¿Cuántas muertes por COVID-19 serán aceptables tras la pandemia?
España, 2026: el SARS-CoV-2 se ha vuelto endémico y es un virus respiratorio estacional más. Aun así, 15.000 personas fallecieron en 2025 por su causa, según datos publicados al final de la temporada de coronavirus. Más de 50.000 fueron hospitalizadas y miles de ellas acabaron en la UCI. Después de tanto sufrimiento y de la campaña de vacunación más ambiciosa del siglo, ¿nos conformaríamos con un final semejante para la COVID-19?
Los datos anteriores son reales, pero detrás de ellos no está el coronavirus, sino otra infección respiratoria prevenible y para la que también disponemos de vacuna. Se trata de las cifras calculadas por el Instituto de Salud Carlos III para la temporada de gripe de 2017-2018, una de las más complicadas de los últimos tiempos. Los fallecimientos son estimados y superiores a los registros oficiales, pues los números reales son difíciles de obtener para esta enfermedad. De forma similar, cada año mueren en España unas 10.000 personas por neumonía.
Si el SARS-CoV-2 no desaparece ni se convierte en un catarro leve como el resto de coronavirus humanos endémicos, se sumará a la lista de enfermedades transmisibles que provocan fallecimientos cada año. Pero, ¿qué cifras nos dejará la pospandemia y cuáles nos permitirían volver a la ansiada normalidad? Los expertos en medicina preventiva y epidemiología consultados coinciden en que la pregunta que encabeza el texto no tiene una respuesta clara. Lo ideal es que las patologías prevenibles sean, como su nombre indica, prevenidas. La realidad, sin embargo, es más compleja.
El epidemiólogo Pedro Gullón piensa que aquello que consideremos “soportable” dependerá de la evolución de la epidemia y de nosotros mismos. “Nos gusta pensar que estas decisiones complejas las tomamos de forma académica sopesando beneficios y riesgos, pero la realidad no es así: al final nos acostumbramos a lo que ocurre, y eso es un problema si nos hacemos tolerantes a niveles altos [de hospitalizaciones y muertes]”.
El médico especialista en medicina preventiva y salud pública Mario Fontán sí cree que cifras tan altas como las citadas para la gripe y la neumonía serían “inasumibles” después de tanto “sufrimiento” ahora que contamos con vacunas tan eficaces y demandadas. “La mortalidad [del coronavirus] debería ser mucho menor”, comenta.
Lo mismo opina la subdirectora de epidemiología de la Conselleria de Sanidad de la Generalitat Valenciana, Herme Vanaclocha. “Si la vacuna dura mucho tiempo va a ser muy diferente de la gripe, porque en España se va a vacunar todo el mundo y deberíamos tener muy pocas muertes”, asegura.
El investigador de Fundació Fisabio Salvador Peiró explica que es difícil alcanzar el equilibrio en un contexto de recursos siempre limitados en el que a veces es imposible maximizar el bienestar colectivo y el individual al mismo tiempo. “En la práctica nos tocará elegir y esas elecciones no serán visibles ni formales, pero con la COVID-19 creo que será más sencillo”, explica.
Peiró espera que en unos meses se pueda atender a los pacientes de COVID-19 con los recursos habituales del sistema, como ya se hace para la gripe y el virus respiratorio sincitial. “Cuando el fallecimiento por COVID-19 sea algo extraordinario y las cifras semanales o mensuales se puedan contar con una mano empezará a ser, a partir de ahí, aceptable”, añade Gullón.
Fontán considera que la pandemia ha cambiado el marco de análisis “para muchísimas cosas, incluso qué cifras de fallecimientos son aceptables”. Por eso cree que es difícil comparar con otros momentos históricos y enfermedades, ya que existe un componente cultural y social que no es constante. “La saturación hospitalaria de la gripe la hemos visto cada año como algo normal y la pandemia nos ha cambiado nuestra visión de muchos problemas que ya existían, como el impacto de las desigualdades sobre la salud, pero que no generaban ese debate social”.
En cualquier caso, los expertos consultados coinciden en que la pandemia en España se encuentra en una “espiral descendente” en la que seguirá habiendo oleadas cada vez menores hasta alcanzar un punto similar al previsto por Gullón. Pero, ¿y si las muertes no son lo único que importa?
El peligro de las hospitalizaciones
“Si hemos conseguido que las enfermedades transmisibles no supongan una amenaza para el funcionamiento normal de la sociedad no podemos quedarnos en los fallecidos”, considera el director del Observatorio de Salud Pública de Cantabria Adrián Aginagalde. En su opinión, hay que mirar otros indicadores antes que las muertes: “¿Cuántas hospitalizaciones, ingresos en UCI y demanda de Atención Primaria estamos dispuestos a soportar? Para mí esa es la pregunta”.
Hasta ahora, la COVID-19 también ha resultado “inasumible” en ese aspecto. Frente a las 50.000 hospitalizaciones anuales de la gripe, el coronavirus ha dejado 400.000, ocho veces más. Mientras que la primera se traduce en unos 3.000 ingresos en UCI, el segundo ha provocado más de 30.000. “A diferencia de en otras infecciones respiratorias agudas, la proporción de pacientes que terminan en la UCI es más elevada”, advierte Aginagalde.
