“Esto es una farsa”. “¡Qué falta de seriedad!”. Son algunas de las frases con las que los músicos que se sometieron a las pruebas de idoneidad exigidas por el Ayuntamiento de Madrid describen la experiencia. Hablan del casting que se realizó los pasados 2,3 y 4 de diciembre y cuya superación es requisito para poder tocar en las calles de la capital. Este miércoles, el gobierno municipal ha publicado un documento oficial con los 318 afortunados. Los otros 142 que se presentaron (el 30%) han tenido menos suerte. Sus aptitudes no son válidas, según los criterios del Ejecutivo de Ana Botella, para hacerse oír en la calle Preciados, en la Plaza de España o en cualquier otro punto del Distrito Centro de Madrid.
Alejandra Barella, vocalista profesional desde hace 20 años, es una de ellas. Antes no salía a la calle a cantar y ahora, aunque quisiera, no podrá hacerlo. “Me presenté para no cerrar puertas. No canto en la calle, pero tampoco quería poder dejar de hacerlo si algún día me apetecía”, explica. Scott A. Singer, acordeonista y coordinador de la Asociación de Músicos de Madrid, se ha dedicado a recoger casos como el de Alejandra. Él también se presentó a las pruebas y las pasó. No ocurrió lo mismo con una compañera cantante que, después de ser contratada por el Ayuntamiento de Madrid para actuar en las fiestas este mismo año, no figura en el listado de seleccionados. “Esto es el colmo de la pantomima”, se indigna Singer cuando recuerda que la vocalista interpretó un tema similar a los que cantó el pasado 12 de mayo frente a 5.000 personas.
Varios de los grupos que acudieron a la prueba lo hicieron en clave de protesta. Los Potato Omelette, un conjunto que reivindicó frente al jurado que habían aprendido “más en seis meses de calle que en 15 años de conservatorio”, sí han superado el filtro de Botella. Los músicos también aprovecharon la ocasión para criticar la decadencia de la ciudad. “Ay mi Madrid, pobre ciudad mía, que te quitan artistas pa' poner polícías”, decía la letra de la versión libre de 'No hay nadie como tú' (Calle 13) que eligieron para interpretar en el casting.
Desde la Asociación de Músicos de Madrid, creada en 2011 cuando la alcaldesa abrió la veda contra la música en la calle, denuncian “la falta de objetividad en los jurados, cuyos miembros se negaron a identificarse ni a explicar con qué criterio habían sido escogidos para juzgar a los demás”. Durante el transcurso de las pruebas, Singer preguntó en varias ocasiones. “Lo máximo que me dijeron fue que dos de las personas del jurado tenían titulación superior. El resto es opacidad”, apunta.
“La seriedad que nos exigen no es recíproca”
La misma falta de información se ha dado también entre el Ayuntamiento y los seleccionados, a quienes no se ha comunicado la publicación del listado. La mayoría ha conocido el veredicto a través de la prensa. En la información publicada por el gobierno municipal en su web, además, solo figuran las personas aptas. Los no seleccionados han desaparecido, sin previa explicación de los motivos que han llevado a su descalificación. “Este procedimiento no fomenta el diálogo entre músicos y gobierno para garantizar la buena música en la calle; todo lo contrario, genera un conflicto que no es positivo para ninguna de las partes”, defiende Barello, aún “desconcertada” con la decisión que le prohíbe regalar su voz a los viandantes de la capital.
“La seriedad y la profesionalidad que el Ayuntamiento nos ha exigido no ha sido recíproca”. Es el mensaje que lanza Carlos Floriano, guitarrista profesional que encuentra en la calle su principal sustento económico. Aunque él ha superado el casting, se encuentra ahora en una encrucijada. “Éticamente no quiero recoger mi licencia, pero dar de comer a mis dos hijos me va a obligar a pasar por encima de mis prinicpios”. Hace años llegaba sin esfuerzos a fin de mes gracias a los conciertos, pero hoy la situación le pone día a día en la calle o en el metro con no más compañía que su guitarra.
Ana Botella, contra la música en la calle
El coto a la música callejera comenzó en el Ayuntamiento de Madrid en 2011, cuando Ana Botella era concejala de Medio Ambiente. Entre sus planes estaba prohibirla aduciendo a las molestias que ocasionaba para los vecinos, pero la intención inicial quedó en restricciones más comedidas. En febrero, se aprobó en plano la normativa que veta las actuaciones musicales en la vía pública con amplificadores o instrumentos de percusión. Todas las demás, hasta hoy, estaban permitidas y no requerían de licencia previa.
El artículo 41 de la Ordenanza de protección contra la contaminación acústica y térmica reza que “no se permitirán en el medio ambiente exterior actuaciones que empleen elementos de percusión, amplificación o de reproducción sonora” y establece un máximo de decibelios para acotar el nivel de ruido generado y garantizar “el descanso de los vecinos”. Esta polémica medida que, como señala Singer, “excluye automáticamente a cantantes, guitarristas y teclistas”, se complementó con la creación de una Zona de Protección Acústica Especial, según la cual toda performance musical tenía que ser sometida a autorización municipal. La trayectoria ha alcanzado su cénit con la decisión de seleccionar, desde instancias gubernamentales, a los músicos que se ganan la vida en la calle. “Están robando la vida cultural de la ciudad con sus restricciones y parece que no son conscientes de que esto es un trabajo que nos da de comer a muchos”, concluye Floriano.