Acumular año tras año récords de temperatura en el planeta no sale gratis: las olas de calor, en ocasiones mortíferas, como la recién registrada en Canadá se han convertido ya en la nueva realidad causada por la crisis climática. Basta con echar la vista atrás cinco años para comprobar cómo se repiten los episodios: en España, norte de Europa, California, Siberia, el Caribe…los veranos se han convertido en épocas de riesgo para los humanos.
La Columbia Británica canadiense ha rozado los 50ºC esta semana. Las imágenes con pabellones habilitados para refrescar a la población, las llamas de los incendios forestales y la cifra de 500 muertos han impactado, pero la relación entre altas temperaturas fuera de lo normal en todas las partes del planeta y el calentamiento global ya estaba muy acreditada: “Cada ola de calor que ocurre en Europa actualmente ha sido más probable y más intensa por el cambio climático de origen humano”, explicaron tras el pico vivido en junio de 2019 científicos de los centros climáticos de Países Bajos, Francia, Reino Unido y las universidades de Oxford y Politécnica de Zúrich. España soportó una ola “especialmente adversa” y temprana ese mes.
Las observaciones que año tas año realiza la Organización Meteorológica Mundial muestran cómo la Tierra está cada vez más recalentada y cómo se suceden las olas de calor. Una nueva normalidad climática forzada por el calentamiento del planeta cuyos impactos ya se dejan notar. 2020 cerró una década de “calor excepcional” donde los seis cursos más calurosos de la serie histórica se habían concentrado desde 2015, explica la OMM. Al mismo tiempo, “casi todos los estudios sobre una ola de calor relevante desde ese año han descubierto que su probabilidad ha sido incrementada significativamente por el cambio climático”, añade la organización.
El análisis sobre el clima global entre 2015-2019 de la OMM repite que estos fenómenos “tienen un impacto particularmente alto sobre la salud humana y ha sido responsable del mayor número de muertes de cualquier episodio de tiempo extremo”. En España, el impacto de las olas de calor obligó a desarrollar planes específicos para afrontar los picos cálidos y rebajar así la mortalidad asociada. “Las olas de calor son más comunes, pero con menor mortalidad”, han descrito los expertos del Instituto de Salud Carlos III Cristina Linares y Julio Díaz quienes lo atribuyen a lo que denominan “cultura del calor” desarrollada en España.
Una lista que se extiende
Pero no todas las áreas del planeta tienen esa cultura al tiempo que sí están viendo como las temperaturas llevan ya años ascendiendo más allá de lo esperable.
En mayo de 2015 se produjo una ola en India y Pakistán donde las autoridades atribuyeron al calor 2.248 y 1.229 fallecidos respectivamente. En el verano austral que llevó de 2015 a 2016, en Suráfrica, se experimentó una “batería” de olas de calor. En 2018, Francia registró un exceso de 1.500 muertes respecto a la media durante un pico cálido. En 2019, Australia experimentó el verano más caluroso en sus registros. Las olas de calor en Europa de 2019, con dos máximos: uno en junio y otro en julio, batieron varios récords de temperatura, según la Organización Meteorológica. En el sur de Francia se llegó a 46ºC. El calor “se expandió hacia el norte y alcanzó Escandinavia y, sobre todo, Groenlandia”, describen los meteorólogos de la OMM.
La ola de junio de 2019 en España fue la más intensa en cuatro décadas, según la Aemet. Se registraron siete récords absolutos de temperatura. En 14 capitales de provincia alguno de los valores fue el más elevado de la serie histórica. Fue la “más intensa” en 40 años, según analizó la Agencia. Estos picos cálidos prolongados son ahora diez veces más frecuentes en España que a finales del siglo XX. Y también se producen más tempranamente: de las diez olas de calor registradas en un mes de junio desde 1975, ocho fueron a partir de 2001. Y “cuanto más temprana es la ola, más dañina para la salud”, recuerda la Agencia.
En 2020, en Siberia, soportaron un periodo inusual de altas temperaturas. Incluso se rompió la plusmarca en los termómetros siberianos cuando la ciudad de Verkhoyansk alcanzó los 38 ºC el 20 de junio. Durante la ola se produjeron grandes incendios forestales debidos a las condiciones secas y cálidas, se aceleró la fundición del permafrost y hubo invasiones de plagas. “Hubiera sido casi imposible sin el cambio climático”, ha analizado un grupo de científicos que evaluó hasta qué punto la alteración de clima inducida por la actividad humana podía estar relacionada con este fenómeno.
Pero no quedó ahí la cosa. Entre abril y septiembre del año pasado, la zona del Caribe también tuvo que pasar por olas de calor de gran dimensión. Cuba marcó un pico histórico con 39,7ºC en abril de 2020. La misma situación se produjo, ya al final del verano, en Puerto Rico, Granada y República Dominicana.
En Norteamérica, el 16 de agosto de 2020 se registró la temperatura más alta conocida en la Tierra en los últimos 80 años: se midieron 54,4ºC en Death Valley, en California. El sureste de EEUU padeció la peor ola de incendios forestales, alimentados por una sequía en la que el periodo entre julio y septiembre fue el más seco y cálido acreditado en esta parte del planeta desde la época industrial.
Asia tampoco se salvó y en varias zonas volvieron a tener veranos de alta intensidad. En Japón se igualó el récord histórico de temperatura con 41,1 ºC. Oriente próximo también puede tener sus olas de calor extremo por encima de lo esperado: en julio de 2020 los países del Golfo Pérsico registraron temperaturas como 52,1ºC en el aeropuerto de Kuwait.
El profesor de Cambio Global del University College de Londres, Simon Lewis, ante el episodio en Canadá, ha concluido que esta ola en Norteamérica demuestra que “cada vez más partes del planeta serán pronto demasiado cálidas para los humanos”.