Más de 20.000 barcos pesqueros industriales circulan por los océanos del mundo en este momento sin que ningún sistema público de seguimiento monitorice su posición, según los resultados de un estudio realizado por investigadores de la organización internacional Global Fishing Watch. Para el trabajo, publicado este miércoles en la revista Nature, el equipo liderado por Fernando Paolo ha analizado alrededor de 2.000 terabytes de imágenes tomadas desde el satélite entre 2017 y 2021, en un área que corresponde a más del 15% de los océanos del mundo y en la que se produce más del 75% de la actividad industrial.
Para procesar las imágenes obtenidas por el radar del satélite Sentinel-I de la ESA, que puede ver de noche y a través de las nubes, los autores del estudio han utilizado tres redes neuronales de aprendizaje profundo (deep learning) que les han permitido identificar y clasificar los objetos que aparecen en ellas como infraestructuras, buques pesqueros o buques no pesqueros con un 97% de precisión. Contrastando sus datos con los de las bases públicas de identificación, los investigadores han descubierto que aproximadamente tres cuartas partes de los barcos pesqueros industriales y una cuarta parte de los navíos de transporte y energía no cuentan con ningún seguimiento público, ya sea porque apagan el localizador o porque no lo tienen.
“Hace unos años nuestro equipo publicó el primer mapa global de pesca del mundo basado en sistemas de identificación automatizados [AIS, por sus siglas en inglés] con los barcos que daban su posición de forma voluntaria”, explica Paolo a elDiario.es. Los científicos sabían que muchos no aparecen en este sistema, ideado para evitar colisiones, porque, dependiendo de las regulaciones locales, a los pesqueros no se les exige transmitir sus localizaciones. “Teníamos la sensación de que nos estábamos perdiendo algo”, asegura el autor principal. “Lo que hemos hecho ha sido cruzar aquellos datos con miles de imágenes y así podemos saber cuántos de los que están ahí no estaban transmitiendo su posición”.
Una cifra demasiado alta
Los autores detectaron 63.000 buques durante el análisis, de los cuales entre el 42% y el 49% eran pesqueros. De estos, entre el 72% y el 76% no tenían seguimiento público y una buena parte se situaban en África y en el sudeste asiático, en especial en China. “Yo mismo no podía creer estos números”, confiesa Paolo, que anteriormente trabajaba como experto en análisis de imagen satelital para el centro JPL de la NASA y fue reclutado por Global Fishing Watch para completar esta tarea. “Sabíamos que era mucho, pero no creíamos que fueran tantos, y desde luego no sabíamos dónde se concentraban la mayor parte de los barcos sin seguimiento, que es la información más valiosa que revelamos”.
Los datos indican, por ejemplo, una alta concentración de pesca ilícita al oeste de la península de Corea y en la costa norte de África. “En algunos lugares, como las costas de Bangladesh o Malasia, hasta un 100% de las embarcaciones pesqueras detectadas iban con el sistema AIS apagado”, señala el especialista. “Estamos hablando de cientos de miles de barcos que nadie sabe dónde faenan”. El seguimiento de embarcaciones también permitió detectar un promedio de más de 5 y más de 20 barcos pesqueros por semana en áreas protegidas como la Reserva Marina de Galápagos y el Parque Marino de la Gran Barrera de Coral, respectivamente, aunque los científicos de la organización preparan un trabajo específico sobre este asunto.
Un matiz importante es que el mero hecho de llevar el sistema de posicionamiento AIS desconectado no quiere decir que los barcos estén haciendo nada ilegal. En ocasiones se apaga para no dar pistas a la competencia sobre la ubicación de los caladeros, para no ser detectados por los piratas (una excepción que está permitida) y en algunas regiones del mundo, como las aguas del sur de China, no se registra bien la señal porque están tan saturadas que el satélite tiene problemas para determinar las ubicaciones individuales. “Calculamos que solo el 20% de estos barcos están haciendo algo ilegal. El resto, que es mayoría, no lo hacen simplemente porque no es obligatorio”, asegura Paolo, que también aclara que han descartado el uso de otros sistemas de seguimiento como el VMS (Vessel Monitoring System) porque son sistemas cerrados y de pago que no tienen cobertura en muchos países y zonas de interés.
El mero hecho de llevar el sistema de posicionamiento AIS desconectado no quiere decir que estén haciendo nada ilegal.
Los investigadores también identificaron 28.000 infraestructuras marinas a finales de 2021, de las cuales el 48% y el 38% correspondían a energía eólica y producción de petróleo, respectivamente. En general, los aerogeneradores colocados mar adentro superan el número de estructuras petroleras y su avance ha quedado documentado por las imágenes del satélite: el número de turbinas se duplicó a nivel mundial durante el período de estudio y aumentó espectacularmente en algunas regiones como China, donde subió en un 900% y se instalaron alrededor de 950 turbinas por año.
