Pese a que es habitual referirse a ellos como “nativos digitales”, los jóvenes españoles –y los europeos también– presentan un rendimiento entre medio y bajo en competencia informática. En concreto, España obtiene una puntuación de 495 puntos en el International Computer and Information Literacy Study 2023 (ICILS), elaborado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA, International Association for the Evaluation of Educational Achievement).
El país se sitúa así por encima de la media del estudio (476 puntos), pero aún así tiene casi uno de cada dos estudiantes (un 45%) que no alcanza el nivel 2 en el test, que la UE considera el mínimo deseable. Además, España tiene grandes diferencias entre el (pequeño) grupo de los estudiantes que más rinden y el (más numeroso) de los que menos y, como sucede con todos los países que han participado en esta evaluación, en conjunto al país está en el nivel 2 sobre 4. España queda justo por debajo de Francia o Alemania y por encima de Italia. Corea del Sur, la República Checa y Dinamarca son las que mejor paradas salen de la prueba con 540, 525 y 518 puntos, respectivamente.
Mirando los extremos, en España casi uno de cada dos estudiantes (un 45%) está en el nivel 1 o por debajo, que quiere decir que “el estudiante demuestra comprensión del uso de los ordenadores como herramientas para tareas sencillas”. Ese 45% triplica el objetivo europeo de tener un máximo del 15% de los estudiantes por debajo del nivel 2 para 2030. En ese siguiente escalón, el deseado por la UE, “los estudiantes pueden utilizar ordenadores para llevar a cabo tareas básicas de básicas de recopilación y gestión o crear productos de información sencillos”, describe el informe.
Como suele suceder en este tipo de estudios, España no destaca en el extremo de la excelencia: solo uno de cada seis (el 15%) llega al nivel 3 (“los estudiantes demuestran la capacidad de trabajar de forma autónoma con ordenadores para la recopilación y gestión de información, y demuestran que comprenden convenciones básicas de diseño de la información”) o al 4 (“los alumnos seleccionan la información más relevante para fines comunicativos, evalúan su utilidad, credibilidad y fiabilidad, y crean productos adaptados a partir de recursos digitales, de manera que la información sea más accesible al público destinatario”), los dos más altos.
El informe señala que una de las grandes diferencias entre los estudiantes más competentes y los menos está en los libros que tiene en casa (26 es el número mágico) y la educación de sus padres. Cada una de estas circunstancias implica una diferencia de unos 50 puntos en el test, que los autores califican de “estadísticamente bastante grande”. Cada uno de estos elementos por sí mismo equivale a medio nivel entero: no contar con ninguna de esas dos circunstancias implica partir directamente de todo un nivel más abajo.
“Necesitan ayuda”
El IEA define la competencia informática como “la capacidad de utilizar ordenadores para investigar, crear y comunicarse para participar eficazmente en casa, en la escuela, en el lugar de trabajo y en la sociedad”. Dentro de este marco, el nivel 2 en el que está de media España se resume, según el organismo, en que los estudiantes “necesitan ayuda”. ¿Qué puede hacer el alumnado de este nivel? “Pueden realizar acciones sencillas bajo instrucciones explícitas”, sostiene el IEA.
Ningún grupo de rendimiento de ningún país, ni siquiera del país que sale mejor parado, Corea del Sur, alcanza el nivel 4. Solo el 1% del estudiantado global llega hasta ahí. En téminos generales el colectivo más numeroso es el 2, seguido del 1. Esto quiere decir que el 61% de los alumnos, casi dos de cada tres, está en los dos niveles más bajos. “Necesita ayuda” o está “sin desarrollar” (undeveloped).
El informe también evalúa el pensamiento computacional, aunque España no ha participado en esta parte. Los resultados son similares a los de la competencia informática: la media está en el nivel 2 sobre 4 y los países presentan grandes diferencias internas entre los estudiantes que mejor rinden y los que menos.
“Es una preocupación”
La evolución en la última década de la competencia informática tampoco da motivos para el optimismo a Julian Fraillon, director del estudio. Entre los siete países con datos comparables entre la edición de 2013 y la de 2023, ni uno solo ha mejorado sus resultados y solo uno se mantiene más o menos igual. Los otros seis han bajado.
“Me preocupa en particular la muy alta proporción de estudiantes en el nivel 2 o 1 e incluso por debajo”, explica por videoconferencia, “porque en los países desarrollados como España la información digital se está convirtiendo en la base de la información. Los ciudadanos reciben la inmensa mayoría de la información digitalmente”, reflexiona sobre el bajo nivel. “Y antes, en la era pre-internet, la información que se presentaban a la gente había sido procesada. Había editores, filtros, gente tomando decisiones sobre qué era adecuado para publicar. Ahora tenemos una situación en la que cualquiera puede publicar información sin ningún tipo de supervisión o control editorial, sin que se compruebe la exactitud o el sesgo de la misma”, advierte del peligro que entraña.
