Ahora que las fake news están, lamentablemente, de moda, toca recordar uno de los bulos más extendidos de las últimas décadas: no, el orgasmo vaginal no existe, todos los orgasmos son clitorianos. Otro: no, la masturbación femenina no consiste única o principalmente en introducir un dedo en la vagina. Para hacer frente a la desinformación y también para seguir rompiendo tabúes nació 'Al alcance de tus dedos. Guía de masturbación femenina' (editorial Catarata), un libro de la artista francesa Julia Pietri que llega ahora a España. “La frigidez es un gran mito patriarcal. Las mujeres son grandes disfrutadoras”, dice Pietri a elDiario.es.
“Toda educación se ha hecho para alejarnos de nuestro cuerpo. Y el clítoris no fue la excepción”, prosigue la autora. Aunque el descubrimiento del clítoris data del siglo II, no fue hasta 1998 cuando la uróloga australiana Helen O'Conell describió su anatomía completa. La Guía recoge numerosa información sobre el órgano dedicado cien por cien al placer y sobre cómo se desencadenan y se sienten los orgasmos.
Quien más y quien menos conoce unas cuantas posiciones para mantener relaciones sexuales con penetración. Pero, ¿por qué no existe un Kamasutra de la masturbación femenina? Pietri recoge en su guía algunas propuestas, como el humping, la punta del iceberg o la semiabertura. Diferentes formas de masturbación y distintas maneras de practicarlas contra la falsa idea de que el autoerotismo femenino consiste, básicamente, en introducir un dedo en la vagina.
“La masturbación es un camino hacia una misma, hacia el propio cuerpo, que el patriarcado intenta entorpecer con la idea de que el cuerpo de las mujeres es sucio e impuro”, explica la artista francesa. La guía invita a la autoexploración pero también a reconciliarse con el cuerpo y la sexualidad propia. Para mostrar la variedad de formas de autoerotismo que existen, Pietri encuestó a cientos de mujeres. El libro recoge el testimonio de varias de ellas.
“Me tumbo bocabajo y presiono mi dedo corazón sobre mi clítoris. Puedo correrme así en tres minutos de reloj”, dice una de ellas. “Me masturbo cuando me duele la cabeza o cuando tengo la regla, me hace sentir muy bien”, apunta otra. “Me he dado cuenta de que la velocidad de la masturbación cambia el orgasmo de cabo a rabo. Un movimiento lento y envolvente me provoca un orgasmo mucho más largo, más profundo y más intenso, mientras que un movimiento rápido provoca un orgasmo más corto y a la altura de mi vulva”, explica una tercera. Para Pietri, incluir a mujeres hablando de sus propias experiencias es precisamente una manera de contribuir a normalizar el autoerotismo y el placer femenino, tan invisibilizado y estigmatizado por la sociedad.
Clítoris vs. punto G
La psicóloga y sexóloga Isa Duque, más conocida como la Psicowoman, lleva años trabajando con la generación Z, aquellas personas que son ahora adolescentes o que han pasado la barrera de la pubertad pero tienen menos de 27 años. Ha sido ese trabajo el que la ha puesto en contacto con muchas otras formas de autoerotismo. “Tenemos muy claro lo que es hacerse una paja pero desde pequeña cuando te hablaban de hacerte un dedo pensabas en meterte algo en la vagina”, señala. Duque utiliza una vulva de tela para trabajar también con grupos de adultas. Esa vulva sirve para que todas las mujeres identifiquen y compartan distintas formas de darse de placer.
La sexóloga tiene claro que las mujeres jóvenes están contribuyendo mucho a romper el tabú de la masturbación. “Llevo más de 15 años en las aulas y he pasado de clases donde salía este tema y todas las chicas estaban calladas a ver cómo las chicas hablan sobre cómo se masturban y al resto del aula responder positivamente”, asegura. Duque explica que la invisibilización que ha sufrido el clítoris hasta ahora no es casualidad, sino fruto de una sociedad androcéntrica. Frente al discurso feminista de los años 70 que reivindicaba el órgano surgió un concepto que buscaba desplazar la atención otra vez hacia la vagina: el famoso punto G, rodeado de algunas verdades a medias que el libro de Pietri también aborda.
La sexóloga y autora de monólogos que mezclan el teatro, el humor y la sexualidad, Núria Cano, también cree que esa idea tan extendida del “dedo” ha contribuido a crear un imaginario muy limitado. “Hay una invisibilización de las maneras de masturbarse, porque hay muchas”. Cano es optimista y constata que, a pesar de que aún queda tabú, son ya varias generaciones las que conocen perfectamente clítoris y hablan de masturbación. “Todo eso nos permite desmontar esas ideas del orgasmo vaginal y del clitoriano, ya empezamos a tener claro que es clitoriano y ya”, dice. Esta sexóloga también utiliza un gran clítoris en 3D para abordar el placer y para dirigirse también a niñas y niños y hablar “de las cosquillas, del gustito”.
La explosión de los juguete sexuales, muy especialmente de los succionadores de clítoris, ha contribuido a esta mejora del conocimiento sobre el autoerotismo. “El satisfyer ha ayudado a ver que un juguete no era solo un dildo, a que no se entienda solo como algo que introducir en la vagina y a conocer nuestro clítoris”, afirma Núria Cano. No obstante, la sexóloga apunta que la mayor dificultad suele estar en las parejas heterosexuales: “Hay muchas mujeres que saben cómo hacerlo solas pero que en consulta te cuentan que con su novio no les sale compartirlo o darle instrucciones... Hay aún miedo a dañar el ego masculino”.
Julia Pietri también habla de los juguetes sexuales en su libro. Alerta, eso sí, del riesgo de la industria capitalice el mercado del placer femenino y contribuya a la creencia de que se necesitan máquinas muy sofisticadas para que una mujer tenga un orgasmo. “Las mujeres no necesitan una máquina, simplemente necesitan reconciliarse con su cuerpo al alcance de la mano”.