Una ola de calor intenso prevista para cinco días ha puesto a gran parte de España en alerta por altas temperaturas y disparado el riesgo de incendios forestales en casi toda la península. Turquía, Grecia e Italia llevan días avisando de la estrecha relación entre el calor extremo y el peligro de fuegos devastadores.
La Agencia Estatal de Meteorología ha lanzado un aviso especial por fenómeno adverso: una ola de calor desde el 11 hasta el 16 de agosto. Una ola supone que el calor estará por encima de lo estadísticamente normal durante, al menos, tres días seguidos en la zona que se estudie. No se trata del calor habitual de verano y tampoco basta con que ocurra durante unas horas o en un punto muy específico.
Esta oleada térmica, causada por la entrada de aire africano sumada a la intensa radiación solar de agosto, va a alcanzar casi todo el mapa excepto la franja cantábrica y Galicia. La predicción dice que comenzará el miércoles y se irá agudizando hasta superar los 40ºC en “amplias zonas del sur y centro peninsular y el valle del Ebro”. La AEMET avisa de que pueden alcanzarse los 42-44ºC.
Aunque las olas de calor son recurrentes en el clima mediterráneo y es difícil ligar un episodio concreto con la crisis climática, la tendencia observada por los científicos es que, debido al calentamiento global, las olas de calor se producen ahora de manera más habitual, más intensa, duran más tiempo y afectan a zonas históricamente a salvo de estos picos.
La revisión histórica que la AEMET realiza de los datos registrados por sus estaciones ha constatado que, a medida que ha ido subiendo la temperatura del planeta, España ha soportado más olas de calor: entre 2010 y 2020 fueron el doble que entre 2000 y 2010. Los veranos, meteorológicamente hablando, duran cinco semanas más en la actualidad que en 1980.
El informe climático de los científicos de la ONU conocido este lunes señalaba, precisamente, el incremento de las olas de calor como una de las consecuencias (y síntoma al mismo tiempo) de la alteración del sistema climático. Una alteración que ha provocado el efecto invernadero causado por la emisión de gases de las actividades humanas: básicamente, la quema de combustibles fósiles para obtener energía.
Los picos prolongados de calor han sido el fenómeno natural que más vidas ha costado en Europa, según el reciente avance del Atlas de Mortalidad y Pérdidas Económicas de la Organización Meteorológica Mundial. La ola que atravesó Europa en 2003 causó decenas de miles de víctimas mortales en Alemania, Italia, Francia y España.
Vinculación entre meteorología e incendio
De momento, lo que ha dejado patente este agosto de 2021 es el vínculo entre calor extremo y grandes incendios forestales. Existe una “estrecha relación entre meteorología e incendio”, lo define el análisis de los impactos y la vulnerabilidad de España frente al cambio climático elaborado por el Ministerio de Transición Ecológica. Los factores claves, explican, son la temperatura, la humedad del aire y de los combustibles y la velocidad del viento.
La oleada de fuegos casi incontrolables en el Mediterráneo más oriental que empezó en Turquía y se ha repetido en Grecia ha avanzado hacia el oeste hasta obligar a declarar el estado de alarma en la isla italiana de Sicilia. Roma y el centro de Italia han activado las alertas este martes por calor intenso. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha aludido este miércoles al peligro de fuego que las temperaturas conllevan estos días : “Todos hemos visto la entidad de los incendios en Grecia y Turquía. Y en España no somos ajenos, sabemos que con la ola de calor entramos en una zona de riesgo y el Gobierno estará atento ante estos riesgos”, ha comentado.
En Grecia, una semana seguida de fuegos ha carbonizado más de 65.000 hectáreas de árboles, según el Observatorio Nacional de Atenas. En Turquía, se han encadenado 12 días de incendios con 240 fuegos forestales en 47 provincias que han causado ocho muertos. En Sicilia, han registrado 50 incendios en la provincia de Palermo. En la orilla sur del mar Mediterráneo, en Argelia, más de 100 fuegos han costado 65 vidas.
La cuenca del Mediterráneo está acusando una combinación de impactos por la crisis climática que van desde el incremento de las sequías y la aridez del terreno al aumento de los extremos de calor, como ha explicado el informe sobre la base científica del cambio climático que publicó el IPCC el 9 de agosto. Todo esto redunda en condiciones meteorológicas propicias para que salten, se propaguen y crezcan incendios de grandes dimensiones. De hecho, los grandes incendios forestales, que queman más de 500 hectáreas, son los principales destructores, como han demostrado los casos de Grecia y Turquía. En 2019, en España, solo 14 de los más de 10.700 siniestros registrados calcinaron el 40% de toda la superficie abrasada.
En este contexto, con la llegada del calor récord a España, también han debido activarse los avisos por peligro alto de incendio forestal. Prácticamente todas las provincias de la península están en riesgo alto, muy alto o extremo excepto las costas gallega, cántabra y vasca en el norte. La valenciana en el este y la línea litoral que va de Cádiz a Huelva. Todo el interior de la península oscila entre el peligro muy alto y el extremo.
Los mapas de riesgo se generan a partir de los datos de predicción de la AEMET. Lo que indican es que confluyen las “condiciones meteorológicas para el fuego”, como las llama el panel de expertos de la ONU, el IPCC. España llega a este momento con una superficie de monte arrasada este año por los incendios forestales situada en la mediana de la década: 40.000 hectáreas destruidas; la media está muy afectada por el año 2012, con muchísimas hectáreas quemadas a estas alturas de año (más de 150.000), y el 2018, con poco terreno carbonizado (11.000 Ha).
Con todo, el mes pasado supuso, en apariencia, una tregua de calor. Julio fue un mes con la temperatura global 0,1ºC por debajo de la media del periodo 1980-2010. La AEMET dice que eso es “ligeramente por debajo de lo normal” y lo califica de “mes frío”. Pero, al mismo tiempo, las precipitaciones en la península fueron muy escasas: un 58% de lo habitual. Un mes “muy seco” que crea las condiciones para que la vegetación se seque y se convierta en combustible para los fuegos (en Baleares y Canarias llovió más de lo normal).
Con poca agua, la vegetación está lista para convertirse en potencial pasto de llamas: “El aire seco y las altas temperaturas hacen que el combustible forestal se seque rápidamente, favoreciendo su ignición y activando su posterior combustión”, según describe la Dirección General de Protección Civil. A un mes seco le sigue ahora una ola de calor: una combinación explosiva.