El bisfenol A es una molécula orgánica relativamente común en diversos tipos de plásticos y resinas que se emplean en la fabricación de envases y utensilios para alimentos. De ahí que pequeñas cantidades de esta sustancia pueden migrar de estos objetos a la comida o a las bebidas. El debate sobre sus potenciales riesgos para la salud han generado un intenso y duradero debate científico, que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha agitado con su última advertencia, el pasado 19 de abril.
La EFSA se encarga, entre otras tareas, de evaluar científicamente y de forma periódica la seguridad de determinadas sustancias que pueden estar presentes en los alimentos. Sus nuevas conclusiones sobre el peligro que supone la presencia de bisfenol A en la comida suponen un cambio drástico sobre las anteriores y probablemente tengan consecuencias sobre su regulación.
Esta molécula se lleva usando desde los años 60 para la fabricación de múltiples botellas y otros recipientes. De hecho, durante casi medio siglo la principal fuente de exposición al bisfenol A en adultos y niños ha sido la ingesta de comida enlatada. En los bebés, en cambio, han sido los biberones de los que bebían leche materna o de fórmula.
Bajo sospecha durante décadas
Ya en los años 30 del siglo pasado se descubrió que el bisfenol tenía la capacidad de unirse a los receptores de estrógenos, aunque con muchísima menor afinidad que las hormonas sexuales como el estradiol. No obstante, la magnitud de su efecto negativo sobre la fertilidad en humanos, como disruptor endocrino, nunca ha estado del todo clara.
Múltiples estudios de exposición a esta molécula en animales habían observado diversos efectos negativos para la salud, sobre todo en los fetos y las crías de corta edad. Sin embargo, la limitada cantidad de estudios en humanos y la baja calidad de la mayoría de ellos impedía conocer la magnitud del impacto negativo del bisfenol A.
En 2010, 30 expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) determinaron que no existía evidencia científica que respaldara la prohibición del bisfenol A de envases para alimentos. Los científicos argumentaron que dicha molécula no llega a acumularse en el cuerpo humano, ya que se elimina en su mayor parte por la orina. Aunque existieran algunos estudios en aquella fecha que relacionaran niveles bajos de bisfenol A con problemas para la salud, el panel de expertos determinó que sería “prematuro” establecer medidas de Salud Pública sin que estas asociaciones se confirmasen.
Por un principio de precaución especial, desde los años 2010 y 2011 Europa y otras regiones del mundo fueron prohibiendo la fabricación, venta e importación de bisfenol A en biberones. También se prohibió que los recipientes en contacto con los alimentos dirigidos a niños de corta edad liberasen esta molécula. En España está prohibido el uso de bisfenol A para envases desde el año 2023.
En 2015, expertos de la EFSA revisaron la evidencia científica más actual en torno al bisfenol A para determinar la ingesta diaria tolerable (IDT), considerada segura en humanos a lo largo de toda la vida. En aquel entonces lo fijaron en 4 microgramos por kilogramo de peso al día. No obstante, los científicos avisaron entonces que este valor era temporal, por una notable incertidumbre en las pruebas científicas, y que eran necesarios más datos sobre los efectos tóxicos del bisfenol A.
Las nuevas conclusiones
Ahora, ocho años después de la última revisión de la EFSA, la institución ha cambiado drásticamente sus conclusiones ante los nuevos datos que aporta el conjunto de las investigaciones científicas. Tras analizar cuidadosamente (de forma sistemática y transparente) y durante años más de 800 estudios publicados desde enero de 2013, la mayoría de lagunas de conocimiento de 2015 se han podido esclarecer. Esto no solo ha llevado a la EFSA a alertar sobre que “el bisfenol A en la comida es un riesgo para la salud” para los consumidores de todas las edades, sino que también ha reducido en 20.000 veces la IDT respecto a los valores establecidos en 2015: concretamente, a 0,2 nanogramos por kilo de peso al día.
“En los estudios hemos observado un incremento del porcentaje de un tipo de glóbulo blanco, el linfocito T cooperador, en el bazo”, ha destacado Claude Lambré, director del panel de materiales en contacto con la comida de la EFSA. Estas células “tienen un papel fundamental en nuestros mecanismos celulares inmunitarios, y un aumento de este tipo podría llevar al desarrollo de inflamación alérgica del pulmón y enfermedades autoinmunitarias”, ha explicado. Además de estos efectos, también se han identificado otros como alteraciones metabólicas, en el desarrollo y en la reproducción. Por otro lado, la EFSA considera improbable o muy improbable que el bisfenol A presente un riesgo genotóxico (alteración del ADN) a través de un mecanismo directo.
Estos nuevos valores de ingesta diaria tolerable de bisfenol A implican que una parte importante de los consumidores de todas las edades estaría expuesta a dosis muy superiores (decenas o centenares de veces) a la TDI fijada por la EFSA, por lo que se enfrentarían a potenciales riesgos para su salud. El porcentaje exacto de personas se desconoce, pues los cálculos de exposición en la población general se realizaron en 2015 y desde entonces se han aplicado ciertas restricciones legales en el uso de bisfenol A, por lo que la exposición actual podría ser menor.
La reciente evaluación científica de la EFSA va a tener consecuencias políticas y legales en Europa. La información aportada por este organismo va a ser considerada por los legisladores, que tendrán que tomar las medidas adecuadas para proteger a los consumidores.
En el comunicado que presenta la propia EFSA en su página web, manda un mensaje directo a la Comisión Europea y a los representantes de los Estados miembro que “son responsables de establecer los límites en la cantidad de un producto químico que podría migrar desde el envase alimentario a la comida”. Dada la contundencia de los resultados de la EFSA, es muy probable que en los próximos meses se establezcan medidas legales para restringir aún más la presencia de bisfenol A en los diversos envases alimentarios.