Justo después de que Nina Jankowicz explicara en un programa de televisión el acoso online que estaba sufriendo, un compañero de mesa, un hombre de unos 60 años, se volvió hacia ella y le dijo: “Bienvenida a Washington”. Ella se quedó “estupefacta” y en ese momento no le dijo nada.
Jankowicz sabía lo que venía después de aquella aparición, una vez más en sus redes sociales. En el mejor de los casos, comentarios sobre su pelo, sus pechos y su embarazo o explicaciones condescendientes sobre los asuntos de los que es experta como la desinformación, Rusia y Ucrania; en el peor, amenazas de muerte y violación y la persecución de sus familiares.
“Realmente dudo mucho que alguien haya hablado alguna vez sobre su apariencia o su estado reproductivo”, dice ahora Jankowicz recordando a aquel hombre de la tele.
En mayo del año pasado, la académica dimitió como jefa de un grupo para la lucha contra la desinformación creado por la Administración del presidente de EEUU Joe Biden dos meses antes por el torrente de amenazas contra ella y su familia empujado por comentaristas de extrema derecha y la consiguiente avalancha de acoso online. La escala y los riesgos eran otros, pero Jankowicz ya había sufrido abusos de este tipo antes, tras la publicación de sus libros, How To Lose the Information War: Russia, Fake News, and the Future of Conflict, basado en su trabajo en Ucrania y otros países de Europa del Este, y How To Be A Woman Online, una guía práctica de herramientas para protegerse en Internet. El libro es también un alegato a seguir luchando contra el intento de silenciar en particular a mujeres y minorías, también uno de sus focos ahora como vicepresidenta de Centre for Information Resilience, una ONG con sede en Reino Unido.
Muchos hombres dicen que también sufren acoso y comentarios desagradables online. ¿Qué datos respaldan que esto es peor para las mujeres?
Tenemos muchos datos que lo demuestran. Por ejemplo, un estudio del Institute for Strategic Dialogue analizó antes de las elecciones estadounidenses de 2020 los diferentes tipos de insultos que sufrían los hombres frente a sus colegas mujeres candidatas al Congreso. El único hombre que recibió más virulencia que las mujeres fue Mitch McConnell, el líder de la mayoría del Senado en ese momento. Todas las demás mujeres que se estudiaron recibieron más acoso, y especialmente más acoso de género y sexualizado, con una diferencia abismal respecto a sus colegas masculinos.
También hay un tono y un tenor diferentes en el acoso de las mujeres online. Nunca se trata del argumento o el intelecto. E incluso las críticas sobre el intelecto pueden tener género.
Y tiene que ver con nuestra sexualidad. Viene de la idea de que las mujeres solo son buenas para los roles domésticos, para tener hijos, para cocinar, y que no deberíamos estar en la vida pública y no deberíamos involucrarnos en profesiones dominadas por hombres como el periodismo, los deportes, la ciencia, la política. En general, tiene que ver con nuestro género, se trate de intelecto, trabajo, sexualidad o apariencia.
La respuesta corta es que el tono y la índole del abuso son completamente diferentes a los que afrontan los hombres. Sí, ellos podrán sentirse insultados. Pero no se trata de la esencia misma de que hayan nacido con un determinado sexo. Y así es para las mujeres.
En el libro menciona que una de las respuestas comunes suele ser “no hagas caso, no importa”. ¿Por qué importa?
Si este tipo de cosas sucedieran en la calle, tendríamos una orden de restricción, ¿no? Si estas personas estuvieran diciendo esas cosas en la cantidad, la duración y ese nivel de odio en la calle, podríamos llamar a la policía y los podría arrestar. Pero como es online de alguna manera se supone que debemos dejar nuestros dispositivos y no pensar más en eso. Y eso es una locura porque vivimos gran parte de nuestras vidas online, especialmente después de la pandemia. Gran parte de nuestro trabajo y de nuestro contacto con amigos es online. No puedes esperar que alguien ya no se conecte a Internet. También te dicen cosas como “si no quieres lidiar con el acoso, entonces no deberías estar en un trabajo que suponga un perfil público”. Eso es decirle a alguien que no tiene derecho a ejercer ese tipo de profesión porque hay gente loca y se valora su discurso más de lo que se valora el derecho de la mujer acosada a participar en la democracia, hablar sobre su investigación, hacer su trabajo. Se trata del derecho al trabajo.
Y nadie asegura que la amenaza se queda ahí...
