El ostracismo de la UMD, la agrupación perseguida por defender valores democráticos en el ejército franquista
Xosé Fortes se sumó a la extinta Unión Militar Democrática (UMD) por “necesidad”. “Ganas ninguna tenía yo de meterme en follones porque tenía cinco hijos y estaba pagando la hipoteca del piso”, recuerda el coronel retirado a sus 88 años. La defensa de valores democráticos en las Fuerzas Armadas franquistas le abocó a una condena de cuatro años de cárcel, a la expulsión del Ejército y a la pérdida de su trabajo a los 40 años como coronel de Infantería.
La UMD se fundó en agosto de 1974, pocos meses después de la Revolución de los Claveles portuguesa “con el objetivo de contribuir a la difusión de los ideales democráticos dentro de las Fuerzas Armadas”, como explicó el propio Fortes en El País. Y se autodisolvió tres años más tarde, tras las elecciones de junio de 1977.
Sus miembros, una decena de ellos condenados en 1976 por un delito consumado de conspiración para la rebelión militar y apartados de las Fuerzas Armadas, tuvieron que esperar a 2009, cuando el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero publicó en el BOE una declaración institucional de reconocimiento a su labor. Hasta entonces, vivieron décadas en el ostracismo militar y político, percibidos como “traidores” entre algunos de sus antiguos compañeros de cuartel, tal y como recuerdan en conversación con elDiario.es.
El Ejército del franquismo: “la columna vertebral del régimen”
“Los políticos democráticos les dejaron tirados”, apunta el historiador Fidel Gómez Rosa. Se quedaron fuera de la ley de amnistía de 1977, que les mantuvo alejados de las Fuerzas Armadas, debido a las presiones de “militares involucionistas”. Hubo un “chantaje directo de toda la cúpula del Ejército de Tierra” para excluir a los militares condenados, recuerda Gómez Rosa, que ha publicado varios libros sobre la UMD y realizó su tesis doctoral sobre este asunto. Esa disconformidad reverberó en los cuarteles durante décadas.
Durante el franquismo, las Fuerzas Armadas constituían, junto a la Iglesia, “la columna vertebral del régimen” franquista, expone José Ignacio Domínguez, otro de los miembros de la UMD. Para formar parte de la disciplina castrense “había que pasar una criba de la Dirección General de Seguridad”.
“Realizaban una investigación de la familia del aspirante, hasta parientes de segundo o tercer grado, que iba a ingresar en la Academia. Entonces, si tenía algún pariente que había sido republicano, no entraba”, añade el teniente coronel del Ejército del Aire ya retirado. “Sin embargo, los hijos de militares estaban exentos porque se partía de la base de que el hijo de un militar que también quería ser militar era franquista”, indica.
Esta organización clandestina defendía la convocatoria de una asamblea constituyente que elaboraría una Constitución homologable a la del resto de países occidentales europeos, el restablecimiento de las libertades democráticas, la lucha contra la corrupción, unas reformas socioeconómicas para la mejora de las condiciones de vida, cambios en la Justicia Militar y en la Ley del Servicio Militar y una reorganización de los tres ejércitos. Además, el ideario de la UMD abogaba por que las Fuerzas Armadas estuviesen “exclusivamente al servicio del pueblo”.
Defendían la convocatoria de una asamblea constituyente
“Sabíamos que íbamos a pagar por ello [por impulsar la UMD], pero era lo que tocaba”, recuerda Fortes, antes de exponer los motivos por los que poco más de una decena de militares impulsaron en los últimos meses de vida del dictador una organización clandestina en uno de los ejes del franquismo. Con este colectivo, los miembros de la UMD buscaban “crear una asociación en el Ejército que le quitara al régimen el monopolio” de las Fuerzas Armadas. El objetivo era “crear una división interna” en la disciplina castrense y, aclara, “sin dar ningún golpe” militar.