El número de hospitalizaciones ya preocupó en otras gripes pandémicas anteriores. También lo que desató algunas de las alarmas iniciales con el SARS-CoV-2, al descubrirse que los porcentajes de ingresos eran incompatibles con cualquier sistema de salud. La importancia de este factor va más allá del control de la epidemia: “Los años de vida ajustados por años de calidad de vida importan. Una UCI tiene unas consecuencias solo por pisarla”, explica Aginagalde. “No podemos permitirnos esas secuelas en gente joven todos los años en cantidades muy superiores a las de la gripe”.
“¿Seríamos capaces de soportar unas Navidades con algo que fuera el doble que la gripe en cuanto a ingresos en UCI? ¿Cuántas camas estamos dispuestos a añadir?”, pregunta Aginagalde. Destaca, sobre todo, la importancia de las UCI, necesarias para que funcione el resto del sistema: “La gente tiene infartos e intervenciones quirúrgicas y no la podemos hacer desaparecer. Con la gripe la hospitalización llega a sus límites, pero las UCI no suelen ser el gran problema”.
Vanaclocha no tiene dudas de que el sistema sanitario sí se verá saturado “en momentos concretos” debido al coronavirus. “Es como las colas de las autopistas tras las vacaciones: no podemos tener carreteras de diez carriles para el puente. Deberíamos tener más camas, pero no podemos sobredimensionar para la temporada y es lógico que haya un incremento en otoño e invierno como ya pasa con la gripe”. Los recursos económicos y humanos son limitados.
Reformulemos la pregunta inicial: ¿cuántas hospitalizaciones serían aceptables tras la pandemia? “Similares a las de otras enfermedades respiratorias agudas en cada grupo etario”, dice Aginagalde. En otras palabras, cifras parecidas a las que causa la bronquiolitis en niños y la gripe en adultos. “Es a lo que deberíamos aspirar si no es posible una disminución brutal de la transmisión con las vacunas, que yo espero que sí lo sea”. Este es un punto que, según él, todavía queda “muy lejos”.
“No queremos dos gripes, porque ya es algo que tenemos que mejorar desde hace tiempo. Es un drama y satura los hospitales todos los años”, matiza Gullón. Aunque no está claro que ambos virus lleguen a coexistir, la unión de dos enfermedades respiratorias estacionales sí podría ser complicada desde el punto de vista hospitalario.
¿Insensibilizados o atemorizados?
Es posible que sigan falleciendo personas por COVID-19 en el futuro. Ante este panorama existen dos posibilidades: que la población quede insensibilizada ante estas muertes, incomparables a los momentos más duros de 2020, o que sobrerreaccione debido a esos recuerdos traumáticos.
“Creo que van a ocurrir ambos fenómenos a la vez”, opina Gullón, que asegura que ya “trivializamos” las muertes diarias como aceptables. “Ahora estamos un poco anestesiados por las cifras”, admite Fontán. Sin embargo, Gullón piensa que, si después de varias semanas sin muertos se produce un brote con fallecimientos, “algunos volverán a pedir medidas drásticas”.
“Normalizaremos la COVID-19 y es posible que haya sectores en los que la aceptabilidad sea mayor que en otros”, afirma Aginagalde. Lamenta que la percepción social del coronavirus esté atrapada entre dos bandos: “Las pandemias están mediatizadas y polarizadas, los decisores tienen que moverse entre esos extremos y el sistema sanitario seguir las reglas del juego”. Añade que, aunque una parte de la sociedad reclame intervenciones y otra se oponga, al final habrá que alcanzar consensos.
Vanaclocha prevé que, tras la pandemia, la COVID-19 sea “una enfermedad respiratoria más”, pero con una mortalidad baja fuera de grupos de riesgo. Sí teme que, en el hipotético caso de que sean necesarias nuevas dosis en el futuro, la población olvide lo vivido y no se vacune de nuevo. Pone como ejemplo la baja cobertura que suele tener la gripe cada año.
“No todo es prevenible y prevenir totalmente unas enfermedades haría que surgieran otras, por eso hay que encontrar un equilibrio y ver dónde queremos poner el foco”, concluye Gullón. El epidemiólogo sí espera que la pandemia nos haga reflexionar y poner más esfuerzo en las miles de muertes evitables que pasan desapercibidas cada año, desde las neumonías a la contaminación.
Peiró confía en que saquemos alguna lección de la pandemia: “Espero que los pacientes de gripe no estén en las salas de espera contagiando al resto, que las personas con cuadros respiratorios lleven mascarillas, así como los sanitarios que los atiendan”. También que se instalen “circuitos respiratorios” para evitar que estas enfermedades lleguen a las poblaciones más vulnerables de los centros de salud y hospitales, “como sucedió en la primera ola”. No todas las muertes se pueden evitar, pero sí podemos aprender de ellas.
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