La contaminación de los motores diésel tiene una relación directa con el riesgo de sufrir un ictus aterotrombótico. Esta es la conclusión a la que han llegado los especialistas del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), el Hospital del Mar y el Institut de Salut Global Barcelona (ISGlobal) en un estudio que acaban de publicar la revista Enviromental Research.
Estos profesionales han analizado la relación entre el carbón negro (hollín) y el riesgo de sufrir un ictus. Sobre esta influencia han determinado que existe “una clara relación”. Así, “por cada incremento de 1,7 µg/m3 (microgramos por metro cúbico) de su concentración en el aire, el riesgo de sufrir un ataque durante las 24-72 horas siguientes crece el 20%”, apuntan en una nota de prensa en la que han hecho públicas estas conclusiones.
Según han expuesto, esto “se debe al hecho que la exposición al hollín generado en los motores diésel provoca un incremento de las partículas inflamatorias en nuestro cuerpo”. Aunque Rosa Maria Vivanco, investigadora del Programa de investigación en Procesos Inflamatorios y Cardiovasculares del IMIM, destaca que se trata de casos de “personas que, de forma subyacente, ya sufren la enfermedad ateroesclerótica, en las cuales la contaminación funciona como un desencadenante”.
Sobre estas situaciones específicas, Vivanco reseña que “la contaminación desencadena una serie de reacciones inflamatorias en el cuerpo que pueden acabar provocando el desprendimiento de la placa de ateroma que lleva a la oclusión de un vaso cerebral, y por lo tanto, aumentar el riesgo de sufrir un ictus”.
Los investigadores han utilizado el registro de 2.740 pacientes atendidos por un ictus en el Hospital del Mar en el periodo 2005-2014. También han tenido en cuenta “los datos de calidad del aire registrados en la única estación de Barcelona que controla los niveles de hollín, situada en Palau Reial”, aclaran en la nota de prensa. Y con herramientas de geolocalización “han podido analizar la influencia de este contaminante en los casos de ictus”.
Los promotores del estudio recuerdan que Barcelona y el entorno del Hospital del Mar, donde se ha hecho el estudio, “presentan unos niveles de contaminación atmosférica similares” a los de Londres. A pesar de que en el caso del carbón negro no existe “ningún nivel recomendado” por la Organización Mundial de la Salud, en la capital catalana la media de niveles de partículas fue de 1,4 µg/m3.
Por otro lado, en este análisis no han obtenido datos concluyentes para relacionar el ruido y las zonas verdes en el riesgo de sufrir un ataque de este tipo, ni la influencia de partículas inferiores a 2,5 micras. Sobre este último contaminante, Vivanco aclara que “no quiere decir que no exista, simplemente, no lo hemos podido demostrar en nuestra área de influencia”. En Barcelona, los niveles de partículas PM2.5 fueron de 17,5 µg/m3 durante el periodo estudiado, por debajo de los recomendados por la Organización Mundial de la Salud, de 25 µg/m3.
Procedente de la mala combustión de motores
Con este análisis los investigadores destacan que “han podido comprobar cómo la presencia en el aire que respiramos de este elemento, procedente de la mala combustión de los motores diésel, actúa a corto plazo como desencadenante de un tipo concreto de ictus, el aterotrombótico, provocado por el desprendimiento de las placas de ateroma, que están formadas por colesterol, calcio y otras sustancias que se acumulan en las arterias y provocan la oclusión del vaso”.
El jefe del Servicio de Neurología Clínica del Hospital del Mar y director del Programa de investigación en Procesos Inflamatorio, Jaume Roquer reseña que estas conclusiones demuestran “que el efecto nocivo de los contaminantes ambientales para la salud de la población va mucho más allá de su impacto sobre los problemas respiratorios y el cáncer”. “Hemos demostrado que el aumento del carbón negro en el medio ambiente también afecta al sistema circulatorio cerebral incrementando el riesgo de sufrir un ictus”, finaliza.