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Madres solteras en el franquismo y los 70: “La presión social en esa época era brutal, venía de todas partes”

El Congreso de los Diputados ha aprobado este martes la tramitación de la proposición de ley sobre bebés robados con los votos a favor de todos los grupos parlamentarios. En la presentación de la iniciativa, se ha hecho mención también a las madres que dieron 'voluntariamente' en adopción a sus bebés pero en un momento histórico de represión, forzadas por sus familias y un sistema que castigaba ser madre soltera. 

Es el caso de Ascensión, que en 1967 se quedó embarazada por un descuido. Tenía 16 años y vivía en Valencia con sus padres y con sus hermanos.  Trabajaba de camarera en un restaurante del centro cuando un día se percató de que había dejado de bajarle la regla. Estuvo cuatro meses sin saber cómo reaccionar, qué hacer, o a quién contárselo, hasta que su jefa, que había notado los mareos, las náuseas y las vomitonas, habló con ella y le explicó que estaba embarazada. Le recomendó que hablase con sus padres y le ofreció su ayuda. Si hacía falta, sería ella quien lo contara. “Cuando intenté hablar con mis padres se dieron cuenta de lo que pasaba. Creo que mi madre ya lo sabía. En aquel momento me asusté muchísimo, porque no sabía lo que podía pasar”, recuerda Ascensión.

Su madre la llevó a una casa particular donde practicaban intervenciones clandestinas en condiciones absolutamente precarias. Estaba de cuatro meses y la responsable de aquel lugar, ilegal en la época, les advirtió de que en ese estado era imposible hacerla abortar. “Nos dijo que si lo intentaba yo moriría ahí mismo”, dice Ascensión. “Mi madre siguió insistiéndole, hasta que entendió que no iban a cambiar de idea”. Su madre tenía claro que no se iban a quedar con el niño, quisiese Ascensión lo que quisiese, y al final un párroco les habló de la Casa Cuna. “Nos dijo que diéramos a mi bebé y que allí le encontrarían una familia bien posicionada”. Ascensión, que ahora tiene 67 años, quería tener al niño, pero sus padres la amenazaron con echarla de casa. “No tuve más remedio”, asegura por teléfono desde Valencia. 

Casos como el de Ascensión no son aislados. Aunque escasean los datos, varias mujeres que buscan a sus hijos a través de las plataformas de bebés robados se sintieron forzadas o incluso chantajeadas para desprenderse de sus bebés recién nacidos. “La presión social en esa época era brutal. Venía de todas partes”, explica al teléfono María Dolores (nombre falso), una afectada vallisoletana de 58 años . “Yo me quedé embarazada en 1978. Aunque tenía novio había estado con un chico. Como era imposible saber quién era el padre, mi novio me pidió que me deshiciera del bebé. En esa época, si te dejaba tu pareja con un bebé recién nacido, te marginaban a ti y a toda tu familia”, explica María Dolores, que tenía entonces 16 años.

Como no quería que sus padres se enteraran de que había tenido relaciones sexuales, habló con su ginecólogo y este le ofreció dejar al niño en la clínica Belén de Madrid, uno de los lugares en los que se investigan casos de niños robados. “Me dijeron que estaría bien cuidado y que viviría con una familia importante de la capital. Que nunca le iba a faltar de nada”. María Dolores se ha arrepentido siempre de lo que hizo. Lo que más me duele es que “de una forma y otra yo lo consentí”. Era una chica de un barrio pobre y le dijeron que su hijo iba a vivir como un rey. “Era difícil decir que no”. 

En el año 2011 Ascensión vio que salían en la televisión los primeros casos de bebés robados y que hubo una denuncia conjunta de 20 niños nacidos en la Casa Cuna de Valencia, el lugar donde ella había dado a luz y donde se habían llevado a su hija, para conocer el nombre de sus madres biológicas. Aunque un juez obligó a darlos, la institución mantiene que se quemaron los papeles en un incendio. “Nosotros no teníamos ningún tipo de documento y ni mis padres ni yo tuvimos que firmar nada”, recuerda Ascensión. Después de tener a su bebé, sus padres la echaron de casa, así que intentó recuperarlo. Pero en la Casa Cuna le dijeron que ya era imposible. Para evitar que se quedase en la calle las monjas le ayudaron a buscar casa y trabajo, y un par de meses después de dar a luz empezó a trabajar de interna en la casa del abogado de misma Casa Cuna. 

La incertidumbre de saber qué fue de sus hijos ha sido una constante en la vida de estas mujeres. “Nadie puede imaginar las noches que he pasado llorando”, dice Maria Dolores, compungida. “No sabes si habrá sido feliz y piensas todo el rato en la vida que podrías haberle dado”, dice. En algunos casos también aquellos familiares que las presionaron se arrepienten, aunque el tema se vuelve tabú dentro de la casa. “Fue mi madre la que me presionó para dar al niño. Años después, cuando ya empecé a buscarla, me dijo que también se preguntaba que qué habría sido de su nieta”.

Benita tenía 15 años cuando su madre la obligó a viajar hasta Barcelona para desprenderse allí del bebé. “O vuelves sola o no vuelves”, le espetó. Para estas mujeres el drama es mayor, porque en muchos casos tienen muy difícil acceder a la documentación. A Benita, la Fiscalía de Menores le dijo que no tenía derecho a reclamar a su hijo, porque lo había hecho de forma voluntaria. Pero ella sigue peleando, y asegura que de ningún modo fue  así. “Cuando estaba en la Casa Cuna de Barcelona le pedía a Dios seguir estando embarazada para no tener que separarme del niño. Si no hubiese sido por la presión yo ahora tendría otro hijo”.