Los obispos promueven la “libertad de expresión”, los “valores democráticos”, “el pluralismo de las sociedades democráticas”, la “erradicación de la desigualdad entre hombres y mujeres” o la “sostenibilidad medioambiental”… dentro de la clase de Religión. Al menos así aparece en el borrador que la Conferencia Episcopal hizo público este lunes y que entregó a la ministra de Educación, Pilar Alegría, en un encuentro mantenido la pasada semana. Habemus currículo.
En la reunión con la ministra, el portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Luis Argüello, volvió a plantear a Educación la creación de un área común de Valores, en la que se incrustaría la asignatura de Religión, junto con otras materias, según ha podido saber elDiario.es. Esto supondría, por un lado, una cierta pérdida de control del contenido de la materia (que, en virtud de los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979, definen los obispos, quienes también eligen –y despiden, aunque no pagan– a los profesores de la asignatura), pero por el otro la seguridad de que la Religión no fuera sacada del horario escolar.
Sin alternativa, pero dentro del horario
El objetivo se ha conseguido a medias. Según el borrador que maneja Educación, la clase de Religión dejará de tener alternativa, seguirá sin ser computable a efectos de media pero continuará en el horario escolar, pese a que la anterior ministra, Isabel Celaá, insinuó que se quedaría fuera. Será finalmente cada centro el que decida a qué hora coloca la asignatura, como sucede ahora. El hecho de que no tenga alternativa, afirman fuentes episcopales, hará que la mayor parte de los colegios coloque la materia “a primera o a última hora” –no se puede tener a alumnos sin clase en mitad del horario escolar–, lo que podría provocar que muchos padres católicos no apuntaran a sus hijos a esta asignatura. “O al contrario, que por cuestiones de agenda familiar, los niños tengan que ir a Religión porque no puedan volver a casa”, añade un obispo, más optimista.
La materia está actualmente en mínimos históricos en cuanto a alumnado matriculado. Por primera vez el porcentaje de los alumnos que optan por esta materia está a punto de descender de la barrera del 60%; baja tres puntos desde el año anterior y más de 10 puntos en una década, cuando el porcentaje de estudiantes era del 71%. La situación es especialmente negativa para la Iglesia en la escuela pública: ya no se alcanza la mitad de los estudiantes matriculados (un 48%), y solo en Primaria logra la mayoría (52%), mientras que en Bachillerato la elige apenas un tercio de los alumnos. Los centros concertados (mayoritariamente católicos) son el bastión de resistencia y cosechan un 90% de alumnos para esa clase.
La culpa, según los obispos, es de la pandemia. Y de “la inestabilidad vertida sobre la clase de Religión” en la LOMLOE, añaden, que quiere poner coto a los privilegios de una materia blindada por los Acuerdos Iglesia-Estado.
Sea como fuere, los obispos han querido dar un paso para renovar la asignatura y presentarla como una materia que prepara al alumno “para el ejercicio activo de la ciudadanía y el aprecio a los derechos humanos, así como al pluralismo de las sociedades democráticas; supone haber comprendido con valores de respeto e inclusión las diferencias entre las personas y las sociedades, y las diferentes culturas y religiones”.
Así, han diseñado un nuevo currículo en el que se incluyen la erradicación de la pobreza, la “denuncia de las situaciones de exclusión, injusticia o violencia”, la promoción de la “libertad de expresión” y la apreciación de los “valores democráticos”.
Fraternidad y sostenibilidad del planeta
En Infantil, la propuesta episcopal aboga por “descubrir, desarrollar y expresar la identidad personal a través del conocimiento de su cuerpo y el desarrollo de sus capacidades afectivas y cualidades, mediante la identificación de modelos de personas significativas y figuras bíblicas, para adquirir autonomía en sus actividades cotidianas y hábitos básicos de relación”, mientras que, para los alumnos de Primaria, la Iglesia aportará “criterios para el análisis y denuncia de todas las situaciones de marginación o desigualdad entre varones y mujeres”.
En la ESO, la asignatura busca la implicación de los jóvenes “en la transformación social y el logro del bien común” y se identifica con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Términos como “fraternidad universal” o “sostenibilidad del planeta” se encuentran entre los objetivos curriculares de la materia, en la que (según la Conferencia Episcopal) la Iglesia asume como propias “todas las situaciones de exclusión o pobreza, de violencia o injusticia, de desigualdad entre varones y mujeres y propone la erradicación de esos problemas”.
Al tiempo, sugieren que los estudiantes aprendan en la clase de Religión a construir “su propia identidad y a respetar la de los otros”, así como a “cooperar a la construcción de sociedades democráticas”.
La referencia, Jesucristo
¿Y la Religión? Pese a lo que se ha transmitido a través de los medios de comunicación, el grueso de la materia seguirá siendo la clásica (y polémica) inclusión de los valores de una confesión religiosa (en este caso, el cristianismo) en la escuela pública. Así, el currículo plantea seis competencias específicas basadas en la teología, la Doctrina Social de la Iglesia, el diálogo entre fe y cultura, el descubrimiento del patrimonio cultural de la Iglesia, la dimensión espiritual del alumno y la síntesis del mensaje cristiano.
Desde Infantil, los alumnos reconocerán a Jesús como figura clave del cristianismo, conocerán a la Virgen María, la Biblia y las oraciones y prácticas cristianas más comunes. Otros aspectos, como los Objetivos del Desarrollo Sostenible, se plantean desde la percepción de que “Dios tiene un proyecto de comunión para la humanidad, anunciado en Jesucristo: la superación del mal y de la muerte, la construcción de la casa común, la fraternidad universal, la inclusión de todos y cada uno de los seres humanos en un ámbito de humanidad plena”.
También quieren que los alumnos aprendan a apreciar “la riqueza cultural de la Navidad y Semana Santa y otras celebraciones como expresión de la identidad cultural de la sociedad” y que conozcan “el mensaje de Jesús de Nazaret en favor de la igualdad” y “el reconocimiento del papel de las mujeres en la Biblia”.
Finalmente, sugieren que los estudiantes sepan desarrollar “un proyecto personal de vida con sentido que responda a valores de cuidado propio, de los demás y de la naturaleza, respetando los de los otros, tomando como referencia a Jesucristo”.
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