Para ello se reunieron “con todos los líderes de la oposición”, apunta Fortes, a la vez que recuerda que mantuvieron encuentros “con Isidoro, aquel Felipe González jovencito”, con miembros del PCE y de la política gallega para “decirles que en el Ejército había un movimiento que estaba por la democracia”.
Todos eran conscientes de las consecuencias que podía tener para aquellos militares esa significación política. Alguno de ellos llegó a transmitirles su preocupación. Así recuerda Fortes las palabras de González en ese momento: “A mí pueden detenerme en comisaría un día porque con la socialdemocracia europea no se atreven a nada. A algún militante a lo mejor le dan unas hostias o le queman con un cigarro; pero si os cogen a vosotros, os cortan los cojones”.
El colectivo llegó a aglutinar a 150 militares, según la investigación realizada por Gómez Rosa. La primera reunión de esta agrupación se celebró en Barcelona en el verano de 1974. A ella asistieron once oficiales del Ejército de Tierra. Poco a poco se fueron sumando militares. Domínguez fue el primer miembro del Ejército del Aire que se puso en contacto con ellos. Buscó en una guía telefónica el número de uno de sus promotores, el comandante y posteriormente diputado socialista, Juli Busquets, y le llamó. En esa primera conversación, según cuenta el teniente coronel ya retirado, le dio pocos datos y algún detalle falso “para disimular porque el teléfono lógicamente estaba controlado”. La clandestinidad era una de sus señas de identidad.
Una “oposición política” al franquismo en las Fuerzas Armadas
Durante aquellos meses su actividad consistió en realizar “una oposición política” centrada en “concienciar a sus compañeros sobre el papel del Ejército en el franquismo” y “en una democracia”. La dictadura trató de frenar a la UMD y entre finales de julio y principios de agosto de 1975 detuvo a una decena de sus miembros. En marzo de 1976 un Consejo de Guerra les condenó por un delito consumado de conspiración para la rebelión militar a penas de cárcel que oscilaron entre dos y ocho años. Esta sentencia conllevó para la mayor parte de los sentenciados la separación de las Fuerzas Armadas.
El fallo aseveró que estaba “demostrada la afiliación de los procesados a la UMD, organización subversiva, entre cuyos fines está el cambio violento de las instituciones de la nación”, tal y como recoge la hemeroteca del diario ABC. Gómez Rosa defiende que los cargos por los que fueron procesados estos militares demócratas son “un despropósito total”.
“La actividad de la UMD se produce todavía viviendo a Franco. Evidentemente, las reuniones que organizaban y los manifiestos que elaboraban no estaban autorizados. En ese sentido, cometen una infracción que incluso podría ser un delito, según la legislación de ese momento”, apunta el historiador. Asimismo, la “rebelión militar” que les imputan, según asevera, “no se produce en ningún momento”. Y añade: “Materialmente no se prueba porque evidentemente no tenían fuerza para plantear ningún golpe de Estado. Esto no es lo de Portugal [en alusión a la Revolución de los Claveles]”.
No fue hasta una década después de la condena cuando se aprobó una ley que les permitió regresar a la vida militar. Solo tres de ellos se acogieron a esta norma, “aunque a ninguno se le concedió destino”. “Se consumó así la paradoja: los ejércitos de la democracia no toleraban a los militares demócratas”, detalló el historiador Gómez Rosa en un artículo académico titulado 'UMD: balance de una experiencia histórica'.
Condenados por un delito de conspiración para la rebelión militar
La vida profesional de los miembros de la UMD transcurrió alejada de la disciplina castrense. Domínguez dio el salto a la aviación privada y fue piloto de Iberia. Fortes, por su parte, fue uno de los que intentó reincorporarse sin éxito a las Fuerzas Armadas. Otros, como el comandante Luis Otero trabajó como asesor de informática y José Fernando Reinlein se abrió camino en el periodismo.
