La Audiencia Nacional busca respuestas al asesinato de los jesuitas españoles durante la guerra civil de El Salvador

El excoronel Montano se llama Inocente, y así se declara. El único acusado del juicio que se está celebrando en la Audiencia Nacional (sede de San Fernando) por el asesinato de Ignacio Ellacuría y el grupo de jesuitas españoles -Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Juan Ramón Moreno, Amando López y Joaquín María López- y de Elba Ramos y su hija Celina (refugiadas con ellos en ese momento) en la madrugada del 16 de noviembre de 1989, durante la guerra civil en El Salvador, lo niega todo a preguntas de su abogado.

Esta semana, la Justicia española logró sentar en el banquillo a uno de los presuntos autores intelectuales de la masacre en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de El Salvador. El exviceministro de Seguridad Pública se enfrenta a una petición de 30 años de prisión mayor por cada uno de los cinco asesinatos, después de que el otro acusado, René Mendoza -que formó parte del batallón que disparó contra Ellacuría y los suyos- haya decidido colaborar con la Justicia.

Sin embargo, en su declaración, el militar, de 76 años, con evidentes problemas auditivos y que se presentó en silla de ruedas, aseguró que “nunca vulneramos las leyes, fuimos cumplidores de los mandatos, no ejercimos acciones terroristas”. Durante el juicio, la defensa trató de recusar al juez instructor, Eloy Velasco, a quien acusó de parcialidad por haber dado cursos en la Universidad de Deusto (de la Compañía de Jesús), o participar en actos de homenaje a Ellacuría.

“Yo no tenía nada en contra de los jesuitas”

“Yo no tenía nada en contra de los jesuitas. El licenciado Ellacuría era una de las personas más allegadas al presidente (…). No se tenía una conciencia clara de que estuvieran participando con el FMLN, política ni militarmente. A pesar de que sí hubo fotografías de curas jesuitas metidos con los guerrilleros, como Jon Sobrino”, declaró Inocente Montano.

Para el teólogo Juan José Tamayo, que forma parte del equipo que promovió la acusación popular, “el excoronel Montano perdió la última oportunidad que tenía de ser sincero con la sociedad y consigo mismo, esclarecer los hechos, decir la verdad, dar a conocer los nombres de los responsables intelectuales a la comunidad internacional, que sigue conmocionada por tamaños crímenes terroristas”.

“Se esperaba que reconociera su participación activa en la decisión de asesinar a los jesuitas, a Julia Elba y a su hija Celina, de aceptar su culpabilidad, pedir perdón y reconciliarse así con su país, con las víctimas, consigo mismo y con su conciencia”. Así lo declaró la Compañía de Jesús al comienzo del juicio, instando a Montano a que “aproveche la oportunidad” y dé los nombres de los instigadores del crimen. No fue así: es más, optó por no responder a las preguntas de la Fiscalía ni la acusación, aunque tuvo que escuchar cómo los testigos -observadores internacionales del fallido juicio que se celebró en El Salvador, y que acabó sin condenas a los que mandaron apretar el gatillo- constaban que “hubo un pacto de silencio en el Ejército” para que los auténticos responsables salieran impunes.

Pero, ¿quiénes mataron a Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Juan Ramón Moreno, Amando López y Joaquín María López y López- y a Elba Ramos y su hija Celina? “Los asesinos fueron militares integrantes del Batallón Atlacatl -muchos de los cuales formados en la Escuela de la Américas- en cumplimiento de la orden del Estado Mayor del Ejército de El Salvador”, sostiene Tamayo.

Terrorismo de Estado e impunidad

“La masacre fue el resultado de un plan pensado y ejecutado, en la lógica del terrorismo de Estado, calificado como un crimen de lesa humanidad y crimen de guerra”, manifiesta la Compañía de Jesús en un comunicado, que critica cómo “desde el primer momento el crimen fue encubierto por las más altas autoridades del país y negado por aquellos que lo planificaron y ordenaron”. “Hasta la fecha, los autores intelectuales siguen en la más absoluta impunidad”, lamentan los jesuitas.

Por su parte, Ildefonso Camacho, jesuita y exrector de la Facultad de Teología de Granada, y uno de los religiosos que marchó a vivir a la UCA después del asesinato de sus compañeros para que la obra jesuita no muriera con ellos, asegura que “la consigna que tenían quienes les mataron era que había que eliminar a Ignacio Ellacuría, pero sin dejar testigos, y los testigos fueron los otros 5 jesuitas y las dos mujeres que allí estaban refugiadas”.

“Lo que los jesuitas queremos es que se conozca la verdad, y después dejamos la puerta abierta para el perdón”, destaca Camacho.

Jorge Galán: “Los mató el Estado Mayor de mi país”

Una de las mejores investigaciones sobre el asesinato fue la del escritor salvadoreño Jorge Galán en la novela 'Noviembre', por la que tuvo que exiliarse del país. “A los jesuitas los mató el Estado Mayor de mi país: Emilio Ponce, Cepeda, Bustillo, Inocencio Montano, entre algunos. Pero participó mucha gente más. Y de todos es sabido que Richard Chedester de la CIA estaba en esas oficinas del estado Mayor”, sostiene, en declaraciones a eldiario.es. Ponce ha muerto ya hace tiempo, “pero el resto está queriendo ser juzgada, y lo cierto es que el gobierno de mi país, El Salvador, no quiere la extradición y no colabora”.

Tamayo también lo tiene claro: “Los mataron por haber vivido el cristianismo no como opio del pueblo, sino como liberación de los oprimidos, por denunciar la triple alianza del poder político, económico y militar, por trabajar por la paz y la justicia desde la no violencia”.

“A Ellacuría lo mataron por creer en esa imperdonable capacidad de revelación y por compartir los riesgo de la fe en su`poder de profecía”, dijo en su día Eduardo Galeano. Hoy, 31 años después, su muerte sigue clamando justicia.

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