El texto viene a incidir en la idea, repetida por los profesores de informática, de que “los nativos digitales no existen”. Argumentan estos docentes que decir que hay “nativos digitales” equivaldría a decir que en generaciones anteriores había “conductores nativos” solo por el hecho de que nacieron en una época en la que conducir estaba generalizado.
Existe la idea del 'nativo digital', de que como los jóvenes han crecido con la tecnología son usuarios muy eficaces. Pero vemos claramente que casi la mitad de ellos no lo son como nosotros queremos. Son capaces de encontrar sitios webs o acceder a las redes, pero no están demostrando un uso crítico o habilidades sofisticadas
Fraillon no lo dice con esas palabras, pero habla de eso. “Existe la idea del nativo digital, de que como los jóvenes han crecido con la tecnología son usuarios muy eficaces. Y vemos que son usuarios de la tecnología, pero también vemos claramente que casi la mitad de ellos no son realmente muy eficaces con la tecnología como nosotros queremos que sean. No están demostrando un uso crítico, no están demostrando habilidades sofisticadas o independientes. Son capaces de encontrar sitios webs que les interesan, descargar cosas o acceder a las redes sociales. Pero no son los tipos de habilidades técnicas o cognitivas que buscamos en los estudiantes. Esas son habilidades que hay que enseñar”, reflexiona.
¿Por qué los libros?
El informe señala varios factores que explican la diferencia en el rendimiento entre alumnos. Aparte de algunos más obvios, como que la lengua materna sea la misma en la que se hizo la prueba o tener dos o más ordenadores en casa y una experiencia de al menos cinco años en su uso, el IEA señala que tener más de 26 libros en casa es un factor diferencial para tener una competencia digital más alta, igual que la educación parental.
Es ya un clásico en los grandes informes sobre Educación, como PISA. Más allá de la curiosidad de que el IEA haya calculado el número concreto (basado en las respuestas del alumnado) y que su director comente medio de broma (medio no) que le parecen muy pocos, hay una explicación más elaborada.
“Es un indicador”, explica Fraillon. “Los libros en el hogar han sido durante mucho tiempo un indicador muy fuerte del capital educativo en una casa. Es una combinación de riqueza –tienes que tener el dinero para poder comprar libros, que podría considerarse como un artículo de lujo– pero también un indicador de una cultura doméstica donde se valora la lectura. Y con la lectura viene un conjunto adicional de ventajas educativas, desde la creencia en el valor de la lectura al acceso a la lectura.
Fraillon compara lo que supone leer respecto a la tendencia al consumo de información en vídeos cortos. “TikTok es el ejemplo clásico de esos pequeños fragmentos de vídeo, YouTube con más tiempo. Pero todavía hay una gran cantidad de información basada en texto, que es con lo que realmente trabajamos. Y ser capaz de leer y dar sentido a esa información es un requisito previo para poder hacer algo útil con ella. Así que tampoco es sorprendente que, aunque los ordenadores no sean libros, en algunos aspectos se utilicen de forma similar. Y si se combinan todas esas cosas –el nivel socioeconómico, las creencias culturales del hogar y los procesos de lectura necesarios en la gestión de la información digital– no son de extrañar las diferencias entre los estudiantes que tienen algunos libros en comparación con los que tienen muy pocos en sus hogares”, sostiene.
¿Y los móviles?
Sin entrar específicamente en el (candente en España) uso del teléfono móvil en las clases el informe sí refleja que un tercio del alumnado utiliza tecnologías de la información y comunicación (TICs) en clase a diario. Pero no llega a entrar en el debate acerca del rendimiento y las consecuencias que tiene, algo que el IEA anuncia hará para la siguiente edición.
“Es difícil de medir”, sostiene Fraillon, “porque las TIC se utilizan de diferentes maneras y en muchos casos se utilizan más en los apoyos educativos. Estos son los estudiantes que dicen utilizar más las TIC porque normalmente se les dan más recursos. Pero a la vez, por lo general, no lo hacen tan bien, de manera que es más difícil sacar conclusiones. Se habla de los móviles, pero creo que puede extenderse al uso de cualquier tecnología en la enseñanza. Lo que realmente importa es lo que se hace con ella. Por qué se usa y para qué se usa. España no está sola (en prohibir los móviles), los profesores creen que los estudiantes se distraen. Y sin duda es un reto para los profesores, pero es un reto más amplio porque muchas tecnologías tienen esa capacidad de distracción, y eso tiene que ser monitoreado y trabajado”.