“Me sentí satisfecho por la posibilidad de reincorporación, aunque fue una vergüenza que no nos dieran ningún destino”, recuerda Fortes. De aquel año que pasó en la cárcel por su pertenencia a la UMD, no guarda rencor ni le da gran trascendencia. “Otra gente hizo mucho más e hizo mucha más cárcel que nosotros. No somos mártires. Hicimos lo que teníamos que hacer, pagamos un precio. Qué le vamos a hacer”, reseña.
Los miembros de esta agrupación “siguen siendo personajes mal vistos dentro del Ejército”, explica Gómez Rosa, porque ni durante la transición ni en los primeros gobiernos que salieron de las urnas se les reconoció como “luchadores de la democracia”. Por lo tanto, este historiador considera que “quedaron como traidores en el Ejército hasta el día de hoy”.
33 años después de disolverse llegó el primer reconocimiento
El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero trató de reparar la imagen de los miembros de esta institución y llegó a confesar las lagunas que se produjeron en el intento de rehabilitación de la carrera militar de los afectados. Se publicó en 2009 en el BOE una declaración institucional de reconocimiento a su labor. Allí dejaron constancia del “compromiso de los miembros de la UMD”, quienes “propiciaron y apoyaron la transición a un régimen democrático y constitucional”.
Unos meses después, y 33 años después de disolverse, llegó el primer reconocimiento público oficial. La ministra de Defensa Carme Chacón entregó las Cruces del Mérito Militar y Aeronáutico a catorce antiguos miembros de la UMD por la “valentía” que demostraron al colaborar “decididamente” en el camino hacia la democracia en España y por cuyo papel algunos fueron “encarcelados, juzgados, condenados y expulsados” del Ejército. “Recompensar su valor es un acto de justicia, una reparación necesaria, que confirma la dignidad que nunca perdieron, y engrandece a la sociedad española”, subrayó.
Fortes y Domínguez fueron condecorados en ese acto. Acudieron familiares y algunas de las viudas de sus compañeros. Más de una década después el coronel de Infantería retirado lo recuerda como un evento “muy cálido y cariñoso”. Una decisión de Chacón, la de homenajear públicamente a la UMD, que no sentó bien a algunos de sus altos mandos castrenses. “Aquellos días recibí, por lo menos, unos 80 o 100 correos de generales encabronados”, explica Fortes. Ante esas reacciones, sostiene que la decisión de la ministra de Defensa por aquel entonces “define el valor de Carme Chacón”. “Le echó bemoles”, insiste.
Con este acto, los entrevistados sienten que se reparó el ostracismo al que fueron sometidos por los políticos de la transición y de los gobiernos de Felipe González. Sin embargo, Gómez Rosa cuestiona en qué lugar han quedado las “ideas democráticas dentro del Ejército”. Entre las brechas abiertas, el historiador defiende que han quedado “sin resolver algunas cuestiones en las Fuerzas Armadas, como por ejemplo, la lesa permanencia de los símbolos franquistas”.
La Ley de Memoria Democrática busca reparar alguna de esas paradojas que perviven hoy en unidades dependientes del Ministerio de Defensa. El departamento de Margarita Robles ya ha anunciado que ha arrancado el proceso para tramitar las exhumaciones del Alcázar de Toledo, sede del Museo del Ejército. Allí se encuentra enterrado el golpista Jaime Milans del Bosch, condenado a 26 años de prisión por su participación en el 23F, y José Moscardó, quien se sumó al golpe de 1936, declarando el estado de guerra y encerrándose en la fortificación militar toledana.
“Si no hubiese franquismo en las Fuerzas Armadas, no tendrían suficiente fuerza como para enterrar a Milans del Bosch en una dependencia militar”. Así valora Domínguez el hecho de que uno de los condenados por el intento de golpe de Estado del 23-F fuese enterrado en la cripta del Alcázar en plena democracia, en 1997. Fortes considera que existe “un franquismo residual” que se evidencia con la presencia a día de hoy de militares golpistas en instituciones públicas. “No se puede tener en un lugar destacado a los que han afectado y destruido la vida democrática de este país”, concluye el coronel de Infantería retirado y cofundador de la UMD.
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