La Organización Mundial de la Salud desaconseja finalmente utilizar el antiviral remdesivir con pacientes de COVID-19. Este fármaco de la compañía Gilead ha sido uno de los escasos tratamientos autorizados contra la pandemia del coronavirus.
La OMS argumenta que este medicamento “no está recomendado para pacientes que ingresen en un hospital con COVID-19, sin importar su gravedad, ya que actualmente no existe evidencia de que mejore la supervivencia o la necesidad de ventilación”, según ha publicado la institución este vienes en el British Medical Journal.
Remdesivir es un antiviral diseñado para combatir el ébola que, en marzo de 2020, con el primer golpe de la pandemia, surgió como tratamiento compasivo de pacientes graves. De ahí pasó a incorporarse a ensayos clínicos organizados a toda velocidad para intentar encontrar algún fármaco que combatiera el SARS-CoV-2. A finales de mayo obtuvo permiso provisional en EEUU y en junio en la Unión Europea. Pero su eficacia nunca superó las dudas que suscitaba.
Ahora, a pesar de haber recibido “atención mundial” y haber sido utilizado de manera creciente, “su papel en la práctica clínica permanece incierto”, aseguran los expertos de la OMS. La recomendación se basa en la revisión de ensayos clínicos que sumaban más de 7.000 pacientes ingresados por COVID-19. Tras analizar los datos, “hemos concluido que remdesivir no tiene ningún efecto significativo en la mortalidad u otros resultados relevantes como la necesidad de ventilación mecánica o el tiempo de mejora”.
La OMS admite que las evidencias no dicen que no haya algún beneficio, pero que, con los datos disponibles, no se observan mejoras importantes. Así que “dada la posibilidad de causar un daño importante, así como el relativamente alto coste y el consumo de recursos que implica su aplicación –debe suministrarse vía intravenosa–”, considera más apropiado no recomendarlo.
Anuncios, autorización, precio y compras masivas
Los resultados que este producto de la farmacéutica estadounidense iba obteniendo han protagonizado una suerte de montaña rusa nada concluyente. A finales de abril pasado se publicaron los datos de un trabajo desarrollado en la provincia de Hubei (China) que apuntaron a una mejoría de los enfermos, pero sin relevancia estadística. Poco después, otro ensayo aseguraba que los enfermos que recibieron este producto salieron un 30% antes del hospital. La propia Gilead hizo un anunció: su fármaco reducía un 62% el riesgo de muerte. No era una publicación científica sino una presentación durante una conferencia virtual.
Mientras, la empresa puso finalmente precio a su antiviral: 2.000 euros por paciente para todos los países desarrollados. EEUU acaparó la producción al adquirir toda la capacidad de fabricación de julio y el 90% de la prevista para agosto y septiembre hasta sumar 500.000 dosis. La Unión Europea comenzó a negociar con Gilead la reserva de dosis del fármaco. El coordinador del Centro de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, declaraba entonces que este fármaco suponía “una ayuda”, pero que no era “la panacea” contra la pandemia.
Durante los meses de verano, la demanda fue creciendo a buen ritmo hasta que se hizo preciso que la Agencia Española del Medicamento emitiera una alerta el 21 de agosto en la que afirmaba que las existencias se iban a “agotar en las próximas horas”. Reclamó las dosis remanentes de los ensayos clínicos en curso para ampliar la oferta hasta que llegara más suministro.
Según han avanzado los estudios, la utilidad de remdesivir ha ido decayendo. En octubre, el plan de búsqueda de tratamientos contra la COVID-19 auspiciado por la OMS, SOLIDARITY, arrojaba que la hidroxicloroquina, el interferón, el lopinavir y el remdesivir habían mostrado poco o ningún efecto en la mortalidad. Solo el antiviral de Gilead disponía de una autorización como tratamiento para la infección por SARS-CoV-2.
Con todo, la OMS remata su recomendación instando a que se continúe con los ensayos clínicos con remdesivir “especialmente para ofrecer una certeza mayor para grupos específicos de pacientes”.