Diferencia de legislaciones
El análisis pone de manifiesto un fuerte contraste entre las regiones como la europea, donde la legislación obliga a las embarcaciones a llevar activado el sistema AIS por trasparencia y para evitar colisiones, y aquellas en las que no hay regulación. Un caso especialmente ilustrativo es el del Estrecho de Gibraltar, donde se aprecia claramente la diferencia entre la situación en las costas del norte de África y las europeas. “Lo que se ve en la imagen son todas las detecciones individuales de barcos pesqueros entre 2017 y 2021”, indica Paolo por videoconferencia. “Son todos los barcos pesqueros que pudimos detectar. Las azules son las detecciones que coincidieron con AIS y las rojas son las que no. Como se puede observar, a lo largo de la costa europea hay un buen uso de la transmisión AIS, mientras que a lo largo de la costa africana la mayor parte de la actividad pesquera no transmite AIS”.
Raúl García, coordinador de pesquerías de WWF España, coincide en señalar la necesidad de que se regule a nivel global esta obligación. “Uno de los mayores retos es disponer de sistemas homologables a los europeos en todas las pesquerías internacionales”, explica. García recuerda que todos los buques pesqueros de más de 15 metros de eslora que lleven bandera de un país de la UE deben estar equipados con un dispositivo AIS que transmita la ubicación, dirección y velocidad de la embarcación mientras está en el mar y se va a obligar a ir localizados incluso a los barcos más pequeños. Por este motivo —y gracias a una denuncia de Oceana— la administración española sancionó recientemente a dos barcos pesqueros españoles, el Releixo y el Egaluze, con una multa de 20.000 euros a cada uno por apagar sus sistemas de identificación automática sin razones legítimas durante más de 1.000 horas. “Son los primeros barcos que se han multado por no usarlo—indica García— y sienta un precedente muy importante”.
La administración sancionó recientemente a dos barcos pesqueros españoles por apagar sus sistemas de identificación automática sin justificación durante más de 1.000 horas
A juicio del responsable de WWF, este nuevo estudio confirma la necesidad de reforzar la colaboración multilateral para todas estas pesquerías que no están realmente gobernadas en alta mar por ningún organismo regional, como las de captura de cefalópodos. “Y también es necesario mejorar la trazabilidad de estas flotas para saber quién está detrás de estas actividades, porque hay muchas empresas que invierten en el exterior, con barcos bajo otras banderas, y muchos se enriquecen con la pesca ilegal sin que sepamos nada sobre el beneficiario”, subraya.
Asimilarlo a la caza
Pablo Rodríguez Ros, oceanógrafo de la Fundación Marilles, cree que este trabajo viene a demostrar lo que ya sabemos desde hace mucho tiempo: “que el océano sigue languideciendo o tiene una carencia muy elevada de seguimiento y control”. El gran problema, recalca, es que es una zona en la que todo vale. “En tierra firme, por ejemplo, no me puedo ir a cazar a donde yo quiera. En el océano a veces sucede lo contrario, es decir, que precisamente se puede pescar en todos los sitios, excepto en aquellos sitios donde está indicado que no”. Por eso hay voces que están pidiendo equiparar la pesca con la caza, que solo se pueda pescar o realizar cualquier actividad extractiva en algunas zonas concretas, y en el resto se asuma que no, como pasa en tierra firme“.
En tierra firme no me puedo ir a cazar a donde yo quiera. En el océano a veces sucede lo contrario: se puede pescar en todos los sitios, salvo excepciones
Y por eso, añade, acuerdos internacionales, como el reciente Tratado Internacional de los Océanos son tan relevantes. Sobre todo en aquellas zonas que están fuera de las aguas jurisdiccionales de los países, en las que —como muestra este estudio—todavía falta mucha vigilancia y los recursos marinos son esquilmados de forma clandestina y rutinaria.
Un Google Maps marítimo
Para Fernando Paolo, la comparación con la regulación de la caza en tierra es muy acertada. De alguna manera, reconoce, es como si hasta ahora la actividad humana en los océanos hubiera estado cubierta por la niebla, una opacidad causada por la falta de datos que él y su equipo pretenden despejar. El denominado Open Ocean Project se propone precisamente “hacer visible lo invisible” y ayudar a tomar decisiones sobre el futuro de los océanos sabiendo lo que realmente sucede en ellos. “En tierra —explica—, tú vas a Google Maps y sabes donde está cada edificio: nuestra intención es conseguir algo similar”.
Para ello, usarán múltiples fuentes de imágenes de satélite desde el radar, al espectro óptico y todo tipo de datos de radiofrecuencia, una tecnología usada hasta ahora por los militares, y monitorizarán la actividad de todos los barcos del océano, incluidos los de menos de 10 metros que ahora se escapan del ojo del satélite. Una información que, de paso, ayudará a mejorar las estimaciones de las emisiones de gases de efecto invernadero de estas actividades, que son muy relevantes. “Lo que esperamos es incrementar la transparencia de lo que está pasando en los océanos de todo el mundo —concluye— y hacer que los países entiendan que compartir estos datos va en su propio beneficio”.