Un año más, el otro Orgullo vuelve a ocupar la calle. No atrae a tanta gente ni cuenta con carrozas de organizaciones, sindicatos, partidos políticos, bares o empresas, pero el Orgullo Crítico ha tomado fuerza en los últimos años para plantar cara a lo que llaman “un orgullo mercantilizado”. Como cada 28 de junio, este jueves una multitud contagiada del espíritu revolucionario de Stonewall pondrá sobre la mesa “un orgullo politizado, combativo, anticapitalista, anticolonial, antifascista y transfeminista”, como lo definen sus organizadoras.
Fue el mismo 28 de este mes, pero de 1969, cuando un grupo de trans, travestis, lesbianas y gays se levantaron contra la represión policial tras una redada en el bar neoyorkino de Stonewall, un hecho considerado el catalizador de la liberación del colectivo. Con la memoria de este momento en las pancartas y los lemas, este Orgullo se manifiesta “contra las violencias que nos atraviesan y que, a pesar de los avances legislativos conseguidos, siguen estando lamentablemente demasiado presentes”, explica Patricia Aranguren, una de sus promotoras este año.
Y lo hace desde una postura crítica con el programa oficial, que celebrará su manifestación estatal el próximo 7 de julio: “Convierte nuestras disidencias en un reclamo turístico y de consumo, en un escaparate para que se anuncien marcas haciéndose así lo que denominado un lavado de cara rosa”, critican.
La manifestación, que partirá a las 19.00 de la madrileña plaza de Neptuno bajo el lema “Orgullo es transgresión”, está convocada por la Plataforma Orgullo Crítico, que lleva preparando de manera asamblearia la cita desde hace un par de meses. Sin embargo, no parten de cero. El Orgullo Crítico se ha venido reuniendo y organizando de diferentes formas desde hace varios años –ha tenido distintos nombres: Orgullo Indignado, Toma el Orgullo...– y es heredero de las posturas críticas de los grupos radicales queer de los 90, LSD (Lesbianas Sin Duda) y la Radical Gai, que revolucionaron la escena activista madrileña a través de la acción directa y la provocación.
Al igual que el Orgullo oficial, cuyo leitmotiv es este año la lucha por las identidades trans, el crítico también ha centrado el suyo en el mismo colectivo. Por ello, este 28 de junio pedirán visibilidad trans, cumplimiento de las leyes autonómicas contra la transfobia aprobadas o la despatologización de la transexualidad, es decir, que deje de ser considerada una enfermedad. “Queremos incidir en la defensa de que cada cual vive su tránsito como desea, con hormonas o sin ellas, con operaciones o sin ellas, con expresiones de género de lo más diversas”, cuenta Julia Riesco, otra integrante de la plataforma.
“Escaparate de marcas”
Maribel Torregrosa lleva acudiendo cada 28 de junio a este Orgullo alternativo en el que, asegura, se siente representada como mujer trans lesbiana. “El Pride –explica refiriéndose al Orgullo oficial– es un lugar de gays adinerados y corpulentos en el que muchas no estamos incluidas”, argumenta. “Nos han robado el Orgullo y la bandera arcoiris por una cuestión de mercantilización. Se supedita la fecha a un fin de semana que venga bien turísticamente”.
Torregrosa apunta al 8M y al movimiento feminista como estrategias inspiradoras para el colectivo LGTBI. “El feminismo está dando muchas pistas. Con el tiempo el 8 de marzo se ha ido politizando, antes en ese día a las mujeres nos regalaban flores y sonrisas. Ahora hay revindicación. El Orgullo, sin embargo, ha ido al contrario”, reflexiona.
En este sentido, la denuncia del Orgullo Crítico se articula en torno a la concepción del mayor o menor beneficio económico que generan las empresas en torno a esta cita. Y es que la oficial está organizada por AEGAL, la Asociación de Empresas para Gays y Lesbianas, que en su web concreta su estrategia en cuatro puntos: “comercio, ocio, turismo y cultura gayfriendly”. La asociación empresarial gestiona cosas como las licencias de las barras o los escenarios y los colectivos LGTBI, la FELGTB y Cogam, convocan la manifestación.
“Incidimos en la denuncia de la mercantilización del orgullo porque no podemos entender como una manifestación se ha convertido en un desfile que sirve como escaparate para que se anuncien las grandes marcas”, sostiene Aranguren, que hace hincapié en que cada año el Orgullo Crítico congrega a un mayor número de personas. No solo en asistencia a la manifestación, sino también en el número de personas que se acercan a las asambleas preparatorias.
“Esto es el fruto de muchos años de trabajo, de muchos años de ir construyendo discurso, de señalar algo que es tan evidente que se cae por su propio peso. Somos el orgullo de verdad, el reivindicativo, el que mantiene su esencia, el que denuncia que aún hay mucho camino por recorrer, y esto, cualquier persona que se sienta interpelada por las siglas LGTBI con un mínimo de conciencia social lo ve”.
Sujetos excluidos
La crítica de este Orgullo alternativo también se dirige a qué tipo de sujeto hace visible el oficial. Para el sociólogo y activista Javier Sáez del Álamo, antiguo miembro de la Radical Gai, el hecho de que el crítico sea cada vez más multitudinario es un síntoma “de que el otro estaba dejando fuera a mucha gente. Hay muchas minorías que no están ahí, las personas refugiadas, migrantes o racializadas, las personas con discapacidad...”, ejemplifica. “Es un Orgullo muy masculino y de escaso enfoque feminista”.
Con esta misma mirada fue okupado el pasado fin de semana, antes del desalojo del pasado lunes, el centro social La Pluma, en el mismo barrio de Chueca, que en su manifiesto se mostró como un espacio para “contraprogramar al Orgullo oficial con un discurso anticapitalista, antirracista y transfeminista”. “Porque nuestras plumas locas, camioneras, bujarras, travestis, no binarias, molestan a quienes quieren asimilarse a un modelo de vida y consumo que establece como norma al sujeto cisgenero y heterosexual”, prosigue la carta de presentación.
A pesar de que desde el Orgullo Crítico reconocen la visibilidad que supone el impacto mediático con el que cuenta el oficial, pero “¿qué tipo de visibilidad?”, se preguntan. “Creemos que los folletos, los vídeos y demás publicidad del Orgullo no muestran la diversidad existente en la comunidad LGTBI, más bien potencia un cuerpo concreto, el de hombre blanco gay cis –cuyo género asignado al nacer se corresponde a su género sentido– y un cuerpo adaptado a los cánones de belleza”, explican. “No cuestionamos el ambiente festivo, pero sí incidimos en que ocupar el centro de la ciudad desde el Orgullo debería ser un momento de lucha y resistencia”.