La ola de ómicron ha llevado a China a la situación más difícil desde que estalló el virus en Wuhan. Los contagios han marcado este marzo el número más alto desde febrero de 2020, dos meses después de que se registraran los primeros casos. La estrategia de eliminación del virus, conocida como zero COVID, llevada a cabo por el Gobierno chino ha mantenido los indicadores en cifras muy bajas, pero la ola de principios de 2022 muestra una aceleración no vista desde entonces. Aunque los contagios son ridículos en relación a los estándares europeos, que no se hayan podido controlar los brotes pone a prueba un tipo de gestión que había sido exitosa y ahora muestra claros síntomas de tensión. ¿Hasta qué punto son eficaces y sostenibles los confinamientos masivos con una variante tan contagiosa como ómicron que, además, genera muchos casos asintomáticos?
La incidencia acumulada a 14 días en China continental ha rebasado el umbral de 1 caso por cada 100.000 habitantes, después de encadenar dos años con ese indicador en poco más de cero, según las cifras oficiales. Si miramos a Hong Kong, la enfermedad se ha descontrolado con una tasa que ha pasado de 20 casos por 100.000 al comenzar febrero a 9.500 a mitad de marzo. El último dato del territorio ha mostrado una bajada tras el pico: 7.700 el 20 de marzo.
Los datos oficiales publicados por China muestran que la incidencia ha sido prácticamente nula durante casi dos años, muy alejada de la evolución del resto de países. Pero las cifras arrastran el lastre de que el Gobierno chino no facilita estadísticas sobre mortalidad en el país: no hay datos sobre exceso de muertes al estilo del MoMo español. Tampoco un total de fallecimientos para los años 2020 y 2021 y su comparación con otros cursos, lo que impide conocer el impacto real de la pandemia.
Con todo, incluso para las estadísticas chinas, los últimos meses evidencian una ola aguda de COVID-19. Los nuevos casos que están registrándose en China han pasado de una media de 59 contagios diarios en enero de 2022 a más de 2.000 en la tercera semana de marzo: 33 veces más. El pasado sábado, el país registró las dos primeras muertes por COVID-19 en más de un año. Los últimos fallecimientos atribuidos a la pandemia se habían confirmado el 26 de enero de 2021.
Los indicadores tan bajos de la enfermedad son resultado, principalmente, de la llamada estrategia zero COVID: una política severa que incluye restricciones de movimientos y test masivos allí donde se detecta un caso, además de fronteras prácticamente cerradas a extranjeros y obligación de hacer cuarentena de 14 días a los viajeros que logran entrar. La llegada y multiplicación a gran velocidad de la variante ómicron ha traído un nuevo episodio de confinamientos.
Esta vez afectan a varias zonas: en el noreste la provincia de Jilin, cuya capital tiene una población de 4,5 millones de personas, y la vecina Changchun. Al sur, frente a Shanghai, la ciudad de Shenzhen (17 millones de personas) endureció el domingo pasado sus restricciones tras anunciar que podría abrir la mano. Más de 13 localidades tienen decretados confinamientos totales o parciales. Suman casi 30 millones de habitantes.
Lidiar con un número alto de contagios para sus estándares está poniendo al límite las políticas que se seguían hasta ahora. E incluso ha forzado a hacer algunos cambios, aunque no se vislumbra una voluntad para cambiar de estrategia por parte del Gobierno. Por ejemplo, todas las personas contagiadas y sus contactos cercanos debían guardar aislamiento o bien en hospitales o bien en centros de cuarentena. La Comisión Nacional de Sanidad de China ha dado orden de que los pacientes leves ya no sean hospitalizados para no desbordar estas instalaciones, según Efe.
Que todo contagio deba ir a unos centros concretos es factible con muy pocos casos, pero resulta cada vez más complicado en la situación actual. Países que habían mantenido una gestión similar de estricta contención del virus ya la han abandonado. Es el caso de Australia, que tras estar casi dos años cerrada a cal y canto, comenzó a relajar medidas en noviembre.
