“Esto es muy doloroso para todos. Las familias y las chicas que se vean en una cosa de estas, que nunca piensen que a ellas no les puede pasar nada. Porque mi hermana siempre decía: 'No, a mí no me va a hacer nada, ¿qué me va a hacer?' Nadie se esperaba esto”. La hermana de Raquel, la mujer asesinada por su expareja hace unos días en Alzira, lanzaba estas declaraciones durante la concentración de repulsa en Carcaixent, el municipio donde vivía.
El de Raquel es uno de los 20 asesinatos machistas de este verano, una concentración de crímenes que ha llevado al Ministerio de Igualdad a convocar dos comités de crisis en apenas un mes, el último este lunes. Uno de los asuntos sobre los que alerta el Ministerio tiene mucho que ver con las palabras de la hermana de Raquel: la existencia de momentos de especial riesgo para las víctimas; un riesgo que sin embargo ni quienes sufren la violencia ni la sociedad en general tienen lo suficientemente calibrado.
Noelia Casado Payán, psicóloga especialista en violencia de género de la Comisión de Malos Tratos a Mujeres, explica que el problema de fondo a la hora de percibir el riesgo en una relación en la que existe violencia es que hay una minimización de determinados comportamientos: “No se le da valor a algo que ya es grave como es todo el arsenal de violencia psicológica que se experimenta: las amenazas, el chantaje, las mentiras, las coacciones, el miedo... todo eso es algo que continuamente a nivel social, y también dentro del vínculo, se menosprecia, se descarta que eso sea ya en sí algo muy grave”. Raquel, la mujer asesinada en Alzira, sufría violencia psicológica y acoso desde que decidió separarse. Sin embargo, eso parece a veces insuficiente para percibir la gravedad y el riesgo.
Cuando sienten que pierden el poder sobre ellas es cuando la escalada de la violencia aumenta. Seguimos sin poner el foco en las amenazas o en el cuestionamiento que sufren las mujeres, en que ellos no acepten la ruptura o en que demanden explicaciones
“Si no hay violencia extrema parece que no está en riesgo su vida, pero es que todo lo que sufren ya hace que esas mujeres estén en riesgo, hace que su integridad física y psicológica lo esté”, prosigue la psicóloga. El riesgo, además, puede dispararse debido a distintos factores. Uno de ellos, es la pérdida de control del agresor. “Cuando sienten que pierden el poder sobre ellas es cuando la escalada de la violencia aumenta. Aun así, seguimos sin poner el foco en las amenazas o en el cuestionamiento que sufren las mujeres, en que ellos no acepten la ruptura o en que les demanden a las mujeres explicaciones sobre lo que hacen”, añade.
Esos picos de pérdida de control, explican las expertas, pueden coincidir con el momento de comunicar que se quiere dejar la relación, con la separación en sí o con la vuelta al domicilio para recoger cosas o tener una conversación. “Desde el momento de anunciar la ruptura hasta la recogida de enseres pueden ser peligrosos. En dos de los últimos casos esto ha sucedido: había un acompañamiento privado, de un hijo y de una amiga, respectivamente, como toda garantía”, decía este lunes la delegada del Gobierno para la Violencia de Género, Victoria Rosell. Por eso, una de las propuestas que ha salido del comité de crisis convocado por Igualdad este lunes ha sido la de organizar acompañamientos institucionales para las mujeres que vayan a recoger sus cosas o cuyos agresores acudan a sus domicilios para hacer lo mismo.
Aunque esto ya puede solicitarse cuando existen medidas judiciales, Igualdad quiere que ayuntamientos y comunidades busquen la manera de garantizar acompañamientos también en los casos en los que no hay denuncia “para que las mujeres no tiren solo de quien tienen a mano”, algo que no garantiza la seguridad ni de las mujeres ni de quienes les acompañan. “El Estado proactivo significa esto, pensar dónde hay huecos de protección y proponer medidas, no esperar a la tragedia”, afirmaba Rosell, que está convencida de que si este servicio existiera sería demandado por muchas mujeres.
No son episodios puntuales
El forense especialista en machismo y exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género Miguel Lorente cree que la falta de percepción del riesgo tiene que ver con cómo se concibe aún socialmente la violencia de género. “Cuando hablamos de que es una violencia estructural, cultural, normalizada, hablamos de los mitos, estereotipos y argumentos que se utilizan en la sociedad para integrar esa violencia. Se intenta presentar como una especie de conflicto puntual en el que no existe violencia, sino agresiones, se nos presenta como episodios que solo cuando son extremadamente graves se denuncian. También se justifica, parece que hay causas puntuales que justifican esas agresiones y si desaparecen esas causas, desaparece la violencia”, explica.
Dentro de esa construcción entra la idea de que la violencia verbal o psicológica es menos grave o que no dejan de ser hechos puntuales “en relaciones caracterizadas por el amor”. “No hay ni una crítica profunda a la relación en sí ni a la violencia, porque parece producto de un conflicto mutuo, de una discusión”, agrega. Lorente señala que no alerta tanto la presencia de la violencia, sea del tipo y el nivel que sea, como la intensidad de esa violencia. Menciona, por ejemplo, las encuestas que señalan que los chicos jóvenes creen que si la violencia es de baja intensidad “no es un problema para las relaciones” o la Macroencuesta de Violencia de Género, que muestra que más de un 30% de mujeres no denuncia porque no considera la violencia que sufre “lo suficientemente grave”.
“No se cuestiona la violencia sino la cantidad de violencia. Descontextualizarla permite minimizarla y compartir responsabilidades, por eso acaba minimizándose también el riesgo”, dice Miguel Lorente. Esa “percepción distorsionada” del riesgo es, por tanto, una responsabilidad compartida de toda la sociedad. El experto confirma que, puesto que el objetivo de la violencia es el control, si los agresores sienten que lo pierden, el riesgo se dispara. “No sabemos cuál puede ser el punto exacto de cada agresor, pero sí sabemos que muchos actúan cuando creen que la mujer no va a volver, o cuando les dicen que les van a dejar. Recoger las cosas de casa o la separación en sí pueden ser factores de riesgo”.