Tres años después de que el SARS-CoV-2 comenzara a hacer estragos en China, mientras el resto del mundo vivía aún ajeno a esta enfermedad infecciosa, el país asiático vuelve a sufrir una dramática situación sanitaria provocada por el coronavirus. La férrea política china de cero COVID, que había mantenido durante años, ha saltado por los aires a raíz, entre otros factores, del malestar de la población y numerosas protestas sociales. La situación del gran gigante asiático y las decisiones que los dirigentes de otras naciones están tomando con respecto a ella recuerda en muchos aspectos al origen de la pandemia de COVID-19. Como si se tratara de una versión pandémica de la película El día de la marmota, volvemos a ver los mismos errores que ya se cometieron tres años atrás.
La súbita eliminación de diversas medidas contra la COVID-19 por parte de China está llevando a un contagio masivo de los ciudadanos y a un colapso cada vez mayor de los servicios sanitarios y crematorios. Este fenómeno, unido a una población con bajas tasas de vacunación completa (sobre todo entre los más ancianos), escasa inmunidad natural (por la baja exposición al virus) y un número muy reducido de camas hospitalarias con respecto al número de habitantes, forman una tormenta perfecta para una crisis sanitaria de gran magnitud.
Opacidad
Ante la avalancha de contagios, hospitalizaciones y muertes por la COVID-19, el gobierno chino ha vuelto a optar por ocultar en la medida de sus posibilidades lo que está sucediendo. Desde el 3 hasta el 19 de diciembre, China solo reconocía 2 muertes por esta enfermedad infecciosa. Además, desde el 25 de diciembre la Comisión Nacional de Sanidad China oficialmente ya no publica los casos diarios ni los muertos por el coronavirus. Una medida que se ha tomado sin justificar las razones. También se cambió la definición de las muertes por el SARS-CoV-2, de forma que ahora solo se incluyen a los que fallecen por neumonía e insuficiencia respiratoria. Según el Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), el país solo publicará los contagios y las muertes una vez al mes a partir de enero.
Numerosas instituciones sanitarias han recalcado en repetidas ocasiones a lo largo de la pandemia lo vital que es la transparencia entre países para poder atajar epidemias que puedan saltar entre fronteras. De hecho, hace tan solo unos días la Organización Mundial de la Salud (OMS) reclamó públicamente a las autoridades chinas transparencia e intercambio regular de datos para poder evaluar correctamente los riesgos e informar de una respuesta eficaz. Por ahora, el gobierno asiático sigue repitiendo la opacidad inicial que ya mostró al comienzo de la pandemia, cuando Wuhan se convirtió en el epicentro de dicha crisis sanitaria y los contagios y los muertos se dispararon.
Descoordinación
Existe una notable preocupación internacional ante la difícil situación de China por la posibilidad de que los contagios se expandan fuera de sus fronteras o de que aparezcan nuevas variantes. Los diferentes países a lo largo del mundo están reaccionando, una vez más, de forma desigual. España, al igual que Italia, Estados Unidos, Japón, Australia, Corea del Sur y otras naciones, ha decidido exigir a los viajeros procedentes de China un test COVID negativo o la pauta completa de vacunación antes del 8 de enero (cuando el país reabre sus fronteras).
Sin embargo, otros muchos países y la mayoría de los Estados miembros de la UE han optado por la vigilancia activa y dejar la puerta abierta a nuevas medidas según cómo evolucione la situación epidemiológica. Como en otros eventos anteriores a la pandemia, la descoordinación política sobre las decisiones a tomar frente a los contagios y el debate sobre las medidas vuelve a imperar, lo que limita el alcance de las respuestas y la posible eficacia de estas.
Medidas arbitrarias y populistas
El CDC europeo ha expresado públicamente que las medidas implantadas por España y otros países para los vuelos procedentes de China están “injustificadas”. La institución científica sostiene que no se espera que la situación del país asiático afecte a la UE. Las razones que aporta el citado CDC son que en Europa existe una alta inmunidad de los ciudadanos al SARS-CoV-2 por las altas tasas de vacunación y por la elevada frecuencia de infecciones previas por COVID-19 a lo largo de los años.
Por otro lado, no hay ningún indicio de que haya alguna nueva variante en China. Todas las variantes que circulan en el país asiático son las mismas que ya están circulando en la UE. Además, los posibles casos de COVID-19 que podrían importarse desde China son muy bajos comparado con el número de infecciones que ya se dan en Europa y también con los que llegan desde Estados Unidos y otros países donde se están dando una transmisión descontrolada del virus.
Aún en el caso de que surgiera una nueva variante en China, múltiples expertos aseguran que las medidas aplicadas en los aeropuertos serían inútiles para evitar su expansión por el mundo. En el mejor de los casos, tan solo podría retrasar su difusión. Este episodio recuerda al que ya sufrió Sudáfrica, que fue el primero en detectar la aparición de la variante ómicron y por ello fue “castigado” con fuertes restricciones en los viajes desde dicho país.
Ya en aquel entonces numerosos expertos en Salud Pública y la OMS consideraron perjudiciales las medidas argumentando que no resultarían efectivas para evitar la llegada de ómicron (lo que se terminó demostrando). Además, estas acciones pueden disuadir a otros países de anunciar con transparencia la presencia de nuevas variantes en el futuro, por miedo a las consecuencias, como el cierre de fronteras.
Más allá de las restricciones a los vuelos, otros políticos han ido más allá en el populismo pandémico. Es el caso de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que ha ordenado reimplantar el protocolo COVID en las residencias de mayores y reforzar el hospital Zendal por el auge de contagios en China.
Una de las preguntas más repetidas a lo largo de la pandemia ha sido: “¿Aprenderemos de los errores y estaremos preparados para la próxima pandemia?”. Si analizamos cómo se está respondiendo a la situación epidemiológica de China, la respuesta ahora parece más clara que nunca.