Color, ruido, alegría, rabia y orgullo. Mucho Orgullo. Como cada 28 de junio desde hace varios, las calles de Madrid han recuperado el espíritu combativo y revolucionario de 1969, cuando el levantamiento del bar Stonewall en Nueva York actuó como catalizador del movimiento de liberación del colectivo LGTBI. Un Orgullo autodenominado radical, feminista y antirracista ha partido de la madrileña plaza de Neptuno para hacer frente a la violencia que siguen sufriendo aquellos que no encajan en la norma mientras contraprograman lo que consideran una “deriva neoliberal” de la cita oficial, que organizará su manifestación el próximo 7 de julio.
Poco antes de las 19.00 horas un goteo de colectivos y personas a título individual han ido ocupando la plaza para echar a andar entre carteles y pancartas que reivindican un Orgullo que les represente a todas. Y es que este es una de sus principales puntas de lanza: “Creemos que la publicidad del Orgullo no muestra la diversidad existente en la comunidad LGTBI, más bien potencia un cuerpo concreto, el de hombre blanco gay cis adaptado a los cánones de belleza”, contaban sus promotoras a este medio.
Frente a este estándar, una explosión de diversidad ha desafiado el calor para dar un golpe en la mesa. Un aquí estamos. Un no nos vamos a ir. Tras una pancarta de cabecera que reza “Orgullo es Transgresión” en un guiño al colectivo trans, la marea de colores reivindica con paso firme un abanico de cuerpos, vidas, identidades, prácticas y orientaciones que también existen, aunque hayan sido tradicionalmente ignoradas.
“Me gustan las peras, me gustan las manzanas y en la cama me meto con quien me da la gana”, gritan mientras avanzan por el Paseo del Prado en referencia a la frase homófoba que pronunció en 2005 la exalcaldesa de Madrid Ana Botella y que se ha convertido en lema habitual. La manifestación cuenta con diferentes bloques y numerosas banderas que representan a los diferentes colectivos, distintas identidades y expresiones que hoy no caben en las siglas LGTBI.
“El Orgullo será antirracista o no será”, claman desde el bloque antirracista. “Tú activismo blanco no me representa” o “queremos amor transmigrante”, se puede leer en sus pancartas. Pancho porta orgulloso la suya: “Lo queer no quita lo racista”. “Muchas personas por el hecho de estar en el colectivo LGTBI o ser queer dan por hecho que no van a ser racistas, pero estas lógicas también se dan”, explica mientras alude a cómo “las personas migrantes o racializadas no estamos presentes en el Orgullo oficial”.
“Kuirs por Palestina. Contra su pinkwashing, nuestra solidaridad”, reza otra de las pancartas. Se refieren al fenómeno que desde las teorías críticas se define como el lavado de imagen que algunos países o empresas hacen al mostrarse respetuosos con los derechos LGTBI mientras al mismo tiempo vulneran otros derechos humanos. Israel es uno de los ejemplos más nombrados de este tipo de estrategias. “Palestina libre, boicot a Israel”, claman. De hecho, el Orgullo Crítico ya se ha posicionado en contra de la visita de Netta, la ganadora israelí de Eurovisión, que cantará en el marco de las fiestas del Orgullo, por considerarlo una muestra del fenómeno pinkwashing.
Personas asexuales, pansexuales, trans, de género fluido, con expresiones de género no binarias... La diversidad se hace visible a ritmo de La Batucada que Entiende, que acompaña a la manifestación. “Dejad de cuestionar nuestra identidad” o “aquí está la resistencia trans” son los gritos que se escuchan mientras la cabecera alcanza la fuente de Cibeles, en la que tienen un espacio de accesibilidad las personas que van en silla de ruedas.
La movilización ha elegido la realidad trans como el leitmotiv de este año, con el que quieren pedir visibilidad trans, cumplimiento de las leyes autonómicas contra la transfobia aprobadas o la despatologización de la transexualidad, es decir, que deje de ser considerada una enfermedad. “Infancia y juventud trans”, reza una de las pancartas del inicio que ocupa un lugar destacado. “La transexualidad no es una enfermedad”, clama Lucía. “A las personas trans todavía nos queda mucho...Todavía tenemos que reivindicar el derecho a ser libres para ser quienes queramos”, sostiene.
“Menos negocio y más derechos”
Pasadas las 20.00 horas, entre banderas de diferentes tipos, la manifestación enfila la Gran Vía. “Menos negocio y más derechos”, “el Orgullo no se vende, se defiende” o “vergüenza nos da el Orgullo comercial”, son las razones que se escuchan en voces de todos para estar aquí. Gritos directamente herederos de los movimientos radicales queer que en los años 90 revolucionaron la escena activista madrileña, entre ellos la Radical Gai o LSD (Lesbianas Sin Duda).
Siguiendo la línea anticapitalista de estos colectivos, el Orgullo crítico ve el programa oficial como un espacio “comprado por empresas, cuya máxima es hacer negocio”, cuenta Manu, envuelto en la bandera arcoiris. Viene con su amigo José Manuel por segundo año consecutivo y asegura que el del próximo 7 de julio es “el Orgullo Gay”, el que “olvida otros cuerpos, identidades y diversidades”.
José Manuel pone en el espejo al colectivo LGTBI y habla de la “homonormatividad” para explicar el proceso por el que la comunidad adopta prácticas y normas asociadas tradicionalmente a la heterosexualidad y que acaban por penalizar a quien no la sigue. “Esto se ve por ejemplo en que se perpetúa el binarismo de género, un cuerpo de gimnasio, blanco, sin pluma y sin discapacidad”. “Hay un estereotipo de gay o lesbiana que es el que acepta el sistema, pero si te sales de ahí...”, reflexiona Manu.
“Estamos luchando por nuestros derechos”
Con presencia fundamentalmente joven, la marcha avanza por una de las arterias principales de la capital antes de desembocar en la plaza de Callao para leer el manifiesto. Con unas chapas arcoiris enganchadas en las camisetas, siguen el ritmo Carmen y Carmina, de 63 y 73 años respectivamente. Son amigas y han quedado para venir, como ya hicieran el pasado viernes para acudir a la manifestación contra la puesta en libertad de la manada, cuando también hablamos con ellas.
“Venimos porque creemos que es importante que se sienta el apoyo de gente que no somos LGTBI, pero estamos en su lucha”, cuenta Carmina mientras nombra cómo la homosexualidad y la transexualidad era perseguida y reprimida “en mi época”, dice refiriéndose a la dictadura franquista.
Lara, de 18 años, tiene el pelo rosa y un discurso fuerte y seguro. Ha venido con su madre, Alicia, “porque me ha pedido que le acompañe”, dice esta última mientras su hija explica “la bifobia a la que nos enfrentamos tanto dentro como fuera del propio colectivo LGTBI”. Aunque no hace demasiado tiempo que acude a las manifestaciones que organiza el Orgullo crítico, reconoce sentirse “a gusto” en un espacio que le da seguridad. “Esto no es solo fiesta, estamos luchando por nuestros derechos y pedimos libertad”.