No hay una demarcación clara entre online y offline. Tienes una respuesta visceral, emocional, psicológica y física al ver el abuso online. Especialmente como mujer cuando te atacan siempre existe el peso de que involucren a tu familia.
Uno de mis acosadores cibernéticos ha dicho que tiene interés en ver a mi hijo porque no cree que exista. Y han llamado a mi madre a su casa. Con las mujeres de minorías y otras mujeres de identidades interseccionales es aún peor, y sus familias a menudo también se ven amenazadas.
No creo que la gente se dé cuenta de que las amenazas online no siempre permanecen online. Y eso da mucho miedo. Entonces no vale solo con “apaga tu dispositivo, deja de participar”. Necesitamos proteger ese espacio y debemos seguir exigiendo nuestros derechos porque si no lo hacemos, entonces simplemente estamos cediendo el terreno a los matones. Igual que las mujeres merecemos tener los mismos derechos que los hombres en la calle y en la oficina, también merecemos tener los mismos derechos online.
Debemos seguir exigiendo nuestros derechos porque si no lo hacemos estamos cediendo el terreno a los matones.
¿Qué impacto está teniendo para la libertad de expresión en la esfera pública? En el libro cuenta cómo periodistas del ‘New York Times’ y otras mujeres han dejado de participar en redes.
Definitivamente tiene un efecto silenciador, no solo en las mujeres profesionales, sino también en las generaciones más jóvenes. Ven lo que les está pasando a las mujeres profesionales, a personas como Kamala Harris, la vicepresidenta de Estados Unidos. Y dicen, “no quiero lidiar con eso, así que no voy a expresarme online”. Eso supone un daño real porque gran parte de nuestro proceso democrático sucede ahora online y cuando no hay mujeres jóvenes participando, perdemos una parte significativa de la población.
He tratado de no dar más espacio a los abusadores. Pero estaría mintiendo si no reconociera que hay algunas cosas que ya no publico, particularmente después del año pasado. A la derecha en Estados Unidos le encanta escribir un artículo cada vez que estornudo así que tengo que tener mucho cuidado con lo que publico online. Y eso me entristece. Desde luego no es la misma experiencia que solía ser. Y no estoy diciendo que todo el mundo deba publicar lo que se le ocurra. Pero creo que hay personas que no se lo piensan dos veces cuando me envían algún tipo de amenaza misógina y violenta. Y, sin embargo, aquí estoy redactando un tuit sobre una pieza que escribí o algo así con mucho cuidado. Tiene un efecto en los periodistas, en cualquier persona con presencia pública y en los ciudadanos normales de todas las edades que están decidiendo si quieren o no lidiar con la carga potencial de exponerse al abuso si se expresan online.
El acoso online tiene un efecto silenciador, no solo en las mujeres profesionales, sino también en las generaciones más jóvenes.
¿Deberían las empresas ayudar más?
Sí, desde luego. Y creo que esto es algo que se pasa por alto. El periodismo y las redacciones están empezando a darse cuenta de que sus periodistas deben estar en plataformas como Twitter si van a publicar sus historias, seguir sus noticias y conectarse con fuentes, y que, como resultado de eso, a veces están soportando abusos.
Creo que el periodismo es la única profesión que está empezando a despertar. Cuando pasé por el abuso que soporté como resultado de mi trabajo en la Administración de Biden, no tenían ni idea de qué hacer por mí.
¿No sabían qué hacer?
Uno pensaría que al menos las cuestiones de seguridad física serían un poco más fáciles para ellos porque se ocupan de eso para los funcionarios de alto nivel todo el tiempo, pero me dieron muy poco apoyo, incluso en el lado físico. Y en la parte online, el apoyo era inexistente. Tuve que contratar a mi propio investigador privado de amenazas online. Fue una locura. Y hay muchas mujeres en puestos mucho más altos que el mío que probablemente tampoco reciban ningún apoyo.
He estado trabajando con algunos gobiernos europeos para subrayar el riesgo que corren las mujeres embajadoras. Estas son personas que tienen un rango bastante alto y, sin embargo, cuando se trata de la esfera online, no se piensa mucho sobre cómo protegerlas o cómo apoyarlas. Y eso debe ser algo proactivo, no solo, “estamos en medio de una tormenta de mierda, ¿qué hacemos ahora?” Hay que establecer las políticas con anticipación, como poder trasladarte a un lugar seguro o pagar para que tu información personal se elimine. Ahora mismo pago yo misma un servicio que hace eso. Debería ser algo que los empleadores hagan de manera proactiva igual que el apoyo psicológico y legal.