“Nosotros firmaríamos en España por tener esa incidencia. Lo preocupante no es cómo están ahora, sino cómo puede ir evolucionando la situación, si serán capaces de controlarla”, sostiene Óscar Zurriaga, vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología. La población, al haber tan pocos contagios, no tiene inmunidad natural, solo la proporcionada por las vacunas, recuerda Zurriaga, y eso les hace jugar con desventaja frente al virus respecto a países donde se ha dejado circular el virus.
Pocos mayores vacunados
La cobertura vacunal en China continental es bastante alta, más del 85%. En Hong Kong, que está acusando un peor embate de la pandemia en el primer trimestre de 2022, la tasa está en un 72%. Con buenas cifras globales de primovacunación, estos territorios sin embargo flojean en la protección a los más mayores. Poco más del 50% de las personas de más de 80 años se han puesto dos dosis y solo el 20% han recibido el booster, según los datos aportados por las autoridades chinas.
El país ha hecho un llamamiento a esta población para que acuda a vacunarse y advierten de que los brotes en Hong Kong deben ser “una lección profunda”. “Es un ejemplo de que si la tasa de vacunación de los ancianos es baja, la tasa de casos graves y muertes será alta”, dijo Wang Hesheng, subdirector de la Comisión Nacional de Salud, en una rueda de prensa el pasado viernes. A eso se le une que los ciudadanos chinos han recibido las vacunas desarrolladas por las empresas Sinovac y Sinopharm, cuya eficacia ante ómicron ha sido débil.
En el primer caso, un estudio de laboratorio de diciembre de 2021 decía que las tres dosis de este fármaco eran incapaces de proteger ante ómicron. Coronavac, apuntaba este trabajo, precisaba de un pinchazo extra de vacunas creadas con ARN mensajero (como las de Moderna o Pfizer) para ofrecer una inmunidad efectiva ante la variante que más casos está provocando en el mundo. Los mismos investigadores afirmaban que sus datos mostraban la necesidad de terceras dosis en las personas vacunadas con dos pinchazos de ARN mensajero. Otro trabajo de la Universidad de Yale ya de finales de enero de 2022 concluyó que, con dos dosis de Coronavac, las personas no mostraban ningún anticuerpo neutralizante contra ómicron.
Ante la sospecha de que el compuesto de Sinopharm no generaba suficientes defensas, la empresa ha creado un booster basado en una proteína para los refuerzos del tercer pinchazo. Un estudio, a la espera de revisión, publicado en enero concluía que esta versión de la tercera dosis vacuna protegía más ante esta variante.
¿Una estrategia que ya no sirve?
Y mientras las farmacéuticas y las autoridades sanitarias chinas lidiaban con este problema, la COVID-19 de ómicron ha ido ganando terreno en el país asiático desbordando las previsiones. ¿Lo que sirvió para las olas anteriores ya no es efectivo con esta variante? ¿China debería replantearse la estrategia zero COVID? “Seguramente habría sido exitosa si la pandemia se hubiera controlado en el resto del mundo, pero no es así, o si hubiera seguido los paradigmas clásicos de que todo empieza y todo acaba. Sin embargo, no vemos el final todavía?”, se pregunta Zurriaga. La OMS advirtió la semana pasada que la pandemia a nivel mundial estaba “lejos de terminar”. La situación de Asia, y China en particular, rebajan los buenos augurios.
Para Antoine Flahault, director del Instituto de Salud Global de la Universidad de Génova, aspirar a reducir a cero los casos ha dejado de ser una opción eficaz y sostenible, en declaraciones que cita el periódico británico The Guardian. Por un lado, por la exigencia tan alta de soportar confinamientos otra vez, especialmente en las personas que pasan una enfermedad leve. Por otro, por el impacto económico de los encierros. “China es un país enorme y muy conectado, con enormes necesidades de producir y vender lo que producen. ¿Es posible seguir manteniendo un territorio de estas dimensiones cerrado a cal y canto?”, apunta el vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología.
“Parece evidente que durante el primer año funcionó, pero uno de los mayores fallos de esta pandemia, incluso para investigadores o gestores, es que no hemos sabido evolucionar”, valoraba en una entrevista la profesora Helena Legido-Quigley, profesora asociada en la Escuela de Salud Pública Swee Hock de la Universidad de Singapur y parte del panel independiente de personas expertas de la OMS para evaluar la respuesta a la pandemia.
Gráficos de Victòria Oliveres.