuevo estudio indican que los micromachismos pueden tener un efecto acumulativo en el tiempo y que el impacto negativo de estas acciones “no se limita a impedir la progresión profesional de las mujeres, sino que también puede tener un efecto negativo sobre su salud”, ha explicado a eldiario.es el principal autor del estudio, Victor Sojo.
Escasa oposición
El estudio señala dos mecanismos que podrían explicar por qué el machismo encubierto termina siendo igual de perjudicial que el manifiesto. Por un lado, está el hecho de que la baja intensidad hace que las personas del entorno sean menos propensas a oponerse a estas situaciones. A esto hay que añadir que, a diferencia del acoso sexual, este tipo de actitudes provienen de muchas fuentes diferentes, con lo que resulta difícil evitarlas. Estos dos mecanismos provocan que este tipo de situaciones terminen por perpetuarse, convirtiéndose en “una forma constante de estrés a la que las mujeres están expuestas todo el tiempo”, algo que puede ser “altamente perjudicial, incluso si los eventos individuales son percibidos como incidentes menores”, explica Sojo.
Además, los micromachismos son responsables de generar un contexto donde la discriminación es algo más aceptable e incluso puede fomentar formas más extremas de abuso. Por ejemplo, el continuo uso de chistes y comentarios sexistas en el ámbito laboral “es una de las formas más explícitas y eficaces para crear y perpetuar un clima organizacional sexista”, señalan los autores del estudio. Los investigadores concluyen que se debe evitar hacer distinciones entre los micromachismos y las experiencias de acoso aparentemente más graves, ya que “estas distinciones pueden perpetuar la idea de que algunas experiencias de trabajo tienen un impacto menor, cuando en realidad son tan perjudiciales como otras formas bien reconocidas de maltrato en el trabajo”, como la sobrecarga de trabajo o las condiciones de trabajo deficientes.
Un metanálisis basado en 88 estudios
El trabajo se ha realizado a través del análisis de 88 estudios previos, que han contado con más de 70.000 mujeres trabajadoras. Los investigadores, miembros de la Escuela de Psicología de la Universidad de Melbourne (Australia), clasificaron las distintas experiencias de acoso en el trabajo en varias categorías. En primer lugar distinguieron entre las experiencias que pueden afectar a cualquier trabajador independientemente de su sexo (como la intimidación o la victimización), de las que están dirigidas a las mujeres por el hecho de serlo. Dentro de las experiencias dirigidas a mujeres, distinguieron entre aquellas de contenido sexual (como el acoso sexual o la atención sexual no deseada), de las que no lo eran. Las experiencias más comunes son: el uso continuado de lenguaje machista, ignorar o devaluar a las mujeres en reuniones o la justificación de la ausencia de mujeres en puestos directivos.
Los autores del estudio aseguran que “las organizaciones deben tener tolerancia cero con el denominado sexismo de baja intensidad, de la misma manera que lo hacen con acoso sexual”. Según el doctor Sojo, si las personas no reconocen los micromachismos como algo abusivo y no consideran que son perjudiciales, es “poco probable que se quejen o que tomen medidas para evitarlo”. Por esto, los autores del estudio recomiendan “formar a los trabajadores sobre el carácter nocivo de este tipo de actitudes”, incidiendo en el hecho de que no solo afecta a las mujeres, “sino que también perjudica el clima general de la organización”.