Con demasiada frecuencia, no denunciamos lo que sucede online porque no creemos que tendremos el apoyo de la policía. No recibo apoyo de la policía, pero tengo la intención de crear un registro documental. Eso me ha llevado mucho tiempo y no podría hacerlo si no tuviera la ayuda de algunos amigos y familiares. Sería genial que los empleadores también hicieran eso por sus empleados.
¿Hay alguna empresa o institución que esté haciendo un buen trabajo con esto?
Un par de medios están introduciendo políticas relacionadas con estas cosas, pero creo que todavía son atípicos. Debería ser parte del paquete de recursos humanos. En mi libro recomiendo que las mujeres que están preocupadas por esto hablen con los profesionales de recursos humanos y sus jefes en las nuevas contrataciones y pregunten qué van a hacer las empresas si esto sucede. Desde luego, es algo que voy a hacer en cada próximo trabajo que tenga, porque sé muy bien lo que es carecer de ese apoyo. El apoyo también proporciona una cobertura psicológica importante para que el empleado sepa que si esto pasa tu empresa te respalda. Y eso te da un poco más de fuerza. El simple hecho de saber que alguien te está cuidando puede ser empoderador.
Las empresas tienen que establecer políticas con anticipación, como poder trasladarte a un lugar seguro o pagar para que tu información personal se elimine
Su libro se publicó antes de que Elon Musk llegara a Twitter. ¿Las cosas han empeorado?
Algunos reportes de abusos se están respondiendo más rápidamente, porque hay ciertas cosas que Elon mismo no tolera, como el doxing (la revelación de datos personales identificadores, como la dirección). Así que me he dado cuenta de que mis reportes de doxing se resuelven más rápido que antes. Sin embargo, es difícil decir anecdóticamente si está mejorando o empeorando. Ciertamente vi un repunte de ataques en las semanas inmediatas a su adquisición de Twitter. Desde entonces, las cosas se han calmado. Eso puede deberse a que he bloqueado a tanta gente que ya no veo mucho. Y, francamente, el sitio se ha vuelto mucho más virulento en general por lo que no he pasado tanto tiempo en él. Todavía estoy tratando de descubrir cómo llego a las personas en la era después de Twitter. Creo que, en general, estamos en los últimos tiempos de Twitter. Ya no es la misma web que solía ser, independientemente de si estamos hablando de abuso o solo de la conversación general.
Usted escribe que las plataformas son construidas por hombres pensando sobre todo en la seguridad de los hombres. ¿Cambiaría en una construida por mujeres?
Me encantaría ver eso. Creo que parte del problema es que las mujeres participan mucho menos online, por lo que será difícil conseguir inversión. Eso es muy triste, pero es la verdad.
Si miras Reddit, el 30% de la base de usuarios son mujeres. En Twitter, los hombres reciben el doble de retuits que las mujeres. Incluso en otras plataformas hay una población mayoritaria de hombres que hablan mucho más y participan mucho más. Creo que por eso aún no hemos visto un producto que priorice la seguridad. Me encantaría que alguien lo hiciera. Al menos como la aplicación de citas Bumble, que ha hecho un trabajo interesante para centrarse en las experiencias de las mujeres y sus preocupaciones sobre la seguridad. Quién sabe, tal vez a Bumble se le ocurra la próxima red ingeniosa para que todos la disfrutemos.
¿Se sigue notando el efecto de políticos como Donald Trump, que apuntaba en sus redes sobre todo a mujeres con nombres y apellidos?
Sí, absolutamente. Y en mi propia experiencia, los republicanos del Congreso me han lanzado todo tipo de insultos sexistas. Creo que Trump abrió las compuertas, aprobó ese comportamiento y, de hecho, fue recompensado con la presidencia. Estas personas están dando un ejemplo para el resto del país o el resto del mundo. Y cuando ves a un presidente, un senador o un congresista hablando así, ese comportamiento se filtra.
Y también añadiría a miembros influyentes de los medios de comunicación. Fox News me llamó todo tipo de cosas terribles de género al igual que el resto del ecosistema conservador. Pero lo que la gente me envió después de ver el segmento de Tucker Carlson sobre mí o leer lo que algunos políticos dijeron sobre mí fue mucho más violento y mucho más crudo.
Creo que la retórica engendra cosas mucho peores. Sus autores tienen que reconocer su responsabilidad. Quieren absolverse y decir, “no tengo poder sobre lo que hacen mis electores, no tengo poder sobre lo que hacen mis espectadores”. Pero hay que reconocer que eso tiene un efecto de seguimiento. Y creo que hay una gran falta de contrición.
La retórica engendra cosas mucho peores. Sus autores tienen que reconocer su responsabilidad.
Como experta en desinformación, ¿hay países u otros actores impulsando mensajes misóginos o tránsfobos?
Sí, absolutamente. El mayor es Rusia. Hemos visto a Rusia hacer esto durante muchos años. Por supuesto, lo hizo con Hillary Clinton. Rusia lo ha hecho en países como Ucrania y Georgia, que son bastante patriarcales, y lo ha hecho identificando a las mujeres que considera en la oposición y las ha difamado con historias falsas sobre vídeos sexuales y cosas por el estilo.
Y hasta cierto punto, Irán y China también lo hacen. Diría que les gusta usar la misoginia contra sus enemigos porque es muy fácil ganar. Hay tanta misoginia desenfrenada en tantos países, incluso en Occidente, que es probable que esos relatos encuentren una audiencia sin importar dónde se encuentre.
Eso es lo que realmente da miedo, como en el caso de los deepfakes (“ultrafalsos”). Hay mucha preocupación en la comunidad de seguridad nacional y de política exterior sobre cómo se pueden usar las falsificaciones profundas para organizar una elección o fingir una guerra nuclear para alentar a Estados Unidos u otra potencia nuclear a enviar una bomba nuclear debido a una amenaza falsa creada con un deepfake. Todo eso da mucho miedo. Pero lo que me gusta recordarle a la gente es que los deepfakes ahora mismo están afectando a las mujeres.
¿En qué sentido?
La ââgran mayoría de los deepfakes que existen son pornografía deepfake que se entrena con imágenes de cuerpos de mujeres. Es como el 95 o más por ciento. Creo que es solo cuestión de tiempo antes de que veamos a una potencia extranjera usando un deepfake realmente sofisticado contra una mujer líder. Aún no hemos llegado al punto en el que creo que las personas sepan que existe la pornografía falsa y no tenemos una manera para que puedan comprobarlo fácilmente.
Estamos haciendo todo tipo de juegos de guerra, pero no estamos hablando de la forma en que la desinformación más maliciosa está afectando a tantas mujeres hoy en día. Incluso puedes enviar fotos de mujeres en un bot de chat de Telegram y te devolverá a esas mujeres sin ropa y en imágenes pornográficas. ¿Qué estamos haciendo al respecto? A nadie le importa. Y eso es realmente perturbador.
La gran mayoría de los 'deepfakes' que existen son pornografía 'deepfake' que se entrena con imágenes de cuerpos de mujeres.
¿Occidente está mejor preparado para lidiar con la desinformación de Rusia en la guerra de Ucrania?
Sí, creo que estamos un poco mejor preparados. Las plataformas se han vuelto mejores para detectar el tipo de fuerza bruta, cuentas no auténticas, bots y trols. Y creo que también los gobiernos estaban mejor preparados para ayudar a Ucrania. Así que vimos al Reino Unido y Estados Unidos desclasificar un montón de inteligencia antes de la guerra en Ucrania para prevenir algunas de las narrativas falsas que salían de Rusia.
Y creo que funcionó muy bien. Sin embargo, todavía vemos que algunos de esos relatos prorrusos se amplifican en los ecosistemas de medios de extrema izquierda y extrema derecha dentro de Occidente.
Creo que esa es nuestra debilidad. Pero también creo que la gente está realmente conmovida por las imágenes de Ucrania, conmovida por el presidente Zelenski y todos sus compañeros que han hecho un buen trabajo comunicando. Y creo que esa es realmente la verdadera victoria en esta guerra de información. Es la forma en que los ucranianos se han comunicado y han apelado al mundo para que los apoye y permanezca de su lado.
Usted conoce bien el país, ¿cómo está combatiendo el Gobierno de Ucrania la desinformación?
Es bastante diferente de los funcionarios con los que traté cuando vivía en Ucrania por el cambio de gobierno. La administración de Poroshenko es muy diferente de la de Zelenski. El Gobierno de Zelenski está lleno de creativos y ex artistas. Y creo que siempre ha habido una sensación de agilidad en sus comunicaciones. Cuando empezó la guerra, simplemente entraron en acción y eso se filtró en la sociedad civil.
Hay muchas organizaciones de base y otros grupos de personas que se comunican sobre Ucrania de una manera que es más auténtica y más ágil que lo que Rusia puede ofrecer. Verlo ha sido realmente inspirador.